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Francia y Alemania están a la greña otra vez: falta el relato político
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José Zorrilla

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Francia y Alemania están a la greña otra vez: falta el relato político

Este año se cumple el cincuenta aniversario del Tratado del Elíseo entre Francia (De Gaulle) y Alemania (Adenauer). Para celebrarlo, el Louvre y  el Forum alemán

Este año se cumple el cincuenta aniversario del Tratado del Elíseo entre Francia (De Gaulle) y Alemania (Adenauer). Para celebrarlo, el Louvre y  el Forum alemán para la Historia del Arte decidieron hacer una exposición conjunta bajo el título De l´Allemagne. De 1800 a 1939. De Friedrich à Beckmann*.

Nada más inaugurarse, el habitualmente comedido Die Zeit titula así su cobertura de la exposición: “¿Estaba el arte alemán programado para la guerra y la catástrofe? Una exposición en el Louvre así lo sugiere y provoca un escándalo cultural y político”

El no menos comedido Frankfurter Allgemeine Zeitung remacha: “da la impresión de que los alemanes, tras un corto período de fascinación por el mundo antiguo, volvieron a sus bosques y allí, en entre verdes y frondosos arbustos, bajo sus venenosos colores de tierra y musgo, enloquecieron hacia 1900 antes de sumirse finalmente en el nazismo”.

Europa no aguanta veintisiete relatos nacionales, cosa que tuvieron muy clara los alemanes del s. XIX y el nacionalista por excelencia, el francés Renan, que incluso predicó la mentira como base de la nación

¿Cómo es posible tal desencuentro franco alemán en pleno s. XXI? Pues porque la exposición estaba programada para ser desarrollada conjuntamente entre Francia y Alemania.  Ésta sugirió articularla en torno al clasicismo de Weimar/Goethe y los diversos polos geográficos de la cultura alemana y el relato nacional germano. Perdió la partida y dejó al Louvre en solitario, lo que llevó al relato nacional francés. Napoleon se presentó en Alemania llevando la libertad. Los alemanes la rechazaron y se embarcaron en un camino especial (Sonderweg) que terminó por llevarles primero a la irracionalidad romántica y medievalista de Schlegel y los pintores nazarenos, luego a rechazar la cultura francesa a principios del s. XX en nombre de la Kultur, y, faltos de esa referencia inexcusable, a precipitarse en el  apocalipsis de 1945.

Yo veo esto con ojos de europeo, ajeno al encono nacional, y me parece imposible -e increíble- que la exposición haya caído en una especie de eterno retorno a la Nietzsche. Empieza por adorar a los dioses griegos desde el pedestal de Weimar (1800) y termina bajando desde el cielo a encontrarlos de la mano del Führer y de Leni Riefenstahl, encarnados en jóvenes atléticos nazis (1938). 

Hay que recordar lo evidente: resulta imposible encontrar en la Alemania de Goethe ningún antecedente del nazismo.  De hecho Goethe aprovechó el éxodo provocado por la invasión napoleónica para hacer que se encuentren Hermann y Dorotea y se amen en versos sublimes. Por la misma razón es igualmente difícil encontrar en la sensibilidad romántica de Friedrich y en el medievalismo de los nazarenos el antecedente del arte musculoso nazi.

La adopción del modelo francés de patria se produce, precisamente contra Francia en 1870, tras cincuenta años de fracasos jalonados por Hombach (1832) y Pauluskirche (1848). Según este otro relato, Alemania, originalmente pacífica y cultivadora del terruño (Heimat), lo abandona por influencia francesa para adoptar la patria (Vaterland) y así devolverle a Francia la derrota de Jena con la derrota de Sedan, aunque sin arrasar París como Napoleon saqueó Weimar. De eso se ocuparon los propios franceses con la Comuna.  Este relato, como se ve, tiene poco que ver con el de la exposición.

¿Cómo es posible tal desencuentro franco alemán en pleno s. XXI?

En punto a antigalicismo, por hablar de Sonderweg, creo que la liberal Inglaterra gana a todos. La Cartuja de Parma de Stendhal tardó en traducirse unos setenta años. Y el Padre Goriot, de Balzac, casi otros tantos. Al traductor de Zola, por cierto, Henry Vizetelly, lo metieron en la cárcel. Si lo que se busca es pensamiento artístico conservador, a Ibsen se le sacó de catálogo por ser “una alcantarilla al aire libre” (“open sewer”). Tampoco están mal los prerrafaelitas, que dejan a los pintores medievalistas alemanes como peligrosos revolucionarios.  En cuanto a antisemitismo el primer judío que entró en el Jockey Club de París fue un Rotschild en 1945. Y en 1947 los judíos todavía no podían enseñar en Harvard ni practicar la medicina en Canadá.

He estudiado el catálogo. Soberbia erudición, abrumadora profesionalidad. Pero el propósito lo arruina todo. No están ni el Blaue Reiter (Munich) ni el Die Brücke (Dresde), ni la Bauhaus, ni todos los pintores rusos, Jawlensky, Kandinsky o Chagall, (aunque sí Klee), vanguardias que encontraron su París en la acogedora y para nada antimoderna Alemania.  El Romanticismo, para sus autores, es una reacción a la modernidad de 1789. Para quienes lo hayan olvidado. El Himno a la noche de Novalis se escribe por aquellas fechas y se publica en 1800. Por otra parte Novalis tenía una excelente formación científica.

Afortunadamente la gran defensora de la exposición francesa ha sido la embajadora de Alemania y los críticos de la misma los intelectuales franceses. Creo es lo único positivo de toda esta triste historia. En fin, lo que se deduce de esta polémica es que Europa no aguanta veintisiete relatos nacionales, cosa que tuvieron muy clara los alemanes del s. XIX y el nacionalista por excelencia, el francés Renan, que incluso predicó la mentira como base de la nación.

Practicamos un marxismo de catequesis y creemos que con la economía hay bastante y que el resto se nos dará por añadidura. Y no es así. El que los países europeos se acerquen es bueno si el denominador es común. En caso contrario del roce no nace el cariño sino las chispas. 

*De l´Allemagne. De Friedrich a Beckmann. 1800-1939” Hazan / Éditions du musée du Louvre. Auteurs Collectif, Sébastien Allard, Danièle Cohn.

José A. Zorrilla, diplomático.

Este año se cumple el cincuenta aniversario del Tratado del Elíseo entre Francia (De Gaulle) y Alemania (Adenauer). Para celebrarlo, el Louvre y  el Forum alemán para la Historia del Arte decidieron hacer una exposición conjunta bajo el título De l´Allemagne. De 1800 a 1939. De Friedrich à Beckmann*.