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No creas a un italiano que te explique el referéndum de Renzi
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Daniele Grasso

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Daniele Grasso

No creas a un italiano que te explique el referéndum de Renzi

Reformar la Constitución italiana es algo que lleva planeando sobre el Parlamento desde hace, al menos, 40 años. Las últimas reformas de calado se plantearon en 2001, 2005 y 2012

Foto: El primer ministro italiano, Matteo Renzi, durante un programa de televisión sobre el referéndum, el 30 de noviembre de 2016. (Reuters)
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, durante un programa de televisión sobre el referéndum, el 30 de noviembre de 2016. (Reuters)

Los italianos os estamos mintiendo por partida doble sobre el referéndum del 4 de diciembre. A menos que la persona con la que habléis sea un catedrático de Derecho Constitucional, nadie puede decir que conoce todos los detalles de lo que va a votar este domingo. Incluso entre los catedráticos, hay quien duda. Pero, sobre todo, no creáis a quien sostiene que el voto es sobre la Constitución: el voto en esta consulta es un voto sobre tres años de guerras internas en la clase política italiana. Vayamos por partes.

¿Qué pregunta el referéndum?

La pregunta del referéndum es si los italianos aprueban el texto legislativo de 60 páginas publicado en el Boletín Oficial el 15 de abril de 2016.

¿Qué se vota?

Estos, resumidos a más no poder, son los puntos más importantes de la reforma que los italianos podemos aprobar.

  • Viva el Senado, el Senado ha muerto. El Senado actual está compuesto por 315 senadores, elegidos en las elecciones generales por todos los ciudadanos con más de 25 años de edad. El Senado propuesto por la reforma estaría compuesto por 95 senadores que representan regiones (74 de ellos) y ayuntamientos (21). Además, habrá cinco senadores vitalicios elegidos por sus 'méritos'. En la práctica: cualquier senador será también concejal regional o alcalde. Los nuevos senadores ya no contarán con un sueldo del Senado (pero sí seguirán teniendo inmunidad parlamentaria ante la Justicia), del que ahora gozan igual que sus compañeros en la Cámara.
  • Cambio de sistema. Contrariamente al sistema actual, el nuevo Senado podrá proponer mejoras a los textos que salen de la Cámara. Pero esta podrá decidir si los escucha o no, no serán vinculantes. El Senado, además, deberá pedir permiso para dar su opinión sobre cada ley.
  • ¿Decides tú o decido yo? El reparto de competencias entre Estado y regiones acaba día sí y día también ante el Tribunal Constitucional. La nueva reforma transfiere más asuntos al Estado. Pero deja la puerta abierta a que, en asuntos como la sanidad, el Estado establezca las políticas y cada región las gestione como quiera.
  • Adiós provincias. El nuevo texto haría que una ley ordinaria fuera suficiente para eliminar del todo las provincias, sustituyéndolas por unas entidades de mayor alcance territorial. Está por ver qué tipo de competencias asumirán (este aspecto, por cierto, es una de las claves de las divisiones norte-sur que se verán en el voto, debido a la diferente consideración de las provincias según cada lugar).
  • Más firmas y menos quórum. La reforma propone que para presentar una iniciativa legislativa popular hagan falta 150.000 firmas y no las actuales 50.000. A la vez, garantizará que se cumplan los tiempos para su eventual admisión a trámite en la Cámara. También cambian los referéndums: para empezar, se incluirán aquellos que proponen una nueva ley. Sobre los ya existentes (derogativos) se aplicarán nuevas normas al quórum, es decir, la cantidad de electores que tienen que acudir a las urnas para que el referéndum sea válido. Si un referéndum se promueve con al menos 800.000 firmas, el quórum necesario se aplicará sobre la participación en las últimas elecciones generales. Por ejemplo: si participó el 60% de la población, el quórum para el referéndum se fijará en el 30% de los participantes. Eso es para evitar algo muy común en Italia, un país donde se utiliza el referéndum con frecuencia: que los partidarios del no digan a sus electores que no vayan a votar, con lo que no se alcanza el quórum y la votación no vale (por cierto, esto no se aplica al referéndum del domingo, al ser constitucional).
  • ¿La CNEL? ¿Quién? El Consejo Nacional de Economía y Trabajo, organismo consultivo para la aprobación de leyes en estas materias, se suprimirá si gana el sí. Hasta hace seis meses, eran muy pocos los italianos conscientes de la existencia de este organismo.

¿Ha sido la reforma una idea de Renzi?

Reformar la Constitución italiana es algo que lleva planeando sobre el Parlamento desde hace, al menos, 40 años. Las últimas reformas de calado se plantearon en 2001, 2005 y 2012, pero en un país donde en los últimos 70 años han pasado 63 gobiernos diferentes, no es fácil plantear políticas a largo plazo. Reformar la Constitución, de por sí, no es una idea del Ejecutivo de Renzi. De hecho, los italianos votan si están de acuerdo o no al texto de reforma constitucional, un documento que pasó por la Camera (el Congreso) y el Senado.

¿Quién apoya el no?

Varios de los parlamentarios que votaron a favor del texto de la reforma son hoy grandes abanderados del no. Como recuerda Marco Simoni, entre los más destacados se encuentran el ex primer ministro Silvio Berlusconi y su partido, que ha cambiado de idea sobre su apoyo al texto después de que el presidente de la República (Sergio Mattarella, elegido en febrero de 2015) no fue el que su formación apoyaba. En la misma línea, Mario Monti, anterior primer ministro impuesto por Bruselas, ejemplo de tecnocracia europea y hoy senador, ha cambiado de bando, al no estar de acuerdo con el planteamiento de los últimos presupuestos generales del Estado. También ha saltado de un lado al otro una facción interna del Partido Democrático (PD), el partido de Matteo Renzi, quien no está convencido de la conveniencia de esta reforma combinada con la última ley electoral. Ley electoral que esta parte del PD sí apoyó en las cámaras.

Parecen detalles menores, vísceras de la política que solo interesan a los periodistas. Pero son importantes para entender por qué el bando contrario a la reforma está compuesto por un abanico de personajes de tan diferente familia política. De la izquierda antiberlusconiana política y periodística hasta el mismo Berlusconi y el movimiento populista de Beppe Grillo (feliz, últimamente, de que Trump haya gritado su ‘fuck you’ al mundo entero) pasando por el citado Mario Monti y una facción de la izquierda moderada.

¿Se acaba el mundo si gana el no? ¿Y si gana el sí?

Probablemente, no. Quedará por ver quién sale reforzado de cara a unas posibles próximas elecciones, pero si gana el no, simplemente todo seguirá como antes. Y si gana el sí, la reforma no se aplicará de forma sencilla e inmediata ni llevará a una gran revolución del país. Tampoco podrá leerse como una derrota para Beppe Grillo, cuya formación tendrá un nuevo objetivo para culpar de todos los males del país.

Como apunta el periodista Francesco Costa, es "banalmente cierto que desde el punto de vista constitucional no habrá revoluciones benévolas en caso de una victoria del sí ni llegará el apocalipsis en caso de una victoria de la parte opuesta". Y es que la reforma toca algunos aspectos de la Constitución, pero ni la reescribe ni la transforma.

[Si algún lector sabe leer italiano, en la web de Valigia Blu encontrará el mejor resumen del referéndum de este 4 de diciembre]

Los italianos os estamos mintiendo por partida doble sobre el referéndum del 4 de diciembre. A menos que la persona con la que habléis sea un catedrático de Derecho Constitucional, nadie puede decir que conoce todos los detalles de lo que va a votar este domingo. Incluso entre los catedráticos, hay quien duda. Pero, sobre todo, no creáis a quien sostiene que el voto es sobre la Constitución: el voto en esta consulta es un voto sobre tres años de guerras internas en la clase política italiana. Vayamos por partes.

Matteo Renzi