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¿Está China destinada a conquistar el siglo XXI?

Los desplantes y ocurrencias de Trump a golpe de Twitter han sido aprovechados inmediatamente por China, muy atenta y siempre práctica

Foto: Construcción de la nueva estación de trenes balas en Hong Kong. (EFE)
Construcción de la nueva estación de trenes balas en Hong Kong. (EFE)

Hace ya seis meses que la primera potencia del mundo, Estados Unidos, entronó a su nuevo líder. Y los desplantes y ocurrencias de Trump, a golpe de Twitter, han sido aprovechados inmediatamente por China, muy atenta y siempre práctica.

¿Que a los americanos ya no les interesa el Acuerdo Transpacífico? Ahí están los chinos para ocupar el vacío dejado y arropar al resto de los países firmantes. Y ¿si el sr. Trump asegura que la globalización es una amenaza para Estados Unidos? Pues que Xi Jinping, líder de la economía más dirigida del planeta, recoge el guante y no se corta en autoproclamarse, ironías de la vida, acérrimo defensor del libre comercio. Y, por otro lado, ¿qué pasa si Estados Unidos decide no firmar el último acuerdo sobre emisión de gases contaminantes? Que China, país que más CO2 emite del planeta, corre presta a hacerse la foto como abanderada de la defensa del medioambiente ante todos los medios internacionales.

Y hay más: la puesta en marcha de la Nueva Ruta de la Seda. Todavía en una fase embrionaria, pretende crear un corredor comercial que permitirá a la segunda potencia mundial extender su influencia por África, Oriente Medio y Europa. Casi nada. Al amparo de este proyecto se suma la creación, por iniciativa china, del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, una alternativa, dicen algunos, al Banco Mundial.

Y este nuevo posicionamiento en el tablero internacional hace que nos sigamos preguntando, cada vez con más inquietud, si este es el siglo de China y si nos toca apuntarnos a aprender mandarín. Martin Jacques en “Cuando China gobierne al mundo” y Jonathan Fenby en su ensayo “¿Dominará China el siglo XXI?” hacen un análisis desde varios ángulos:

1. Político

El Partido Comunista, que como bien dice Fenby es más un instrumento de poder que una fuerza ideológica, ha sido capaz de crear cierto sentimiento de unidad en el país y proporcionar seguridad a sus habitantes. Estabilidad. Prosperidad. ¿Un futuro mejor? Ése es precisamente el objetivo último que cimenta su legitimidad.

Por otro lado, el gobierno chino, mientras tanto, ha logrado convencer a Occidente de que su sistema político es el idóneo para controlar un país tan heterogéneo y de dimensiones continentales. No importa el tufillo autoritario ni las continuas demandas de organizaciones extranjeras clamando por la revisión de los derechos humanos. China no permite ninguna injerencia exterior en este sentido. Occidente mira hacia otro lado. Y en paralelo, los dirigentes chinos observan con displicencia como los sistemas democráticos de Europa y Estados Unidos viven días difíciles.

Sin embargo, reconocen que, para seguir avanzando, han de introducir reformas en su sistema. Económicas y políticas. Y saben que dichas reformas pueden provocar desequilibrios. Se acuerdan de las ambiciones de la antigua URSS y de su batacazo y se ponen a temblar. Es, ciertamente, un bucle complicado de gestionar. Porque la evolución del país es imparable y los cambios son obligados para continuar avanzando.

placeholder El presidente chino, Xi Jinping, durante una reciente ceremonia en Pekín. (Reuters)
El presidente chino, Xi Jinping, durante una reciente ceremonia en Pekín. (Reuters)


2. Económico

Sabemos, o creemos, que la economía china sigue creciendo a ritmos más que decentes. La última revisión del FMI otorga a la segunda potencia económica mundial un crecimiento de su PIB de un 6,7%, cifra superior a la prevista. Sin embargo, Fenby nos recuerda las palabras del propio primer ministro Wen Jiabao en 2007 calificando la economía china de insostenible, descoordinada, desequilibrada e inestable. Y es que siguen existiendo muchas dudas acerca de su evolución. Quedan muchos deberes por hacer: desarrollar las provincias del centro del país y echar una mano a las que están en recesión, espolear el consumo interno y el sector servicios, corregir las ineficiencias de las grandes empresas estatales, seguir creando puestos de trabajo. En resumen, continuar alimentando la confianza del ciudadano chino en el sistema.

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3. Geopolítico

La relación de China con el mundo. Jacques afirma que el propio tamaño del país, de dimensiones continentales no puede sino hacer orbitar al resto del planeta a su alrededor. Es, sin duda, una ventaja diferencial. Y esta circunstancia reafirma el carácter asertivo de China con sus vecinos asiáticos, por ejemplo. De hecho, tiene varios frentes abiertos, con Japón, Corea del Sur, Vietnam y Filipinas como protagonistas de ciertas disputas territoriales y estratégicas. Pero existe una gran interdependencia de China con el resto del mundo y viceversa. Por un lado, la segunda potencia económica ha dejado de ser la mayor fábrica del mundo para convertirse en el destino de las exportaciones de medio planeta. Por otro lado, la escasez de recursos naturales de China, le convierte en un país dependiente, con una necesidad creciente en la importación de petróleo, gas, y alimentos.

4. Sociocultural

Es poco probable que Occidente acabe comiendo con palillos o vistiendo trajes Mao. China, por el contrario, ha abierto los brazos a los restaurantes de comida rápida, a la moda europea, a la tecnología y conocimiento foráneos. Se ven muy pocas películas chinas en nuestros cines y en las salas locales se proyectan las grandes superproducciones norteamericanas. Y Jacques nos recuerda que estamos ante, probablemente, la nación con la existencia más antigua en el mundo. China es un país que sigue profundamente enraizado en el pasado. Y sus más de tres mil años de historia la convierten, concluye Jacques, en una civilización-estado que ellos mismos autodenominan “Zhongguo”, literalmente el “Imperio del Centro”, el eje sobre el que gira el resto del planeta.

5. Medioambiental

Pekín, cada año, exhibe días apocalípticos en donde es difícil ver más allá de cien metros debido a la niebla provocada por la contaminación. Y el gobierno es consciente del descontento de su población: el primer ministro Li Keqiang anunciaba públicamente en marzo, al término de la Asamblea Popular Nacional, que “haremos que nuestros cielos sean azules otra vez”. Porque China decidió dar prioridad al crecimiento de su economía desatendiendo los avisos del entorno; Jacques enumera: 300 millones de personas sin acceso a agua potable, desforestación rampante, varias ciudades chinas entre las veinte más contaminadas del mundo y más de la mitad del territorio del país clasificado como árido o semiárido.

Ya se está procediendo al cierre definitivo de plantas de producción que no cumplen los estándares medioambientales en los sectores minero y metalúrgicos. La industria local de las energías renovables, solar y eólica, está empezando a despuntar mundialmente. Los dos más grandes fabricantes locales de automóviles tienen como objetivo convertirse en los líderes mundiales en utilitarios eléctricos e híbridos. Sin embargo, las dudas persisten. Porque, indudablemente, la sostenibilidad del modelo chino va a ser determinante.

placeholder Máquina utilizada para reducir la contaminación durante unas obras en Pekín. (Reuters)
Máquina utilizada para reducir la contaminación durante unas obras en Pekín. (Reuters)

¿Cuál es la conclusión? La influencia de China en Occidente es creciente. Es una realidad. Y, además, esa fortaleza está viéndose acentuada por el declive y la dilución de mucho de los valores que nos han regido hasta ahora. Sin embargo, es probable que a China no le interese representar el papel de líder con toda la responsabilidad que eso significa. Que se trate más bien, de que, siempre con un estilo pragmático único, aproveche las coordenadas que le brinda Occidente para afianzar su presencia en el mundo. Sin provocar estridencias ni desequilibrios. Sin embargo, como hemos visto, antes de consolidarse como el “Imperio del centro”, China tiene muchas cosas de las que ocuparse internamente. Y todavía mucho espacio que recorrer.

*Jaime Pastor Innerarity, con base de operaciones en Shanghái, lleva más de diez años poniendo en marcha proyectos empresariales de distinta naturaleza en China y el resto del continente asiático.

Hace ya seis meses que la primera potencia del mundo, Estados Unidos, entronó a su nuevo líder. Y los desplantes y ocurrencias de Trump, a golpe de Twitter, han sido aprovechados inmediatamente por China, muy atenta y siempre práctica.

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