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El 'sueño chino' de los inmigrantes africanos
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Ángel Villarino

Historias de Asia

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El 'sueño chino' de los inmigrantes africanos

A raíz de las protestas callejeras que protagonizó la comunidad nigeriana de Guangzhou el mes pasado, la prensa cantonesa ha publicado varios reportajes que retratan la

A raíz de las protestas callejeras que protagonizó la comunidad nigeriana de Guangzhou el mes pasado, la prensa cantonesa ha publicado varios reportajes que retratan la vida de los cerca de 100 mil inmigrantes africanos (más de dos tercios de ellos ilegales) que habitan en esta metrópolis china, un material sorprendente para adentrarse en los misterios de una ruta migratoria tan novedosa como desconocida.

Se trata de textos doblemente interesantes. Interesantes por lo que cuentan, pero aún más por cómo lo cuentan. Se aborda el tema desde una óptica que recuerda mucho a la que se adopta en Europa con el tema de la inmigración, aunque con algunos toques políticamente incorrectos. Se habla, por ejemplo, del "perfume fuerte" (en referencia al olor corporal) como un elemento que dificulta su integración entre chinos y africanos.

Y se aborda, por supuesto, el rechazo social y los fantasmas del racismo. Un nigeriano explica, por ejemplo, como "muchos taxistas no nos aceptan, dicen que olemos mal o que somos demasiado grandes para entrar en el coche". A lo que un ciudadano chino responde asegurando que los africanos "siempre intentan regatear los precios a lo loco, muchos vienen a vender drogas y no entienden nuestro idioma".

La inmigración africana en China es incipiente pero está cogiendo carrerilla. El efecto llamada llega por televisión (a través de los brillantes rascacielos de la nueva China) pero también con la entrada en tromba de las empresas e intereses chinos en África. "Todos los productos y riquezas vienen ahora de China, en mi país el 80% de lo que se vende es chino, así que la gente empieza a entender dónde está el dinero y las oportunidades. "Vislumbran el sueño chino", comentaba Wally, un nigeriano que se gana la vida por el barrio pekinés de Sanlitun, una de las zonas de expatriados de la capital.

Sólo en Guangzhou se calcula que la tasa de inmigración africana lleva varios años creciendo al 40% anual, mientras que en otras grandes metrópolis del país, como Shanghai o Pekín, resulta ya relativamente frecuente toparse con inmigrantes africanos por algunas zonas.

En Guangzhou existe incluso un barrio africano que los taxistas han bautizado como "Ciudad Chocolate", una aldea periférica cuyo estilo de vida suscita compasión entre los periodistas chinos que se acercan por allí. "Los ilegales viven todos apretados en casas por las que pagan 10 o 20 euros al mes, llenos de bolsas de plástico con sus pertenencias. Duermen por el día y salen por la noche, ofreciéndose para cargar o transportar cosas, o para negociar con drogas".

Rechazo y control

El mestizaje, impensable hace 10 años, también suscita la curiosidad de los cronistas chinos, que acuden a entrevistar a las pocas familias mixtas de "Ciudad Chocolate", al tiempo que dan voz a varios inmigrantes solteros que se quejan de "lo difícil que es conseguir una cita con una china". En general, los africanos se quejan del rechazo, del control constante al que les somete la policía y de tener pocos amigos chinos, a pesar de haberlo intentado todo para conseguirlo.

La prensa de Guangzhou narra casos enternecedores, como el de un joven recién llegado de Mali que no sabe ni una palabra de cantonés y que saluda a un grupo de chinos presentándolo como sus amigos. "La mayoría no le responden, ni siquiera le miran. Quienes lo hacen es para insultarlo", contextualiza el periodista.

Fuera de las grandes metrópolis la presencia de africanos sigue siendo tan poco habitual que son objeto de todo tipo de curiosidad, e incluso se le señala por la calle sin pudor alguno. El rechazo y la desconfianza no parece ser fruto de roces o choques culturales, sino de lo contrario: la novedad y la falta de contacto. En su famosa novela Cisnes Salvajes, la escritora Jung Chang narra lo que le enseñaron en la escuela, en plena Revolución Cultural, sobre los africanos. "Nos decían que están menos desarrollados y no han aprendido a controlar sus instintos, por lo cual suelen manifestar sus sentimientos como les apetece en cada momento…".

Dejando a un lado a estudiantes, profesores de inglés, diplomáticos y personal cualificado, la mayoría de los africanos que viven en Guangzhou se dedican a comerciar con ropa, a trapichear con drogas y otros asuntos turbios. Compran prendas baratas (a menudo descartes o piezas con taras) en las fábricas de Cantón y las mandan a sus países de origen, o las revenden allí mismo: como ambulantes o en pequeños negocios situados en sus zonas de influencia.

Este nuevo flujo migratorio apenas ha sido objeto de estudio hasta la fecha. Uno de los pocos investigadores que se ha adentrado en el argumento es el camerunés Tongkeh Fowale, un investigador social que vive en China desde hace algunos años y a quien tuve el placer de conocer el año pasado. Les dejo con su interesante artículo.

A raíz de las protestas callejeras que protagonizó la comunidad nigeriana de Guangzhou el mes pasado, la prensa cantonesa ha publicado varios reportajes que retratan la vida de los cerca de 100 mil inmigrantes africanos (más de dos tercios de ellos ilegales) que habitan en esta metrópolis china, un material sorprendente para adentrarse en los misterios de una ruta migratoria tan novedosa como desconocida.