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Kate vista por un pintor de rinocerontes
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Celia Maza

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Kate vista por un pintor de rinocerontes

 No es que David Beckham sea uno de mis ídolos, pero hay que reconocer que el retrato que tiene de él la National Portrait Gallery llama

 

No es que David Beckham sea uno de mis ídolos, pero hay que reconocer que el retrato que tiene de él la National Portrait Gallery llama la atención. Durante una hora y siete minutos, una cámara fija muestra al futbolista dormido con el torso al descubierto. La obra, titulada David, está firmada por Sam Taylor-Wood, estrella en auge del arte moderno británico, directora de cine y flamante esposa de Aaron Johnson, 23 años menos que ella. En definitiva una artista con una visión abierta del mundo que nada tiene que ver con Paul Emsley, un pintor que ganó un concurso en 2002 retratando en acuarela a un rinoceronte.

Pero por alguna razón inexplicable, la duquesa de Cambridge, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de St. Andrews, escogió a este último cuando le dieron la lista de los candidatos seleccionados para elaborar su primer retrato oficial. Y sí, Emsley ya se había hecho un nombre retratando a otras personalidades, como Nelson Mandela o Michael Simpson. Pero en esta ocasión, se puede decir sin miedo a equivocarse que no ha dado en el clavo. Algunos expertos, como Robin Simon, editor del British Art Journal y crítico de arte del Daily Mail han dado un paso más, calificando el resultado directamente como “podrido”. “No se parece nada a la Kate de la vida real”, señala.

No sé si resulta adecuado utilizar esa palabra, pero desde luego el lienzo poco o nada refleja la frescura de una joven que acaba de cumplir 31 años. Es oscuro, y la hace parecer mucho mayor y cansada. En definitiva que el retrato no ha gustado. “Me encantaría poder encontrar algo positivo que decir al respecto, pero por desgracia, no puedo... creo que es, francamente, un esfuerzo flatulento”, matiza Stuart Pearson Wright, ganador del reputado Premio BP de retratos, y famoso su controvertido retrato del Duque de Edimburgo.

Aquel acrílico sobre tela, que fue presentado por primera vez en 2004 sí que no dejó indiferente a nadie. El esposo de la soberana se mostraba con una mosca sobre su hombro y a pecho descubierto con una gran mata de pelo blanco. De su dedo índice levantado crecía una planta. Curiosamente, de lo único que se quejó el duque es que le había sacado con una nariz muy grande.

Seguramente su mujer le sacaría más defectos porque con más de 60 años en el trono, la reina Isabel II se ha convertido en una de las personas más retratadas de la historia. Sus rasgos han sido capturados por multitud de artistas y fotógrafos, desde Pietro Annigoni y Cecil Beaton hasta Annie Leibovitz y Andy Warhol.

Aunque ha sido el retrato que la hizo recientemente el fotógrafo Chris Levine el que más ha dado de qué hablar. La reina aparece con los ojos cerrados, como si estuviese alejada momentáneamente de todas las obligaciones de la Corona. El holograma lleva por título La levedad del ser. Hace poco, fue descrita por un crítico como el “el retrato más grandioso de Isabel II hasta el momento”. Según Levine, la pose no fue planeada. “Le pedí que descansara durante las tomas y el momento mágico sucedió”, dijo.

Puede que su nieta política le pida para la próxima ocasión algún consejo que otro porque está visto que con el pintor de rinocerontes no ha acertado.

Emsley nació en Glasgow, pero creció en Sudáfrica y fue allí donde se especializó en pintar animales. A pesar de las críticas, el artista parecía vivir este viernes en otro mundo porque tras la presentación no hacía más que recalcar lo feliz que estaba por haber cumplido las expectativas. “Una persona cuya imagen es tan penetrante... es difícil de retratar. Debes ir más allá y encontrar algo que sea original. Debes confiar en tus instintos. Espero haber tenido éxito”, señaló. “Aunque uno siempre ve fallos en sus creaciones, parece que hoy todo el mundo ha quedado contento”, dijo. Y se quedó tan tranquilo.

Por su parte, Kate se tomó diez minutos antes de emitir veredicto. Dijo estar “encantada”, pero por primera vez el pueblo no la creyó.