Es noticia
¿Moscas? ¿Vacas partidas en dos? Hirst se estrena en la Tate a 17 euros la entrada
  1. Mundo
  2. Las manillas del Big -Ben
Celia Maza

Las manillas del Big -Ben

Por

¿Moscas? ¿Vacas partidas en dos? Hirst se estrena en la Tate a 17 euros la entrada

Lo primero que te encuentras son dos enormes vitrinas de cristal llenas de moscas. Una cabeza de vaca, sin

Lo primero que te encuentras son dos enormes vitrinas de cristal llenas de moscas. Una cabeza de vaca, sin piel y apoyada en el suelo en medio de un gran charco de sangre alimenta a los insectos y alberga los huevos que pasan luego a convertirse en larvas. Las moscas que consiguen sobrevivir pasan a la otra vitrina a  través de una pequeña ventana circular que comunica los dos espacios. Allí, hay una especie de radiador donde algunas quedan como electrocutadas. Para ver esta obra de arte hay que pagar 14 libras (unos 17 euros). Resulta realmente desagradable, pero no se admiten quejas. Al fin y al cabo, uno ya sabe que se adentra en el mundo de Hirst. ¿Acaso esperabas un óleo normal y corriente?

La Tate nunca se había visto en otra igual. El enfant terrible ha claudicado a sus súplicas (siempre había dicho que los museos eran para los artistas muertos) y ha dado su permiso para llevar a cabo una impresionante retrospectiva que puede gustar más o menos, pero aseguro no deja indiferente.

La de las moscas, es una de las más de 70 piezas que muestra la galería a orillas del Támesis. Lleva por título A miles de años y fue creada en 1990. Fue la primera vez que Damien Hirst (Bristol, 1965) experimentó con la vida y la muerte, una obsesión que luego ha estado plasmada en innumerables trabajos. Sin duda alguna, el más destacado es La imposibilidad física de la muerte en la mente de una persona viva. Se trata de un tiburón con la boca abierta metido en un gran tanque de formol.

Lo presentó, por primera vez, en 1992 y cambió radicalmente el mundo del arte contemporáneo. Saatchi pagó por la obra 50.000 libras. The Sun publicó la noticia en portada con el titular “Una millonada por un fish sin chips”. En 2004, fue vendida a un coleccionista estadounidense, Steven A.Cohen, por 8 millones de libras.

El escualo también está presente en una de las catorce salas, pero no es el original. El animal comenzó a deteriorarse cuando estaba en casa de Cohen y tuvo que ser reemplazado por el equipo de artista. La segunda versión fue cedida al Metropolitan Museum de Nueva York y es ésta la que se puede ver en la Tate Modern. Muchos críticos consideran que nunca podrá reemplazar el valor simbólico del primer animal, aquel que le dio nombre a nivel internacional.

Porque, por aquel entonces, el artista ya se había hecho un hueco en Reino Unido gracias a su peculiar visión de la estética. Los entendidos comenzaban a mimarle tras ver la singular instalación Dentro y fuera del amor. Desde su exposición original en 1991 nunca se había vuelto a reproducir. Ocupa toda una sala a la que se accede por una doble cortina de plástico. Una vez dentro, te encuentras con plantas y decenas de mariposas vivas –y por cierto, muy grandes- que revolotean a su antojo apoyándose en unos paneles de las paredes a modo de cuadro y también en las cabezas de los visitantes, que, sin darse cuentan, las sacan de la habitación dando trabajo a los especialistas que se encargan de su cuidado. Pese a que la sala está con una humedad relativa entre el 50 y el 70% y una temperatura de 25 a 30 grados, los lepidópteros viven alrededor de dos semanas, por lo que hay que cambiarlos constantemente para que siempre haya alrededor de la centena.

De nuevo, la vida y la muerte, la belleza y la fealdad, lo sagrado y lo profano, las obsesiones de un artista que durante su etapa como estudiante pasaba largas tardes en los museos de anatomía y en las salas con cadáveres al servicio de los estudiantes de medicina. La fotografía de Hirst junto a una cabeza cortada de un hombre calvo y gordo –“Con cabeza muerta” (1991)- es la obra que te recibe nada más entrar.

Entre el arte y el marketing

El máximo representante del movimiento YBA (Young British Artist) siempre ha sabido romper moldes, no sólo a la hora de crear arte, sino también a la hora de comerciar con él. En septiembre de 2008, cuando Lehman Brothers colapsó, él decidió subastar 220 de sus obras en Sotheby´s sin contar con sus intermediarios habituales –Jopling y Gagosian-. En 48 horas, recaudó 111 millones de libras, diez veces más de lo que estaba estimado. Su fortuna está valorada en 215 millones de libras.

Recuerdo que, tras la subasta, le perseguí por todo Londres para intentar entrevistarle. Hice guardia a las puertas de un restaurante y cuando salió, me dibujó una mariposa en mi cuaderno. Nunca he pensado en vender el “lienzo”. Seguramente no conseguiría recaudar los 74 millones de euros que se pagaron en 2007 por Por el amor de dios (2007), la obra de arte más cara que jamás se ha creado en términos de sus materiales: un cráneo humano en platino decorado con 8.601 diamantes. La pieza se puede ver en la Sala de Turbinas, sin necesidad de pagar entrada.

¿Por qué ha aceptado ahora el creador la propuesta de la Tate? La respuesta, como no podía ser de otra manera, implica negocio. El Jubileo de la reina Isabel II y las Olimpiadas convierten a Londres un escenario perfecto para volver a ponerse en el ojo de huracán y cosechar así publicidad gratuita de cara a la apertura de su propia galería, que tiene previsto abrir sus puertas en 2014. Estará ubicada en Newport Street en el característico barrio de Lambeth y será un espacio donde pueda agrupar su extensa colección privada que incluye a Bacon, Koons, Murakami, Richard Prince, Sarah Lucas y Banksy.

Las obras se encuentran ahora repartidas por sus diferentes propiedades. El artista vive con su mujer Maia Norman y sus tres hijos en Devon, pero cuenta con casas en Chelsea, Tailandia -donde pasa las Navidades-, Méjico y Gloucestershire, donde hace tiempo estaba un estudio en el que trabajaba con 150 asistentes. Ahora cuenta con 1.500 ayudantes. Muchos de sus colegas le han criticado por delegar la práctica en otros. Pero, ¿realmente importa que no sea el propio Hirst quien meta las mariposas en una habitación o quien corte por la mitad a un ternero y una vaca y los meta en formol? Para muchos la pregunta quizá sea si eso se puede considerar arte o no. Los críticos están divididos, pero para él, lo importante es que, guste o no, su obra vende, y mucho.