Es noticia
Lecciones globales de hegemonía para Errejón
  1. Mundo
  2. Las tres voces
José Zorrilla

Las tres voces

Por

Lecciones globales de hegemonía para Errejón

Voy a permitirme presentar algunos conceptos elementales de marxismo a los lectores para terminar aclarando qué es esto de la hegemonía aplicada a la vida política española

Foto: Ucranianos ondean banderas comunistas ante una estatua de Lenin en Donetsk, el 1 de mayo de 2014 (Reuters).
Ucranianos ondean banderas comunistas ante una estatua de Lenin en Donetsk, el 1 de mayo de 2014 (Reuters).

Los chavales de Podemos han vuelto a poner de moda el concepto de hegemonía, sobre todo a raíz de un tuit indescriptible de Errejón. Supongo que a la mayoría de los lectores el palabro no les dice nada. A mí me devuelve a largas charlas de madrugada esmaltadas de gusto a tabaco negro y a la exaltación de creer que la muerte era para otros. Voy a permitirme presentaralgunos conceptos elementales de marxismo a los lectores para terminar aclarando quées esto de la hegemonía aplicada a la vida política española.

Nada más producirse la revolución de Octubre de 1917, los bolcheviques inician la toma del poder. En teoría iban a hacerlo en colaboración con otras clases, sobre todo el campesinado, si bien bajo la dirección de la clase revolucionaria por excelencia, el proletariado. Objetivo final: hegemonía de la clase universal e inicio de la utopía, desaparición del Estado y advenimiento del Reino de la Libertad. Por desgracia, la cosa no fue tan aséptica como parecía y Lenin inició un asalto brutal a todo lo asaltable.

La Iglesia ortodoxa, la Universidad, los ensayistas, escritores y poetas, y, naturalmente, esa gran memoria étnica del pueblo que era el campesinado ruso... La brutalidad era obligada pues, cuanto más débil eres y más utópicos tus objetivos, mayor ha de ser el nivel de represión. Sobre esto, el libro de referencia es el de Guglielmo Ferrero. Y si quieren ver cómo trató Octubre a los campesinos pueden leer Chevengur, de Andrey Platonov. En definitiva, Lenin, y luego Stalin, usaron la fuerza para intentar conseguir la hegemonía del proletariado (en realidad, del PCUS) no en conjunción con otras clases, sino sobre sobre la totalidad de las clases y fuerzas sociales. Esa era su visión de la Revolución.

Antonio Gramsci era un socialista italiano de primera hora y, cuando llegó el momento de decidir si se quedaba con los socialistas o adoptaba los modos soviéticos, optó por esto segundo (Livorno, 1921). Gramsci, desde la dirección de su periódico Ordine Nuovo, observaba el asalto leninista al poder con lógica distancia. Le parecía que Italia no era Rusia y que esos modos no eran de aplicación en su país. Italia estaba dividida en dos grandes bloques, los proletarios de Turín, sin duda clase revolucionaria, y el resto del Bel Paese, lleno de gente "subalterna" pero católica y monárquica. En lugar de decir que estaban "alienados" dijo que el aparato dominante –Iglesia, Estado, medios de comunicación–les hacía aceptar la hegemonía del orden establecido. Había que convertirlos a la Revolución, pero sin brutalidad, sustituir una hegemonía por otra a base de persuasión.

Es decir, Gramsci sustituía el pelotón de fusilamiento por el púlpito y el resultado final habría de ser un bloque en el poder capaz de llevar adelante la agenda revolucionaria. El suyo era un marxismo evangélico, trasunto de la conversión religiosa. Por desgracia para él, la conversión al cristianismo no tiene nada que ver con el intento de conversión al comunismo. Ambos son fenómenos completamente distintos y los interesados en la conversión de verdad harían bien en leer el clásico de Nock en la materia.

Gramsci fracasó. Ni siquiera consiguió tomar el PSI desde dentro y convertirlo en comunista. Con él se fueron apenas unos pocos militantes dirigidos por Amadeo Bordiga. Pero su importancia teórica es excepcional. Primero, porque en el marxismo lo que de verdad contaba hasta entonces era el estadio de las fuerzas productivas (infraestructura): no era lo mismo segar a mano que con segadora mecánica. La razón era que del estadio de las fuerzas productivas derivaban no solo modos de producción, sino relaciones de producción (superestructura), ideas. Vamos que a Platón se le ocurrió el mito de la caverna porque en Atenas se cosechaba con hoz. Sin embargo, Gramsci situaba el centro de gravedad de la Revolución en la superestructura, las ideas. Había que sacar a los italianos de la caverna de Platón y llevarlos a los coros del Ejército ruso. El segundo aspecto de su importancia era que, de facto, excluía la Revolución como método. Pues lo que él planteaba no podía hacerse como quien toma una trinchera al asalto; no estamos en la post-guerra de 1914-1918, sino en una larga guerra de posiciones.

No hace falta decir que el leninismo, o si se prefiere, la URSS, fracasó. El PCI, heredero de Gramsci, hizo una interpretación peculiar de su legado. Imponer la hegemonía consistió en meternos películas de Gian Maria Volonte hasta en la sopa y poner en escena Galileo Galilei o alguna otra cosa de Bertol Brecht día sí día no para recordarnos lo malas que eran la Inquisición, la guerra y otras penurias capitalistas.

Hacia los años sesenta el descrédito del socialismo realmente existente era absoluto. En esa oportunidad, las barricadas del Mayo francés parecieron alumbrar un nuevo sujeto revolucionario y con un bloque en el poder que no era el proletariado industrial. Pero los sindicatos franceses prohibieron el contacto entre estudiantes y obreros. No sabemos si por convicción o por prudencia: los tanques del General Massu aguardaban la respuesta final del gaullismo y el recuerdo de la Comuna planeaba sobre París.

El fracaso de Mayo del 68 no disuadió a todos, especialmente a otro de los gurús de Podemos, Toni Negri, convencido de que, como el Estado capitalista era poco menos que una tribu caníbal, bastaba iniciar una campaña de asesinatos selectivos para que se desatase una represión feroz, parecida a la de Francia en Argelia o en Indochina, lo que inexorablemente llevaría a la Revolución y la toma de poder.

No fue así porque, a pesar de la prosapia intelectual del estratega, no es lo mismo guerra revolucionaria que terrorismo, error que las Brigadas Rojas compartieron con ETA.

Se trata de latinoamericanizar Europa

Queda la tercera ola y el tercer gurú, Ernesto Laclau. El mundo tuvo la fortuna de que cuando el fenómeno peronista llegó al poder en Argentina se encontrase allí un exilado italiano excelente, el profesor de Sociología Gino Germani, que nos dejó una caracterización del populismo canónica y todavía actual. Pero todos los populismos terminaron por fracasar debido a su corto recorrido intelectual, sobre todo en el dominio de la economía. Y cuando ya parecía que habíamos llegado al fin de la historia (marxista) hete aquí que, de la mano del postmarxismo (o lo que sea, en cualquier caso francés) un sociólogo argentino, Ernesto Laclau, descubre en el populismo la verdadera dinamita del capitalismo. Las clases medias desestructuradas por la globalización no se limitan a votar a un líder carismático sino que, convenientemente guiadas hacia la hegemonía, pueden derivar en el bloque en el poder que haga posible la Parusía.

Para que vean el nivel intelectual del autor, se trata de "latinoamericanizar Europa". Sorprendente propósito el de hacer avanzar la historia a base de convertir a un país postindustrial con 28.000 dólares de PIB en un país agrícola y rentista con 2.800 dólares de PIB. Esa es la hegemonía con la que sueña Podemos. En definitiva se trata de triturar la pluralidad constituyente de toda sociedad y sustituirla por un pensamiento único y una praxis feroz. Pues no se ha descubierto todavía modo de que ese inmenso caudal de talento y vida que llamamos sociedad pueda ahormarse en un único molde. Los bolcheviques lo tuvieron claro con Lenin y luego con Stalin. No hay otra, sino la fuerza. Como lo tuvieron claro los nazis, los revolucionarios franceses, Mussolini o Franco y, recientemente el venezolano Maduro con sus milicias armadas. No hay otro modo y solo dura lo que dura la aplicación de la bota malaya.

Termino. No necesitamos ese tipo de hegemonía para nada. Hegemonía solo la de la razón, la tolerancia y el justo reparto de los bienes y servicios que producimos. Para ello, puestos a emprender la lucha, que vamos perdiendo, como ha dicho Warren Buffet, yo sugiero: primero y principal; dotarnos de escala en Europa. Con 29 estaditos la globalización puede vencernos. Con uno solo es mucho más difícil. Así pues, repropongamos a Lenin. En vez de: todo el poder a los soviets, digamos: todo el poder a la UE; segundo: hay que dotarse de aparato teórico, sobre todo económico. Roosevelt encontró a Keynes. A mí me parece que en Europa tenemos dos grandes campos de reclutamiento. Uno los economistas católicos, para quienes lo que importa es el bienestar de todos y no el beneficio del capital. Y, en el otro lado recomendaría a Piketty, un marxista con las ideas clarísimas.

La lucha va a ser larga y no solo de posiciones. Pero si se juegan bien todos los activos se puede terminar por vencer. Ahora bien: en lo referente a sociedad nada de hegemonías. No es bueno imponer una opinión a base de bayonetas y guillotinas. Lo hermoso son las voces distintas pero bien acordadas, la polifonía. Para convencerles les sugiero oigan como ejemplo este motete de Alonso Lobo y, tras enjuagarse las lágrimas de emoción, comenten por favor.

Los chavales de Podemos han vuelto a poner de moda el concepto de hegemonía, sobre todo a raíz de un tuit indescriptible de Errejón. Supongo que a la mayoría de los lectores el palabro no les dice nada. A mí me devuelve a largas charlas de madrugada esmaltadas de gusto a tabaco negro y a la exaltación de creer que la muerte era para otros. Voy a permitirme presentaralgunos conceptos elementales de marxismo a los lectores para terminar aclarando quées esto de la hegemonía aplicada a la vida política española.

Unión Soviética (URSS) Benito Mussolini Grecia