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Cinco razones por las que Israel debería seguir existiendo
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Elías Cohen

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Cinco razones por las que Israel debería seguir existiendo

Tras casi 67 años de existencia, el derecho de Israel a permanecer como estado en la comunidad internacional sigue en cuestión. Recientemente, la controversia sobre ello ha proliferado

Foto: Un hombre reza ante el Muro de las Lamentaciones durante el eclipse solar parcial en Jerusalén, Israel. (EFE)
Un hombre reza ante el Muro de las Lamentaciones durante el eclipse solar parcial en Jerusalén, Israel. (EFE)

Tras casi 67 años de existencia, el derecho de Israel a existir como estado en la comunidad internacional sigue en cuestión. Recientemente, la controversia sobre ello ha proliferado. La Universidad de Southampton va a celebrar el próximo mes de abril un congreso en donde las sesiones de debate girarán en torno a la legitimidad de Israel a existir como nación soberana. Durante el pasado verano, la escritora Sharmine Narwani, antigua socia senior del St. Antony College de la Universidad de Oxford y colaboradora de Russia Today, Huffington Post o The Guardian, entre otros, publicó un artículo, con motivo del último conflicto armado entre Israel y Hamas en Gaza, en el cual exponía que Israel no tenía derecho a existir. Antes de dejar la presidencia de Irán, en 2012, Mahmud Ahmadineyad, dijo que Israel era un “tumor canceroso” en Oriente Medio. En Debate.org, a la pregunta de “¿Debe existir Israel?” un 61% dice que no.

Michael Curtis, profesor emérito de la Universidad Rutgers (Nueva Jersey) se preguntaba en su libro ¿Debería existir Israel? por qué no se pone en duda la legitimidad de otras naciones soberanas. Ciertamente, la legitimidad de otros estados nacidos en la misma época y bajo el mismo fenómeno, como India o Pakistán, no es objeto de discusión.

Sin embargo, dejando de un lado el sesgo que pesa sobre el asunto, hay varias razones –más allá de las bases jurídicas sobre las que se sustenta en el orden legal internacional–por las cuales Israel debería seguir existiendo.

1) Porque es una democracia. Y no es que lo digan sólo los israelíes para defenderse de la presión y condenas internacionales cuando sus tropas entran en Gaza o cuando las televisiones emiten altercados en los territorios palestinos. Según el Índice de Democracia de 2012 publicado por The Economist, Israel es una democracia del mismo nivel que Italia, Portugal o Francia. Asimismo, en 2014 The Freedom House calificó a Israel como un “país libre” que cumple con todos los requisitos para ser una democracia, otorgándole una puntuación de 1 (siendo 1 la mejor y 7 la peor) en derechos políticos y un 2 en libertades civiles.

A este respecto, las libertades ciudadanas o la transparencia de las instituciones son también indicadores de la calidad democrática de Israel.

En Israel, según señaló The Freedom House, existen medios de comunicación libres y privados, y de acuerdo con el Índice Mundial de Libertad de Prensa del año 2013 elaborado por Reporteros sin Fronteras, los periodistas en Israel gozan de libertad de expresión a pesar de la existencia de la censura militar. Además de la alta puntuación que obtiene en el Índice de Democracia o en la puntuación ya citada de The Freedom House, actualmente otro indicador en el pluralismo político existente en Israel reside en el Parlamento, en donde los partidos políticos árabes gozan de representación (14 escaños de 120, la tercera fuerza política en las últimas elecciones). Respecto a la transparencia de las instituciones públicas, en 2014 el índice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparencia Internacional situó a Israel en el puesto 37 de la lista, de un total de 174 países encuestados.

2) Porque tiene, probablemente, la justicia más independiente del mundo. La independencia de la justicia israelí ha asombrado al mundo en los últimos años. En mayo de 2014, el antiguo primer ministro Ehud Olmert fue condenado a 6 años de cárcel y a pagar una multa de un millón y medio de shekels (unos 350.000 euros) por aceptar un soborno de 100.000 euros cuando era alcalde de Jerusalén y ministro de Industria después. El juez David Rozen definió contundentemente en el fallo la concepción que el sistema judicial israelí tiene de los corruptos: “los servidores públicos que perciben sobornos son traidores”.

Olmert ya se había visto obligado a dimitir en julio de 2008, tanto de jefe de Gobierno como de líder de su partido, pero tras su renuncia, hizo unas declaraciones sorprendentes: “Quiero dejar clara una cosa: me siento orgulloso de ser ciudadano de un país en el que un primer ministro puede ser investigado como cualquier otro ciudadano”.

Pero Olmert no es el único alto cargo sobre el que ha caído todo el peso de la justicia en Israel. En 2011, el Tribunal Supremo confirmó la condena a 7 años de prisión por acoso sexual, violación y obstrucción a la justicia al anterior presidente de Israel, Moshé Katsav; Sholto Byrnes, del New Statesman, se preguntó entonces si algo así puede pasar en Estados Unidos o en Francia. Olmert y Katsav han sido los ejemplos más sonados, pero hay más.

La independencia del poder judicial también se mide por su pluralismo: uno de los jueces permanentes en la Corte Suprema desde mayo de 2004 es árabe, Salim Joubran –el primer árabe-israelí en convertirse en juez del Supremo fue Abdel Rahman Zuabi en 1999–. Joubran, por cierto, se negó a cantar el himno de Israel en la ceremonia de inauguración de la nueva presidencia del Tribunal Supremo en marzo de 2012 y hasta el día de hoy sigue en su puesto.

3) Porque es un refugio no sólo para judíos, sino también para cristianos, homosexuales y otras minorías en Oriente Medio. El panorama actual en Oriente Medio para minorías como los cristianos o los homosexuales es desolador. Con el avance del Estado Islámico, la población cristiana escapa en masa o es sometida. La Comisión sobre Libertad Religiosa en el Mundo del Congreso de los Estados Unidos, alertaba ya en un informe del año 2011 que “la huida de cristianos de la región no tiene precedentes y está aumentando año tras año [...] En nuestros días los cristianos podrían desaparecer por completo de Irak, Afganistán y Egipto”.

En cambio, en Israel los cristianos tienen refugio y además forman un colectivo que crece: en 2012, de acuerdo con la Oficina Central de Estadísticas, la población cristiana creció un 1,3%.

Los homosexuales, por su parte, no gozan precisamente de una situación cómoda y segura en Oriente Medio. El único apeadero aceptable que tiene un homosexual en la zona es Israel –también en cierta medida Jordania, que consiente las relaciones homosexuales en el ámbito privado–. Desde un punto de vista totalmente aséptico, los derechos LGBT en Israel son los más avanzados de Oriente Medio; un hecho que destacó el nada sospechoso diario británico The Independent, que publicó en 2008 que los derechos LGBT en Israel son los más progresistas de Oriente Medio y Asia.

Por ello, también Israel se ha convertido en un lugar seguro para los homosexuales de Oriente Medio... incluso para los que son palestinos. En 2003 la BBC se hacía eco de los homosexuales palestinos que huían a Israel y en 2012, el documental The Invisible Man, premiado en el Festival de cine LGBT de San Francisco, relataba el periplo de los homosexuales palestinos que viven clandestinamente en Tel Aviv. No es de extrañar que la capital económica de Israel haya sido la elegida para guarecerse de la falta de libertad sexual, en una encuesta de 2012 llevada a cabo por GayCities.com y American Airlines conjuntamente, Tel Aviv fue clasificada como la ciudad más gay-friendly del mundo.

No obstante, la tolerancia sexual no es exclusiva en la ciudad de Tel Aviv. Aunque los estereotipos jueguen malas pasadas, la sociedad israelí ostenta uno de los porcentajes más altos en el mundo (un 61%) de apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo, según la encuesta realizada por el Instituto Angus Reid Global Monitor en 2009.

4) Porque es un faro de innovación y emprendimiento. Los datos del éxito del modelo económico de Israel son abrumadores. Y es que, por ejemplo, Tel Aviv está reconocida como el segundo mejor ecosistema del mundo, después de Silicon Valley, para crear una start-up tecnológica según Start Up Genome. En el año 2013, Israel contaba con una start-up por cada 1.669 habitantes; un total de 4.800. A este respecto, el CEO de Google, Eric Schmidt dijo que Israel era un “milagro tecnológico” y declaró recientemente que “el próximo Google podría venir de Israel”. Bill Gates, por su parte, señaló en 2005 que “la innovación continua de Israel es crucial para el futuro del negocio tecnológico” y que Israel era una “superpotencia tecnológica”.

Verdaderamente, los índices e informes económicos más prestigiosos no se alejan mucho de las alabanzas de Schmidt o Gates.

En 2014, el Índice de facilidad para hacer negocios elaborado por el Banco Mundial ubicó a Israel en el puesto 35 en una lista de 185 países. Al año siguiente, la Heritage Foundation dio a Israel una puntuación de 70,5, situándolo en el puesto 33, de un total de 185 países en el Índice de Libertad Económica. En el Informe de Competitividad Global 2014-2015 del Foro Económico Mundial Israel ocupó el puesto 27 de 133.

En el Anuario de Competitividad Mundial elaborado por el IMD, Israel aparece como la undécima economía mundial más flexible. Asimismo, el IMD ha clasificado a Israel entre las cinco primeras economías del mundo tomando como indicadores el gasto en I+D (Israel es el primer país del mundo en inversión en I+D de acuerdo con los datos del Banco Mundial; gastando un 4,4% del PIB en 2011 y un 3,93% en 2014) la inversión pública en educación, la flexibilidad y adaptabilidad empresarial, y el nivel de la investigación científica.

Israel posee hoy día un modelo económico basado en la innovación y en el emprendimiento que luce como uno de sus grandes éxitos la baja tasa de paro, que fue de 5,7% a finales de 2014 de acuerdo con la Oficina Central de Estadísticas de Israel.

5) Por que tiene un extraordinario sistema de protección social. Esta libertad económica no ha abierto una brecha social con los más desfavorecidos, ni ha propiciado una sociedad de winners and losers. Al contrario, Israel ha sabido combinar altas cotas de libertad y flexibilidad para los negocios, la innovación y la creación de riqueza con un eficiente sistema de protección social. Así lo constató en 2013 el Índice de Desarrollo Humano de la ONU que situó a Israel en el puesto 19, de una lista de 186, dentro de la categoría de "muy desarrollado”. No es para menos, las cifras que arrojan la Educación y la Sanidad en Israel revelan el buen estado de bienestar del que gozan los ciudadanos.

En primer lugar, el sistema educativo es altamente eficiente. En septiembre de 2012, según el informe Education at a Glance, que compara los datos de educación entre los 34 países miembros de la OCDE, Israel ocupó el segundo lugar en términos de porcentaje de la población de 25 a 64 años que han alcanzado la educación superior, con un 46%, quedando sólo por detrás de Canadá con el 51%. El promedio de la OCDE para todos los países fue del 30%.

En 2011, el gasto en educación representó el 8,4% del PIB. Una inversión que produce constantemente resultados satisfactorios: según las listas publicadas anualmente por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, Israel está entre los 20 primeros países en patentes per cápita, y ocupa el tercer lugar en la producción de artículos científicos por habitante, según SASI Research Group.

Israel tiene también el mayor número de científicos, técnicos e ingenieros per cápita del mundo, con 140 científicos, técnicos e ingenieros por cada 10.000 empleados (en Estados Unidos es de 85 por cada 10.000 en los Estados Unidos y en Japón es de 83 por cada 10.000 en Japón) según el informe de Israel: Factors in the Emergence of an ICT Powerhouse, publicado por el Foro Económico Mundial en 2007.

En segundo lugar, su sistema sanitario también es envidiable. A este respecto Israel fue clasificado en el 4º lugar, de un total de 48, entre los Países con más eficiente Sistema de Salud, publicado por Bloomberg.

La esperanza de vida en Israel es de 82 años, colocándose en el puesto 14 de 193 según el índice de la Organización Mundial de la Salud de 2012(el promedio de los países de la OCDE es de 79,8 años) y en el cuarto en esperanza de vida al nacer en 2014. La tasa de mortalidad infantil en Israel fue en 3,7 muertes por cada 1.000 nacidos vivos en 2010, inferior a la media de la OCDE (4,3 muertes); y el 82% de los israelíes afirma gozar de buena salud, más alto que el promedio de la OCDE del 69%, según el índice Better Life de 2013.

La estructura de bienestar y protección ciudadana en Israel también se observa en la felicidad de sus ciudadanos. En 2010, Israel fue designado como el octavo país más feliz del mundo, según una encuesta de Gallup publicada por la revista Forbes, y el índice Happy Planet de 2013 publicado por la New Economic Foundation dio a Israel el puesto 15 de 151.

El debate sobre la existencia de Israel debería estar más que superado, es cierto. A pesar de ello, Israel es el único país en el mundo que tiene que seguir pidiendo permiso para existir. Aun así, Israel supone, para sus ciudadanos y para el mundo democrático, una nación libre, innovadora y protectora, que goza de unas instituciones transparentes, de una justicia independiente y que además protege a las minorías en un entorno inestable y carente de ninguna garantía ciudadana de las que gozamos en Occidente.

A la vista de los hechos, parece que Kennedy acertó cuando dijo: “Israel no fue creado para desaparecer. Israel perdurará y prosperará”.

Tras casi 67 años de existencia, el derecho de Israel a existir como estado en la comunidad internacional sigue en cuestión. Recientemente, la controversia sobre ello ha proliferado. La Universidad de Southampton va a celebrar el próximo mes de abril un congreso en donde las sesiones de debate girarán en torno a la legitimidad de Israel a existir como nación soberana. Durante el pasado verano, la escritora Sharmine Narwani, antigua socia senior del St. Antony College de la Universidad de Oxford y colaboradora de Russia Today, Huffington Post o The Guardian, entre otros, publicó un artículo, con motivo del último conflicto armado entre Israel y Hamas en Gaza, en el cual exponía que Israel no tenía derecho a existir. Antes de dejar la presidencia de Irán, en 2012, Mahmud Ahmadineyad, dijo que Israel era un “tumor canceroso” en Oriente Medio. En Debate.org, a la pregunta de “¿Debe existir Israel?” un 61% dice que no.

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