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La jaula de oro de Julian Assange
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Celia Maza

Las manillas del Big -Ben

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La jaula de oro de Julian Assange

Julian Assange se ha pasado el último año y medio de su vida metido en una cárcel de oro. Con todo tipo de comodidades a su

Julian Assange se ha pasado el último año y medio de su vida metido en una cárcel de oro. Con todo tipo de comodidades a su alrededor, eso sí, pero preso, al fin y al cabo. Su primera celda fue una casa de campo en Suffolk, en el Este de Inglaterra, donde se comió el pavo de la Navidad de 2010 en compañía de su casero, Vaughan Smith, un antiguo corresponsal de guerra defensor del periodismo independiente y creador del Frontline Club. Luego pasó a ser el invitado de Sarah Sauders, empresaria que en su día puso 200.000 libras para su primera fianza. Y el último sitio donde ha encontrado cobijo ha sido la Embajada de Ecuador de Londres, donde lleva encerrado ya dos meses para evitar su extradición a Suecia. Allí quieren interrogarle sobre un presunto delito sexual contra dos mujeres, con quienes según él tuvo sexo consentido.

Como las anteriores, la ubicación de su nueva cárcel de lujo no está nada mal. Situada en pleno barrio de Chelsea, la embajada se encuentra entre los almacenes Harrods, segunda casa de los rusos millonarios y los dueños de petrodólares, y la tienda de Valentino.

La elegancia del barrio no concuerda que se diga con la indumentaria de los simpatizantes de Anonymous que estos días se acercan hasta la puerta de la embajada para mostrar el apoyo a su héroe ante la mirada atónita de quienes se pasean con sus perritos y su bolso Louis Vuitton. Ver a gente descamisada y fumando tabaco de liar enfrente de la fachada no es cosa de todos los días porque, aparte de la embajada ecuatoriana y la colombiana, en el edificio, una preciosa casona victoriana de seis alturas y sótano, también hay pisos de particulares. Y entre los vecinos se encuentran algunos miembros de la familia real saudí y de Mustafa Ben-Halim, el que fuera primer ministro de Libia. En definitiva, gente que se puede permitir el lujo de pagar 8,3 millones de libras más gastos de comunidad y garaje. Los que viven en los sótanos son otra historia. Se trata de familias de sirvientes que comparten baño y escasos metros cuadrados sin apenas luz.

Como ellos, Assange tampoco recibe estos días mucho sol del exterior. Tiene baño y cocina, pero, consciente de la expectación que genera, la embajada le ha ofrecido una pequeña habitación interior. Sin apenas ventilación, le han instalado una cinta de correr y una lámpara de rayos uva, por aquello de que salga con algo de color este domingo, cuando, se supone, se asomará a una de las ventanas principales para comunicar al mundo entero cuáles son sus planes después de que el Reino Unido no haya aceptado el asilo concedido por el presidente Correa.

Mientras que el asilo político se concede en los países occidentales, dentro de las embajadas o consulados, el diplomático –que es el que se le ha dado al fundador de Wikileaks- se aplica principalmente en los países de Latinoamérica, gracias a la Conferencia de Caracas de 1954, para albergar y proteger a cualquier persona perseguida por motivos políticos. Porque aquí está la clave. Las autoridades de Ecuador están convencidas de que Assange es una víctima de sus ideales políticos y consideran que su extradición a Suecia es una mera maniobra para acabar llevándole a Estados Unidos donde temen que sea procesado –e incluso condenado a muerte- por su labor al frente de Wikileaks. La página web publicó durante meses millones de cables que desestabilizaron las relaciones diplomáticas a ambos lados del Atlántico con informaciones que sacaron los colores a la Casa Blanca.

Por lo tanto, ya que el Reino Unido no le facilita un salvoconducto, se antoja difícil que el rey de los piratas informáticos pueda salir de la embajada. Físicamente podría hacerlo, pero sabe que si pone un solo pie en la calle, los agentes de Scotland Yard que desde el jueves rodean el edificio le detendrán. Es su obligación, ya que Assange violó las condiciones de libertad condicional que se impusieron el pasado 16 de junio cuando, una vez agotada la batalla legal contra su extradición, las autoridades británicas preparaban su avión a Estocolmo.

La opción de meterle en el contenedor de una valija diplomática rumbo a Ecuador también resulta inverosímil, y no sólo por su altura de dos metros: la ley establece que esas valijas son para trasladar materiales oficiales y aunque no pueden abrirse sin permiso de la embajada, sí deben pasar por un escáner para examinar su contenido.

El Ministerio de Exteriores británico ha advertido a Ecuador de que de acuerdo con la ley diplomática y consular de 1987, Reino Unido se reserva el derecho, in extremis, de revocar la inmunidad diplomática de la Embajada. Pero también es poco probable que Downing Street utilice los poderes que le otorga esta normativa, ya que no está en juego la seguridad de ningún individuo, ni tampoco se teme que pueda cometerse un crimen como consecuencia de la estancia de Assange en la legación diplomática.

Julian Assange