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Felipe VI, Carlos III y el doctor Johnson
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José Zorrilla

Las tres voces

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Felipe VI, Carlos III y el doctor Johnson

El recién coronado Rey de España Felipe VI ha elegido como modelo de monarca a Carlos III. Una excelente noticia, Carlos III es el momento más

Foto: El Rey Felipe VI pasa revista, entre el humo de las 21 salvas de ordenanza, en la Academia General Militar de Zaragoza (Efe).
El Rey Felipe VI pasa revista, entre el humo de las 21 salvas de ordenanza, en la Academia General Militar de Zaragoza (Efe).

El recién coronado Rey de España Felipe VI ha elegido como modelo de monarca a Carlos III. Una excelente noticia, Carlos III es el momento más alto de España desde la victoria de Carlos V en Mühlberg. Empecemos: el siglo XVIII arranca con dos grandes cambios estratégicos. Llegan a España los Borbones y a Inglaterra los Hannover, estos últimos con un pacto constitucional que amplía las facultades del Parlamento, el Act of Settlement, (1701), a la que seguirá en breve el Acta de Unión entre Escocia e Inglaterra (1707).

España ha coronado ya la cima de su madurez y desciende. Ha perdido con la Paz de Utrecht, Italia, Flandes e incluso Menorca y Gibraltar. Inglaterra, por el contrario, se apresta al asalto de la hegemonía global y dejar los asuntos nacionales en manos de la nación y unirse con Escocia van a ser los primeros de sus aciertos. Cual sea su mejor enemigo lo tienen claro: el único mercado global al que no tienen acceso, el Imperio español. En palabras del Almirante Howe, "España es, precisamente, el poder contra el que Inglaterra puede siempre luchar con la mayor esperanza de ventaja y honor. Las colonias de las que extrae sus recursos están tan lejos de la metrópoli y tan distantes entre sí que España, más que ninguna otra potencia, se ve obligada a contemporizar hasta que sea capaz de infundir actividad a todos los miembros de su inmenso y descoyuntado Imperio".

Es alentador que SM el Rey tome como modelo a nuestro último monarca estratégico. La verdad es que si algo necesitamos es estrategia. Ahora bien, ya veremos si da el paso adelante algún Aranda, un Floridablanca o un Grimaldi

España también es potencia revisionista, como Inglaterra, pero carece de Parlamento y por ello su estrategia no es comercial, sino dinástica. Verdad es que los objetivos de Gibraltar y Menorca los hubiera asumido cualquier Parlamento electo. Volver a Italia para poner en sus tronos a los hijos del Rey, no. Así que España rechaza el Gibraltar que le ofrece Inglaterra y prefiere enfrentarse a toda Europa para recuperar Italia (lo que no consigue). Como era de esperar la guerra termina mal y el Rey destierra a Alberoni en 1719. Fin de la primera parte.

El gran juego de la neutralidad

1733, I Pacto de Familia con Francia. Sigue España en su intento de volver a Italia y finalmente se consiguen el Reino de las Dos Sicilias y el Ducado de Parma. Con estas victorias mitigadas, una Armada construida por José Patiño y algunas reformas ilustradas internas, llega al trono Fernando VI y, con él, el Marqués de la Ensenada, uno de los más lúcidos ministros que haya tenido España. Su visión estratégica es un Gran Juego de neutralidad entre Francia e Inglaterra con el Imperio español como prenda.

En sus propias palabras: “Por antipatía y por interés serán siempre enemigos los franceses e ingleses, porque unos y otros aspiran al comercio universal y el de España y su América es el que más les importa". En 1743 firma el II Pacto de Familia con Francia. Tras diversas incidencias bélicas que no alteran el panorama estratégico llega Carlos III al trono de España en 1760, desde el de Nápoles en el que había dejado fama de ilustrado y buen administrador. Pompeya, Capodimonte y Caserta lo ratifican todavía hoy.

¿Era más importante Florida que Gibraltar? Desde luego. España dependía del oro de las Indias y Florida era el flanco de los convoyes que lo traían a la Península. Por otra parte España tenía en el Mediterráneo bases suficientes y no era todavía un Estado nación sino un Imperio

Carlos III sigue siendo revisionista y además proactivo. No sólo quiere recuperar lo perdido, sino infligir a Inglaterra todo el daño estratégico que pueda. En 1761 firma el III Pacto de Familia y acompaña a Francia en su empeño antinglés de la Guerra de los Siete Años, con resultados desastrosos. Pierde la Menorca que había brevemente recuperado y sobre todo Florida. Para compensar esa pérdida Francia entrega a España Nueva Orleans, gracias a lo que esa ciudad conserva un legado muy especial hasta el día de hoy. La población cajún, quebequeses católicos perseguidos por la Inglaterra protestante y acogidos por su Católica Majestad, y un urbanismo colonial español único en los EEUU.

La oportunidad de revancha se presenta con la rebelión de los colonos americanos en 1775. De inmediato, Pierre Beaumarchais, autor de Las bodas de Fígaro, crea la empresa hispano-francesa Rodríguez Hortalez Co. que desvía a las Trece Colonias dos millones de libras, según lo recuerda la web de la CIA. En 1779 España rechaza otra vez (y ahora correctamente) la oferta de recuperar Gibraltar que le hace Stanhope y declara la guerra a Inglaterra.

¿Mejor Florida que Gibraltar?

¿Era más importante Florida que Gibraltar? Desde luego. España dependía del oro de las Indias y Florida era el flanco de los convoyes que lo traían a la Península. Por otra parte España tenía en el Mediterráneo bases suficientes y no era todavía un Estado nación sino un Imperio. El territorio "nacional" carecía de la valencia que iba a tener tras la Revolución Francesa.

Después del primer acierto estratégico de Gibraltar, en negativo, España se embarca en otros dos aciertos, estos en positivo. Primero la alianza con todos los enemigos de Inglaterra, Holanda incluida, y el hostigamiento del contrario en todos los frentes. El resultado lo resume así el Primer Lord del Almirantazgo, Richard Howe, en una comunicación al Almirante Rodney: “Es imposible tener en todas partes la Armada más poderosa”.

“He perdido un Imperio”

El tercer as de Carlos III es la logística. Reconquistada Florida y con Nueva Orleans como cabecera, el Misisipi, en aquellos días español, sirve como autopista para que los rebeldes reciban todo lo que necesitan: dinero, armas, munición, comida, ropa, tejidos... con el resultado final que Howe había anticipado. En Yorktown los colonos vencen a los ingleses y en Chesapeake Bay terminan por enfrentarse la escuadra francesa de De Grasse y la Royal Navy de Graves. Francia tiene 37 barcos, de ellos 28 navíos de línea. Graves sólo 19. Por otra parte la escuadra francesa está recién pertrechada en Dominicana y Cuba y Graves viene de patrullar en las Islas de Barlovento. El resultado es el previsible y en 1783 se firma la Paz de París. El Rey Jorge III resume la situación con una frase escueta y terrible: “He perdido un Imperio”.

A Inglaterra le quedaban 100.000 fieles norteamericanos que subieron a Canadá, la Compañía de las Indias en el Extremo Oriente (la Corona no administraba ningún territorio en el subcontinente), una colonia penal en Australia (1780) y una base comercial privada en el Vancouver de hoy, abierta en 1789. El resto eran pequeñas islas y bases: Jorge III tenía razón. La pérdida de los EEUU, sigue siendo, a día de hoy, la peor derrota estratégica de Inglaterra.

España se embarca en otros dos aciertos. Primero la alianza con todos los enemigos de Inglaterra, Holanda incluida, y el hostigamiento del contrario en todos los frentes. El resultado lo resume así el Primer Lord del Almirantazgo, Richard Howe: ‘Es imposible tener en todas partes la Armada más poderosa’

España, con la excepción de Gibraltar, recuperó todo lo que había perdido, con el añadido de haber eliminado del Atlántico la mayor y mejor base de operaciones inglesas. De hecho, en el breve plazo que va de 1783 hasta la Revolución Francesa, España pudo pensar que había redorado sus antiguos blasones. Y eso lo consiguió gracias a la lucidez de Carlos III y de algunos de los mejores hombres de Estado que en aquel momento tenía no sólo España, sino la propia Europa, siendo especialmente de destacar los Condes de Floridabanca y Aranda.

Volvamos al presente. Es alentador que SM el Rey tome como modelo a nuestro último monarca estratégico. La verdad es que si algo necesitamos es estrategia. Ahora bien, ya veremos si da el paso adelante algún Aranda, un Floridablanca o un Grimaldi. Al Rey, quede claro, no le toca escogerlo. El Rey reina (poder blando) pero la clase política gobierna (poder duro). Por eso carece de sentido decir "a ver qué tal lo hace Felipe VI" o "todo dependerá de lo que haga".

El que la corona se mantenga sobre las sienes del Rey no depende de él sino del buen gobierno que la clase política ejerza. Y la auditoría de tal gobernanza va a ser el chavismo de Podemos. Ese es el primer peligro. Hay un segundo. Que si no se rectifica el rumbo de la gobernanza al gusto de Podemos -algo por definición imposible-, este movimiento seguirá avanzando en las urnas, lo que abre el riesgo de contagio chavista para una izquierda hasta ahora sistémica. A los hechos me remito. Eduardo Madina ha hablado de "modernidad", término que toma prestado de Pablo Iglesias. IU enarbola la tricolor después de 40 años de eurocomunismo y mientras que el PSOE nos recuerda sus raíces republicanas (?) se abstiene de votar el aforamiento del Rey, al tiempo que el PSE en Vitoria vota a favor del aforamiento de los diputados autonómicos vascos.

Parafraseando al Dr. Johnson: “En ausencia de principios y estrategias, el republicanismo podría ser el último refugio de los sinvergüenzas”. 

El recién coronado Rey de España Felipe VI ha elegido como modelo de monarca a Carlos III. Una excelente noticia, Carlos III es el momento más alto de España desde la victoria de Carlos V en Mühlberg. Empecemos: el siglo XVIII arranca con dos grandes cambios estratégicos. Llegan a España los Borbones y a Inglaterra los Hannover, estos últimos con un pacto constitucional que amplía las facultades del Parlamento, el Act of Settlement, (1701), a la que seguirá en breve el Acta de Unión entre Escocia e Inglaterra (1707).

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