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Podemos: entre Oslo y Caracas
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José Zorrilla

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Podemos: entre Oslo y Caracas

Leo que un jerarca de Podemos asegura que mirará más a Oslo que a Caracas en cuanto a futuras estrategias de gobierno. Es un propósito noble y, de conseguirse, auguro a sus ejecutores no el Nobel de Política, por inexistente, pero el de la Paz, seguro

Foto: Pablo Iglesias. (REUTERS/Sergio Pérez)
Pablo Iglesias. (REUTERS/Sergio Pérez)

Leo que un jerarca de Podemos asegura que mirará más a Oslo que a Caracas en cuanto a futuras estrategias de gobierno. Es un propósito noble y, de conseguirse, auguro a sus ejecutores no el Nobel de Política, por inexistente, pero el de la Paz, seguro. Y además se entrega en Oslo, miel sobre hojuelas.

Hay, sin embargo, un pequeño obstáculo. La socialdemocracia nórdica y el populismo chavista son algo así como el cero y el infinito y es imposible reconciliarlos. No es que lo diga yo, que viví allí. Lo dice toda la doctrina. Recojo solo algunos puntos básicos y advierto que hablo de un modelo ideal socialdemócrata, no de la praxis política realmente existente.

Uno. En materia de filosofía política, la socialdemocracia se basa en dos principios propios de los estados de Derecho. La renuncia a representar la totalidad de la sociedad y la reversibilidad del ejercicio del poder. Más claro. Son solo un partido más, no la expresión de ninguna clase universal y aceptan que pueden perder las elecciones e irse a la oposición. Podemos, por el contrario, se manifiesta heredera del pensamiento marxista de Gramsci-Laclau, es decir, no ceja en su empeño de construir una clase universal sobre la base de los descontentos con el estatus quo, por definición, sus votantes.

El que tampoco acepten las nociones convencionales de derecha e izquierda complementa el horror anterior, pues remite a la idea de clase dominante-minoritaria-explotadora vs. clase dominada-universal- revolucionaria, propia del socialismo realmente existente hasta 1991. En definitiva, el marco político de la socialdemocracia es el Estado de Derecho; el del populismo podemista, tendencialmente totalitario/postmarxista (digo tendencialmente porque llevarlo a la práctica puede resultarles arduo).

Dos. El origen de los fondos con los que financiar el estado del Bienestar. La socialdemocracia confía en la empresa privada para que, por la vía de incrementos de productividad, se generen ingresos extra para el Estado. Esos incrementos los explica el modelo de Solow y consisten en incorporar más factor capital en las unidades productivas y cualificar profesionalmente a los trabajadores. Ejemplo: un campesino saca a base de hoz y guadaña 100 toneladas de cereales de su parcela. Se le dota de abono y de un tractor y pasa a producir 800.

La socialdemocracia nórdica y el populismo chavista son algo así como el cero y el infinito, y es imposible reconciliarlos. No es que lo diga yo, que viví allí. Lo dice la doctrina

Obviamente, eso exige disponer de dinero para comprar el tractor y cualificar al agricultor para que sepa cómo abonar la tierra y cómo conducir el tractor. Por el contrario, el populismo saca el dinero de dónde puede. A Perón le sirvieron los excedentes de divisas  del Banco Central. El oro desbordaba por los pasillos. Alan García, en el Perú de los ochenta, repudió la deuda sin más. Chávez recibía al año 90.000 millones de dólares de renta de petróleo ¡El 50% del PIB venezolano! En cuanto a Podemos, su receta para obtener fondos es "auditar" la deuda externa.

Obviamente los populistas ni han oído hablar de Solow ni se preocupan por el crecimiento.

Tres. El uso que se da al dinero. La socialdemocracia redistribuye. Es decir, una Agencia Tributaria profesional ingresa los rendimientos extras debidos al mejor desempeño de la economía y los va colocando según le indica el Parlamento o el Ejecutivo. No los mete directamente en la demanda de consumo privado. Abre albergues para mujeres maltratadas, admite refugiados, baja impuestos para los más desasistidos, sube pensiones, etcétera…

El populismo pasa olímpicamente de Agencias Tributarias y estrategias de distribución. Mete el dinero en sacos y lo va repartiendo a voleo entre sus bases. O da bonos, sean de comida o de otros bienes, también a sus bases, sin ton ni son. Insisto en esto de "sus bases" porque los pobres de verdad, los no urbanos, quedan al margen de ese maná. Podemos habla de una “renta universal”. ¡Ojalá fuese posible!

Cuatro. La socialdemocracia incorpora a los ciudadanos a la vida política por la vía electoral y por las ayudas a la consolidación de una sociedad civil vibrante y participativa. Puede decirse que, cuanto más densa sea la trama de la sociedad civil, mejor para la socialdemocracia. Demagogia, llamadas a la unión nacional, al antimperialismo, etcétera, no forman parte de la vida política. Por el contrario, el populismo incorpora a los ciudadanos a la polis por la vía de la movilización (manifestaciones) y las apelaciones demagógicas al enemigo exterior y los sentimientos. El enemigo exterior pueden ser los fondos buitres acreedores, el imperialismo, los extranjeros... la lista es larga. Tanto las manifestaciones de bus y bocadillo como las apariciones del líder en televisión se convierten en cotidianas. La importancia del liderazgo también es clave. El  líder y las masas tienen precedencia sobre la legalidad.

El populismo pasa de Agencias Tributarias y estrategias de distribución. Mete el dinero en sacos y lo va repartiendo a voleo entre sus bases. O da bonos, de comida o de otros bienes, también a sus bases, sin ton ni son

Cinco. En cuanto al ejercicio del poder como tal, el populismo se apropia del Estado sin complejos. No hay base funcionarial que valga ni meritocracia. Las consecuencias sobre FFAA, Tribunales, Organismos Reguladores y alta función pública son las imaginables. Obviamente, la corrupción es sistémica e impune.

Seis. La socialdemocracia perdura. Por el contrario, no hay un solo ejemplo de populismo que haya terminado bien. Antes o después, las locuras arriba descritas terminan por provocar el hundimiento del experimento con gravísimas consecuencias para el común de la población. La minoría dirigente, sin embargo, ostenta su riqueza sin complejos y blinda su escandalosa corrupción con la coartada del antimperialismo o lo que sea. Porque ser antimperialista no está reñido con ser corrupto, al contrario.

La élite chavista compra los mejores pisos de Miami y arrasa en los concesionarios de Ferrari y Lamborghini. Con decir que es el país más corrupto del mundo y el más violento creo que no hay mucho más que añadir, salvo que en la lista Falciani ocupa el número tres en monto de fondos opacos y, pese a ello, está en quiebra. ¡Y ay de ti si se te ocurre denunciarlo! Podemos en esto es (casi) virgen, pero Cataluña y su populismo nacionalista podrían decir algo al respecto. De Ferraris sabe mucho Oriol Pujol. Y de lo que les pasa a los ciudadanos ejemplares que lo denuncian sabe otro tanto Albert Boadella. Nos lo explicó con un discurso artístico magistral en los años ochenta y esa valentía le costó tener que irse del oasis.

En Oslo, y con esto termino, no hay muchos Ferraris ni tampoco antimperialistas, pero si te pillan en un renuncio económico respondes del daño con todos tus bienes, presentes y futuros. Y mientras no devuelvas el dinero no se te aplican beneficios penitenciarios. ¡Toma buenismo socialdemócrata!

Vuelvo a Podemos. Mucha suerte en el intento de cohonestar el Norte y Caracas. Y si sale bien y os dan el Nobel os invito a champagne y vosotros me invitáis a Oslo. La ocasión será galáctica. ¡Por fin España volverá al podio de los grandes políticos del que estaba ausente desde que Maquiavelo tomó a Fernando de Aragón como modelo para su "Príncipe"! 

Leo que un jerarca de Podemos asegura que mirará más a Oslo que a Caracas en cuanto a futuras estrategias de gobierno. Es un propósito noble y, de conseguirse, auguro a sus ejecutores no el Nobel de Política, por inexistente, pero el de la Paz, seguro. Y además se entrega en Oslo, miel sobre hojuelas.

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