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De los desafíos migratorios al desconcierto europeo

La acogida prevista de 20.000 refugiados en los próximos meses es un objetivo muy decepcionante. Más de 500.000 personas podrían intentar cruzar el Mediterráneo en 2015

Foto: Refugiados aguardan a ser desembarcados en el puerto siciliano de Mesina el 16 de mayo. (Reuters)
Refugiados aguardan a ser desembarcados en el puerto siciliano de Mesina el 16 de mayo. (Reuters)

El drama del naufragio del pasado 18 de abril, que se cobró la vida de cientos de inmigrantes en el Mediterráneo, ha llevado a la Unión Europea a estudiar la adopción de una serie de medidas con las que quiere alcanzar dos objetivos principales: la prevención de nuevas catástrofes humanas, y la clarificación de los principios de las políticas migratorias europeas.

El 13 de mayo, la Comisión Europea publicó un plan de actuación basado en la adopción de cuatro acciones que se aplicarían de forma inminente: triplicar las medidas de la agencia Frontex para 2015 y 2016 con el fin de lograr una mayor eficiencia en sus actuaciones en el Mediterráneo; redefinición del mecanismo de cuotas de inmigrantes en situación de emergencia sobre territorio comunitario; acogida por parte de la UE de alrededor de 20.000 refugiados de aquí a finales de 2016 y redefinir la Política Común de Seguridad y de Defensa europea para permitir a la Unión Europea desmantelar las redes de tráfico humano de manera más eficiente.

A más largo plazo, la UE tiene previsto renovar su agenda migratoria. La nueva política europea migratoria reposará sobre cuatro pilares: la reducción de los incentivos para la migración irregular; vigilar las fronteras europeas así como ayudar a “terceros países” a gestionar sus fronteras de manera más eficiente; definir la base del sistema europeo común de asilo; y revisar las políticas europeas en materia de inmigración legal para que compensen el declive demográfico europeo y sus consecuencias en materia laboral y de atribución de competencias.

A la lectura de estas disposiciones, resulta difícil acusar a la UE de inmovilismo. Los Gobiernos europeos tardaron en darse cuenta de la importancia del desafío migratorio en el Mediterráneo; sin embargo, la tragedia del pasado mes de abril propició una reacción que se ha saldado con disposiciones concretas que destacan su determinación en cuanto a actuar de manera eficiente. Teniendo en cuenta la dificultad de los 28 miembros de la UE para ponerse de acuerdo en temas de Política Exterior, la Comisión Europea destaca ahorasu capacidad de reacción de manera –relativamente–rápida sobre temas urgentes.

La UE se declara preocupada por los abusos a los derechos humanos en Rusia, Siria o Venezuela, pero no impulsa políticas que sirvan de ejemplo

Al mismo tiempo, hay muchas más razones para seguir criticando la actitud de la UE hacía el drama humano que tiene lugar en el Mediterráneo. De hecho, las orientaciones de la UE siguen subrayando sus contradicciones. Los europeos consideran que sus valores destacan la defensa y el respeto de los derechos humanos, la dignidad, libertad, democracia e igualdad así como el respeto del Estado de derecho, tanto dentro como fuera de las fronteras de la UE. Pero, en cambio, la indignación europea en cuanto a los abusos en materia de derechos humanos tiene claramente una geometría variable. La Uniónse declara regularmente preocupada por los abusos a los derechos humanos en Rusia, en Siria o en Venezuela, pero al mismo tiempo no consigue impulsar políticas y decisiones que subrayen su capacidad para servir de ejemplo en la materia. Su reticencia a acoger más inmigrantes que huyen de zonas de crisis y de conflictos en la orilla sur del Mediterráneo, así como las denuncias regulares de grupos de derechos humanos hacía los “graves abusos” de autoridades de la UE contra los migrantes que tratan de llegar de forma irregular a su territorio, hablan por sí mismas.

Del mismo modo, las disposiciones “inmediatas” anunciadas por la Comisión Europea son muy modestas en comparación con el largo desafío constituido por las migraciones irregulares. La acogida prevista de 20.000 refugiados en los próximos 18 meses es un objetivo muy decepcionante cuando se sabe que más de 500.000 personas podrían intentar cruzar el Mediterráneo en 2015, según la Organización Internacional para las Migraciones. Así, ¿qué puede ocurrir con las personas rescatadas que no puedan regresar a sus países de origen? ¿Seguirán aparcadas en campos, o serán repartidas en otros países, europeos así como no europeos? En este caso, ¿cómo actuar ante el rechazo de una Europa que se niega a participar de manera activa en las políticas de acogida?

Las contradicciones de la UE son profundas, y la subida de movimientos de corte populista y euroescépticos en un contexto de crisis socio-económica no ayuda a encontrar soluciones. La Unióndebe fortalecer y mejorar la acción de Frontex en el Mediterráneo para un mayor y mejor control de los flujos migratorios y así evitar futuras catástrofes como la del pasado abril. Sin embargo, también tiene que esclarecer la distinción que hace entre “buscar soluciones” para el tema migratorio y la concesión de derecho de asilo. La gran dificultad–si no la imposibilidad–que tendría la UE para acoger a todos los migrantes clandestinos en su territorio es una evidencia. Al mismo tiempo, las cifras dadas sobre las cuotas se suman a la imagen negativa que tiene la UE en el exterior. Parte de la solución pasa por una extensión de la atribución de tarjetas de residencias a los migrantes, una mejora de las políticas de cooperación entre países europeos y no europeos que permitiría a los países acoger un mayor número de refugiados, pero sobre todo la actuación sobre las causas que provocan la huida de estos mismos refugiados de sus países.

De hecho, muchos altos cargos de la UE siguen repitiendo que la única solución a los movimientos migratorios clandestinos pasa por políticas que traten la pobreza y las situaciones de inestabilidad provocadas por las guerras en la orilla sur del Mediterráneo. Pero al mismo tiempo, la UE quiere favorecer medidas militares –como, por ejemplo,bombardear los barcos de las mafias atracados en la costa de Libia–para cortar los flujos migratorios clandestinos. Estas acciones, si se confirman, serían absurdas, subrayando además la visión cortoplacista de la UE. Bruselas siempre ha rechazado aparecer como un actor militar potente, aunque no rechaza la creación de misiones de tipo militar para favorecer la paz y la estabilidad, pero el caos en el que la orilla sur del Mediterráneo está sumida, no aguantaría otras operaciones de corte militar.

Las soluciones a los dramas del Mediterráneo son efectivamente políticas y socio-económicas, y la UE puede –y debe–tener un papel activo y determinante aquí. Más allá de esto, los Veintiocho deberían aprovechar esta oportunidad para concentrarse en clarificar y/o redefinir el que es su mayor desafío: los principios y los objetivos de su Política Común de Seguridad y de Defensa. Este, sigue siendo su principal caballo de batalla que necesita una solución urgente, pues es visto como la principal debilidad de la Unión Europea.

*Barah Mikaïl es investigador senior en FRIDE y experto en Oriente Medio, así como profesor asociado en la Saint Louis University of Madrid.

El drama del naufragio del pasado 18 de abril, que se cobró la vida de cientos de inmigrantes en el Mediterráneo, ha llevado a la Unión Europea a estudiar la adopción de una serie de medidas con las que quiere alcanzar dos objetivos principales: la prevención de nuevas catástrofes humanas, y la clarificación de los principios de las políticas migratorias europeas.

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