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Los colaboradores necesarios: la tensión yihadista contra Europa no va a desaparecer
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Harold Hyman. París

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Los colaboradores necesarios: la tensión yihadista contra Europa no va a desaparecer

La sociedad francesa parece aceptar los atentados con una naturalidad cada vez mayor. Es un error: el germen del problema sigue ahí, y los aeropuertos son el último ejemplo

Foto: Un soldado francés monta guardia junto a una sala de oración islámica en Niza, en enero de 2015. (Reuters)
Un soldado francés monta guardia junto a una sala de oración islámica en Niza, en enero de 2015. (Reuters)

En la clase política francesa, la reacción a la desaparición del avión de EgyptAir ha sido tibia: el desastre no se vive como los atentados del 13 de noviembre (Stade de France, Sala Bataclan) o de enero de 2015 ('Charlie Hebdo'). Egipto es considerado un lugar peligroso, reservado a una minoría de viajeros entusiastas dispuestos a afrontar el riesgo.

La muerte de 15 franceses no emociona en demasía. Los retratos de algunos de ellos aparecen en la prensa, pero la nación no está de luto: ese tipo de atmósfera se siente. ¿Qué ha ocurrido para debilitar ese sentimiento de asedio del país? Una cierta comprensión del fenómeno se ha instalado en largos sectores de la población. Se acepta lo inevitable, cada vez más: los muertos son como las víctimas de una enfermedad. 'Charlie Hebdo' sacó a cuatro millones de franceses a las calles; por el 13-N no salió nadie. Y no es la prohibición de manifestarse lo que habría parado un movimiento popular de este tipo: los manifestantes contestatarios del movimiento Nuits Debout('noches en vela') no tienen ningún escrúpulo en ocupar la Plaza de la República.

La amenaza yihadista es permanente, y hasta el último funcionario acepta la hipótesis de un nuevo atentado. Se agudiza la polarización de la sociedad entre los musulmanes practicantes y el resto. Así, cada día más jóvenes de las cercanías de la capital, de origen inmigrante, adoptan vestimentas y actitudes inspiradas por un salafismo simplificado. Entre ellos se reclutan los Abaaoud y los Abdeslam, y aún peor, los cómplices de cada día, la gentuza que espía e informa a los organizadores sobre los sitios que es factible atacar.

Escoger los lugares, conocer los horarios y determinar cuáles se encuentran más alejados de la estación de policía más próxima, todo eso no fue tarea del comando letal, sino de los irregulares de la lucha


Otro fenómeno: dos o tres mezquitas, en el mismo París, atraen a salafistas de las cercanías. La mezquita Omar, en el distrito 11, llamada "mezquita Jean-Pierre Timbaud "por el nombre de la calle en que se sitúa, se encuentra muy cerca de algunos de los objetivos del 13-N: La Bonne Bière, Casa Nostra, Le Carillon y Le Petit Cambodge. En total, 17 muertos entre los cuatro lugares. Escogerlos, conocer las horas del 'happy hour' y determinar cuáles se encuentran más alejados de la estación de policía más próxima, todo eso no fue tarea del comando letal, sino de los irregulares de la lucha. Se trata de personas que viven en el barrio, o incluso de personas externas parecidas a los salafistas locales que pasean por la calle sin ser percibidos por los 'bobo' (''ourgeois bohême' o burgueses bohemios). El odio discreto de todos, 'bobos' incluidos, hacia los salafistas es creciente, así como las miradas de asco de los salafistas hacia el resto de ciudadanos, y las actitudes de helada indiferencia de estos a la presencia de los primeros. Este es el juego que se observa cada día en mi propio barrio del distrito 11, situado a pocos pasos de dos de las zonas de la masacre del pasado noviembre.

Es cierto que la calidad del trabajo de la policía mejora bajo la presión de los acontecimientos. Pero la debilidad inicial es irrecuperable en solo un año. Todos los observadores y especialistas lo destacan: se echa a faltar la inteligencia policial de proximidad ( los 'renseignements généraux'), eliminada durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, que fue reemplazada por agentes de contraespionaje y aparatos de interceptación electrónica.

placeholder Un avión de EgyptAir despega del aeropuerto Charles de Gaulle de París, el 19 de mayo de 2016. (Reuters)
Un avión de EgyptAir despega del aeropuerto Charles de Gaulle de París, el 19 de mayo de 2016. (Reuters)

Amenaza a los aeropuertos

A pesar de todo, se ha demostrado que existe la capacidad de hacer fracasar algunos complots. El sistema es siempre el mismo: captar comunicaciones entre Francia y países de tránsito (Turquía) o en guerra (Siria e Irak), e interceptar a los implicados en los aeropuertos o en sus casas. Pero observar las idas y venidas de personas sospechosas era trabajo de los 'renseignements généraux'. Hoy en día, la jerarquía desprecia los elementos de proximidad, prefieren operar como agencias de la Guerra Fría. No se detectan los pequeños indicios: el vestido, la frecuencia de paso, las conversaciones privadas entre hombres alrededor de algunas mezquitas.

El caso de la seguridad aeroportuaria está también en proceso de mejora. Hace 10 años, los empleados de mantenimiento eran a menudo salafistas. Eric Denécé, director del Centro Francés de Estudios sobre Inteligencia, y autor de un informe de aquella época que alertaba sobre ese peligro en los aeropuertos, me ha explicado que los individuos sospechosos fueron expulsados de casi todas las zonas sensibles. El verdadero riesgo es la radicalización instantánea, de la noche a la mañana, de varios musulmanes totalmente 'normales' hasta ese momento.

Otro factor importante que explica las dudas sobre la seguridad de los aeropuertos de París: los aviones han de ser revisados por la policía antes de despegar. "Podría ser que los vuelos de compañías de prestigio, con destino a ciudades prestigiosas, reciban mayor atención que los que se dirigen al mundo árabe. Esa impresión existe. Además, tanto los gobiernos como las compañías harán una guerra de comunicados para desviar toda culpa", nos dice Albert Farhat, experto en terrorismo en Oriente Medio. Es decir, dado que la verdad tiene consecuencias, hay que construir 'versiones' útiles para el futuro pago de indemnizaciones y para evitar la vergüenza que conlleva la falta de vigilancia policial. La reputación del aeropuerto Charles de Gaulle está en jaque. Lo que es seguro es el golpe al turismo egipcio.

Un experto imagina el uso de drones que permitan entregar un cargamento de un kilo de material explosivo directamente sobre la pista del aeropuerto


En un ámbito más general, el saber de los terroristas también se va perfeccionando. El artefacto explosivo puede ser del tamaño de una botellita de soda, y el detonador, accionarse con dispositivos de una sofisticación técnica creciente. Albert Farhat señala la posibilidad de activar el detonador a centenares de metros de distancia, e incluso más, gracias a tecnologías basadas en frecuencias de radio especiales que ya se utilizan, por ejemplo, en vehículos del Ejercito israelí. Eric Denécé imagina el uso de drones que permitan entregar un cargamento de un kilo de material explosivo directamente sobre la pista del aeropuerto. "Un objeto de este tamaño no se detecta con radar. El ojo humano puede verlo, pero necesitaría muchas más patrullas para interceptarlos todos", indica este experto. A modo de ejemplo, "los vuelos de drones sobre centrales nucleares son ya imparables", añade.

Finalmente, el terrorismo yihadista se ha convertido en una actividad mortífera de gran tecnicidad. Los elementos humanos se encuentran en los guetos de Francia y Bélgica, el terreno de adiestramiento, en Oriente Medio, y los objetivos, en la vida normal de los ciudadanos: tiendas de comida 'kosher', salas de música, terrazas de bares, sedes de periódicos, escuelas judías, policías de intervención o de tráfico, soldados, iglesias -hasta hoy, todas las tentativas han fracasado-, metros, aviones. Incluso si finalmente se determinara que la tragedia del vuelo Egypt Air no se debió a un atentado sino a un cada vez más improbable accidente técnico, la tensión de la guerra yihadista contra Europa no va a desaparecer.

En la clase política francesa, la reacción a la desaparición del avión de EgyptAir ha sido tibia: el desastre no se vive como los atentados del 13 de noviembre (Stade de France, Sala Bataclan) o de enero de 2015 ('Charlie Hebdo'). Egipto es considerado un lugar peligroso, reservado a una minoría de viajeros entusiastas dispuestos a afrontar el riesgo.

La muerte de 15 franceses no emociona en demasía. Los retratos de algunos de ellos aparecen en la prensa, pero la nación no está de luto: ese tipo de atmósfera se siente. ¿Qué ha ocurrido para debilitar ese sentimiento de asedio del país? Una cierta comprensión del fenómeno se ha instalado en largos sectores de la población. Se acepta lo inevitable, cada vez más: los muertos son como las víctimas de una enfermedad. 'Charlie Hebdo' sacó a cuatro millones de franceses a las calles; por el 13-N no salió nadie. Y no es la prohibición de manifestarse lo que habría parado un movimiento popular de este tipo: los manifestantes contestatarios del movimiento Nuits Debout('noches en vela') no tienen ningún escrúpulo en ocupar la Plaza de la República.

La amenaza yihadista es permanente, y hasta el último funcionario acepta la hipótesis de un nuevo atentado. Se agudiza la polarización de la sociedad entre los musulmanes practicantes y el resto. Así, cada día más jóvenes de las cercanías de la capital, de origen inmigrante, adoptan vestimentas y actitudes inspiradas por un salafismo simplificado. Entre ellos se reclutan los Abaaoud y los Abdeslam, y aún peor, los cómplices de cada día, la gentuza que espía e informa a los organizadores sobre los sitios que es factible atacar.

Avión desaparecido de EgyptAir