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Año Nuevo, ¿vida nueva en Bruselas?
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Jorge Tuñón

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Año Nuevo, ¿vida nueva en Bruselas?

Los atentados terroristas de París, más allá de sus víctimas, van a tener consecuencias muy duraderas en los modos y los ritmos de vida de los occidentales en general y de los europeos en particular

Foto: Dos soldados patrullan en un mercado de Navidad, en Bruselas. (Efe)
Dos soldados patrullan en un mercado de Navidad, en Bruselas. (Efe)

Dos muertos en Tel Aviv. Alertas por riesgo de atentado inminente en Munich. Multitud de ciudades occidentales blindadas y selladas durante las celebraciones del 31 de diciembre. No fue una Nochevieja normal (tampoco), la del pasado jueves en Bruselas. Sus tradicionales espectáculos pirotécnicos fueron cancelados. Tampoco tuvieron lugar algunas de las celebraciones con las que en el centro de la ciudad se pretendía dar la bienvenida al año nuevo. Tras una progresiva normalización de la situación en la capital europea, desde la situación de alarma máxima derivada de las amenazas yihaidistas tras los atentados de París, dos personas fueron detenidas el Bruselas el pasado 27 de diciembre. Al parecer pretendían atentar en la mismísima Grand Place durante los festejos de Nochevieja. Incluso, durante el mismo 31 de diciembre otras seis personas fueron arrestadas en la capital europea por su posible vinculación terrorista. Año nuevo, ¿vida nueva?

No fue Bruselas la única capital blindada durante los festejos de fin de año. En Munich fueron evacuadas las dos estaciones de tren por riesgo inminente de atentados. En Madrid, se limitó a un tercio el acceso a las tradicionales campanadas de la Puerta del Sol, que este año solo pudieron disfrutar 25.000 afortunados entre estrictas medidas de seguridad. Otras ciudades como París, Roma, Londres, Berlín y Nueva York también se blindaron durante la noche de la bienvenida a 2016, para evitar cualquier sobresalto terrorista.

Los atentados terroristas de noviembre de 2015 en París, más allá de sus trece decenas de asesinatos directos, van a tener consecuencias muy duraderas en los modos y los ritmos de vida de los occidentales en general, y de los europeos en particular. Probablemente, justo lo buscado por los terroristas. 2016 nació entre extremas medidas de seguridad en Occidente. Sus principales ciudades despidieron el año completamente blindadas para impedir atentados terroristas. Todo parece indicar que por un tiempo, y quién sabe si definitivamente, Europa tendrá que aprender a convivir con una nueva situación en materia de seguridad, de la que no existían precedentes en el viejo continente.

Tal vez Bruselas deba acostumbrarse a este sinvivir. O a esta nueva forma de vivir, a la que Occidente no va a tener más remedio que hacerse a la idea

Bruselas, en calidad de capital europea, no fue una excepción. Incluso el mismo 31 de diciembre se produjeron seis nuevas detenciones, supuestamente, en relación con las pesquisas acerca de los atentados de París. Y no se trata de una situación anormal últimamente en Bruselas. Durante la alerta nivel cuatro sobre cuatro entre el 20 y el 25 de noviembre ya se produjeron dos decenas detenciones preventivas. Si bien posteriormente hubieron de ser liberados la mayoría de los entonces detenidos.

Tal vez Bruselas deba acostumbrarse a este sinvivir. O mejor, a esta nueva forma de vivir, a la que parece que Occidente no va a tener más remedio que hacerse a la idea. Probablemente, en la capital europea, por diversas razones cueste un poco más. Ciertas rutinas, que en ciudades salvajemente golpeadas por el terrorismo fueron hace tiempo asumidas por su ciudadanía, no han calado en la capital belga durante los últimos años. Al igual que el propio gobierno belga, Bruselas necesita hacer urgentemente sus deberes para alcanzar los niveles de seguridad que demanda la actualidad internacional.

Bien se podría decir que Bruselas es una ciudad que camina como la propia Unión Europea a dos velocidades. La marcada por las instituciones comunitarias, y la derivada del peculiar modelo de país federal, con la excepcionalísima situación de la propia ciudad de Bruselas. Sabiéndose objetivo claro de los terroristas, la UE lleva tiempo blindada en materia de seguridad. Trabajadores de la Comisión Europea confirman intentos de atentado repelidos (incluso contra el emblemático edificio Berlaymont en el corazón del barrio europeo), a los que la propia UE no ha querido dar publicidad ni visibilidad. Sin embargo, el conjunto de la ciudad sobre la que se ubican dichas instituciones europeas no ha gozado hasta la fecha de idénticos niveles de blindaje antiterrorista.

placeholder Agentes de policía en el metro de Bruselas, en noviembre. (Efe)

Ante la actual exhibición de músculo militar (700 militares desplegados por toda la ciudad), que inicialmente está programada al menos hasta el próximo 20 de enero (pero que bien podría prolongarse), los círculos de expatriados en la capital europea son especialmente críticos. Consideran que se trata de una sobreactuación derivada de la falta de previsión. En definitiva, achacan al estado, al gobierno y a la ciudad el no haber hecho los deberes en tiempo y forma, y dar 'palos de ciego' (mantuvieron la ciudad semiparalizada durante cinco días a mitad de noviembre) para actuar frente a la amenaza terrorista, solo cuando no quedó más remedio que abordar la situación.

Resulta evidente que la exhibición militar y policial (incluso controvertida por ciertas informaciones surgidas en medios belgas -De Standaard y La Dernière Heure- durante la última semana que achacaban a los mismos comportamientos inapropiados en situación de alerta máxima: militares haciendo sus compras de navidad en horas de servicio o participando en celebraciones de alto voltaje sexual en las mismas dependencias policiales del distrito de Ganshoren) mucho tiene que ver con el tradicional “laissez faire, laissez passer” de las autoridades belgas en materia de seguridad. Fruto de su propio origen como país, como el aceite que debiera engrasar las relaciones entre los dos gigantes europeos, Francia y Alemania, Bélgica cuenta además con el hándicap de sus complejidades intrínsecas internas. Complejidades derivadas de su modelo federal y de la convivencia, no siempre sencilla, de dos comunidades ideológica, cultural, económica y lingüísticamente muy diferenciadas, la flamenca al norte y la francófona al sur, del país. Todo ello, con la joya de la corona, Bruselas, sede de las instituciones europeas, ciudad de mayoría francófona, pero ubicada en suelo flamenco.

La tradicional permisividad que ahora intentan revertir las autoridades belgas no es nueva. Pero a raíz de los atentados de París ha dado lugar a situaciones esperpénticas. Concretamente, la acontecida con Salah Abdeslam, el décimo terrorista de la capital francesa, el que a última hora decidió no inmolarse, y que sigue en paradero desconocido. No solo eludió hasta tres controles de las policías francesa y belga entre ambas capitales la noche del 13 al 14 de noviembre, sino que según el ministro del Interior belga, Jan Jambon, estuvo localizado en una casa del bruselino barrio de Molenbeek. A causa de una deminónica ley que impedía hacer detenciones en plena noche, Salah no fue arrestado y escapó delante de la policía y los propios periodistas, al parecer dentro de un mueble y en el curso de una fingida mudanza, ante el esperpento y el estupor mundial. El primer ministro belga, Charles Michel, ya se encargó hace unos días de cambiar la norma para permitir operaciones antiyihaidistas durante las 24 horas de los 7 días de la semana. Tarde en todo caso para recuperar la credibilidad belga a escala internacional.

El mismísimo 20 de diciembre era posible tomar el tren de alta velocidad francés sin pasar un solo control de seguridad ni presentar un billete

Tampoco puede pasar como una anécdota la relajación de las medidas de seguridad (oficiales) en Bélgica en ciertas circunstancias evidentes para otros países europeos. Y no solo en el marco de grandes aglomeraciones como espectáculos deportivos, cines, teatros o salas de fiestas. Clama al cielo la situación de los transportes, siempre muy sensibles en materia de terrorismo. El mismísimo 20 de diciembre fue posible para quien suscribe tomar el tren de alta velocidad francés (TGV) en la estación bruselina de Bruxelles-Midi (la misma en la que dos marines norteamericanos y un ciudadano francés abortaron un intento de masacre terrorista el pasado mes de agosto), sin pasar un solo control de seguridad, ni presentar su billete a revisor alguno. El destino del viaje era el parisino aeropuerto de Charles de Gaulle. El mismo trayecto que el de Salah Abdeslam, pero a la inversa. Ni un solo control, ni de los pasajeros ni de los equipajes, entre dos estaciones, tristemente sensibles, en el marco de una situación de alerta tres sobre cuatro en la capital europea. Queda, por tanto, camino por recorrer para ponérselo, por lo menos, un poco más difícil a los terroristas.

Como reconocía el propio presidente francés, Francois Hollande, en su felicitación de año nuevo, “la amenaza terrorista está a su nivel más alto”, por lo que tristemente parece que vamos a tener que acostumbrarnos tanto en Bruselas como en muchas otras ciudades europeas a un panorama insospechado hace solo unos meses. Militares y policías patrullando con armas pesadas los puntos sensibles de las capitales, ante la declinante curiosidad de los viandantes. Situación, sin duda, impactante (hoy) desde la perspectiva de la Europa Occidental, pero recordemos, que tristemente muy frecuente en otras latitudes, con índices de criminalidad mucho más elevados a los que todavía existen en el viejo continente.

A modo de ejemplo, Brasil, que será noticia en 2016 por la celebración de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, convive desde hace tiempo militarizada hasta los dientes, sin necesitar para ello de situación de alarma o riesgo terrorista algunos. Los militares armados suponen una estampa frecuente en sus calles, a las puertas de las entidades bancarias o en las mismas playas. ¿Será esta la 'vida nueva' a la que tendremos que habituarnos desde este año nuevo tanto en la capital como en las principales ciudades europeas?

Jorge Tuñón es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid e investigador invitado en el Colegio de Europa de Brujas

Dos muertos en Tel Aviv. Alertas por riesgo de atentado inminente en Munich. Multitud de ciudades occidentales blindadas y selladas durante las celebraciones del 31 de diciembre. No fue una Nochevieja normal (tampoco), la del pasado jueves en Bruselas. Sus tradicionales espectáculos pirotécnicos fueron cancelados. Tampoco tuvieron lugar algunas de las celebraciones con las que en el centro de la ciudad se pretendía dar la bienvenida al año nuevo. Tras una progresiva normalización de la situación en la capital europea, desde la situación de alarma máxima derivada de las amenazas yihaidistas tras los atentados de París, dos personas fueron detenidas el Bruselas el pasado 27 de diciembre. Al parecer pretendían atentar en la mismísima Grand Place durante los festejos de Nochevieja. Incluso, durante el mismo 31 de diciembre otras seis personas fueron arrestadas en la capital europea por su posible vinculación terrorista. Año nuevo, ¿vida nueva?

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