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Extravagancias de un turista millonario chino en España
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Ángel Villarino

Historias de Asia

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Extravagancias de un turista millonario chino en España

Son esposas de altos ejecutivos chinos y este verano lo pasarán en España. No buscan sol, playa, ni bares de tapas. Lo que quieren es que

Son esposas de altos ejecutivos chinos y este verano lo pasarán en España. No buscan sol, playa, ni bares de tapas. Lo que quieren es que les organicen un seminario sobre Gaudí, otro sobre bienestar y salud, unas clases para aprender los modales europeos y unas cuantas visitas relacionadas con su gran pasión: los jardines.

Por las mismas fechas desembarcarán en nuestro país un grupo de jovencitos recién graduados. Han pedido asistir a espectáculos deportivos de primer nivel y codearse con deportistas famosos. Están dispuestos a pagar decenas de miles de euros por disputar un hoyo de golf con Sergio García, o por darle la mano a un tenista español.

Un tercer grupo, formado por altos ejecutivos de una compañía petrolera china, sólo han puesto una condición: quieren mucho, mucho lujo.

“El turista rico chino es muy peculiar, no tiene nada que ver con otros mercados, ni siquiera dentro de Asia. Suelen ser gente relativamente joven, con poco nivel cultural y educativo, que buscan lujo, ostentación y conocer a gente famosa. Es muy importante para ellos tener experiencias de primer nivel para poder contarlas a la vuelta. Hay que dejar atado a quién van a saludar, con quién se van a sentar…”, me explica, durante un viaje a Pekín, Rocío Huete, CEO de PLENIA, una empresa especializada en viajes de lujo a medida que está estudiando en profundidad el mercado de los 1400 millones de clientes.

No es la única, ni la primera. Las incipientes ganas de conocer mundo de los nuevos ricos chinos se han convertido en una de las grandes promesas del sector y España, una de las potencias en esta materia, lleva ya algún tiempo intentando meterle mano. Las cifras, por ahora, no son demasiado halagüeñas, comparadas con las de otros países europeos como Italia o Francia. Parte de la culpa, denuncian unánimemente los promotores, recae en las trabas que imponen nuestros consulados a la hora de conseguir visados. Así, y aunque el Gobierno anterior se marcó la meta de recibir alrededor de un millón de turistas chinos al año a partir de 2020,  la progresión es lenta y no hemos conseguido superar la barrera de los 150.000.

Sea como sea, una de las prioridades, es atraer a la creciente comunidad de millonarios, gente con pocos días de vacaciones y dispuestos a gastarse cualquier cifra con tal colmar sus expectativas. Se trata de una clientela muy jugosa si tenemos en cuenta el ritmo al que aumentan las grandes fortunas en Asia.

El problema para acertar es, a menudo, el desconocimiento mutuo. “Nosotros no los conocemos y ellos no saben casi nada de España, así que hay que proponerles cosas, no se puede esperar a que ellos las pidan. Y tienen sus particularidades. Por ejemplo, al revés que el resto de turistas de perfil muy alto, los chinos prefieren viajar en grupo. También hay que tener mucho cuidado con la gastronomía y hay que ponerles siempre algo chino porque sus costumbres son muy diferentes”, dice Huete, que define el trabajo de su empresa como una “artesanía de experiencias”.

“Los toros les fascinan”

Los grandes tópicos folclóricos parecen funcionar bien con el turista chino. “Los toros les fascinan. Les parece que un hombre delante de un toro es lo más valeroso que puede hacer una persona. También el flamenco y, por supuesto, los deportes. Sobre todo los hombres, siempre piden ir a ver un partido de fútbol”.

Existe también un turista de mayor nivel cultural cuyos gustos pueden resultar igualmente chocantes. Zhou Ting, un ejecutivo de China Mobile que viajó por España el verano pasado, me confesó que le había encantando el cochinillo y las cortezas de cerdo que ponían en algunos bares. “Lo que no me gustó nada fue la paella. El arroz estaba demasiado hecho y muy salado. Nos desagradó tanto que probamos en otro sitio, pensando que la primera vez fue culpa del restaurante”.

Jiang Ying, un joven escritor pekinés, pasó 25 días recorriendo España en las navidades de 2009. Y lo que más le gustó, con diferencia, fue Segovia. Rememora con una sonrisa recuerdos sobre la vitalidad y alegría de la gente, como el de un grupo de niñas paseando y riendo bajo la lluvia. Otros, rozando la curiosidad antropológica, como la “calma con la que trabajan los ladrones españoles”. “Pudimos comprobarlo, ya que nos intentaron robar muchas veces, sobre todo en Barcelona. Habíamos leído por Internet los tipos de estafa más comunes y creo que los intentaron todos con nosotros”.

Ofrecer “experiencias” acordes a los gustos chinos es algo a lo que no sólo se dedican las empresas españoles. A la pekinesa Wan Tingting le pagan precisamente para eso. “Viajo por Europa en busca de cosas que puedan gustarles a los chinos y luego diseño los programas de mi agencia de viajes. España lo vendemos como un destino de pasión”. Destaca, por supuesto, lo de siempre: el calor humano, los toros, el fútbol, la gastronomía y el flamenco. Pero también dice cosas no tan obvias: “Los chinos no buscamos sol y playa en España porque para eso nos vamos al Sudeste Asiático, que es más barato. Por ejemplo, si mando gente a Mallorca, les sugiero recorrerla en coche, preferiblemente en otoño o primavera”.

Los turistas chinos, reconoce Wan, tienen también algunas quejas frecuentes durante sus vacaciones en España. Les sorprende que no hablemos mejor inglés, la cantidad de carteristas y timadores que les acosan en las grandes ciudades, la relación calidad/precio de los hoteles intermedios y los elevados precios de algunos servicios. “Hay otra cosa que les llama la atención, pero de toda Europa, no sólo de España. Vuelven diciendo que los europeos son muy vagos porque los negocios están cerrados de dos a cinco. También se quejan de que los trabajadores son muy lentos”. “Aunque en general”, concluye, “vuelven muy contentos y hablan bien de los españoles”.

Son esposas de altos ejecutivos chinos y este verano lo pasarán en España. No buscan sol, playa, ni bares de tapas. Lo que quieren es que les organicen un seminario sobre Gaudí, otro sobre bienestar y salud, unas clases para aprender los modales europeos y unas cuantas visitas relacionadas con su gran pasión: los jardines.