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Escala del periodismo basura
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Escala del periodismo basura

He compuesto una escala del periodismo basura inspirada en la escala Richter que mide los terremotos, y les voy a explicar por qué. Cuando decía en

He compuesto una escala del periodismo basura inspirada en la escala Richter que mide los terremotos, y les voy a explicar por qué. Cuando decía en mi pueblo que iba a hacerme periodista, había dos reacciones. Una:

- ¡Pos cuando salgas por la tele salúdame!

Y dos:

- ¡No te hagas paparazzi!

Yo era un snob y tomaba por gañanes a mis paisanos; no me daba cuenta de que estaban haciendo un análisis a futuro sobre el periodismo bastante acertado. En aquella época, algunos informativos de televisión ya se habían contagiado de los métodos de la prensa rosa. No había tanto interné como hay ahora y los periódicos conservaban cierta respetabilidad vetusta, hablo de la época anterior a los ERE, cuando Umbral dominaba la tierra. Lo que más nos molestaba del periódico era que en la redacción se colase alguna etarra.

- Dirá usted errata.

Pues eso mismo. Pero ha llovido mucho: particularmente ha llovido, como en la Biblia, una plaga. Los periódicos de toda la vida tienen que vestirse de putas, imitando a madama televisión, para ganar lectores. La cosa alcanza el clímax cuando un tren descarrila o matan a un niño. La desgracia es periodísticamente rentable, pero se llega rápido al morbo vomitivo: en los últimos días la palangana se ha convertido en un elemento indispensable para dar un repaso a la información.

- Antes me manchaba los dedos de tinta y ahora me limpio por dentro.

Aunque he pasado ante los kioscos escondiéndome como un forajido que encuentra su cara en todas las portadas, no he podido evitar la ingestión de noticias sobre el nuevo asesinato de moda. Eso me ha permitido hacer una escala del periodismo basura. La idea me la ha dado mi amigo Jordi Berenguer, que dice:

- Estoy pensando que antes de que el señor Richter desarrollara su escala, la magnitud de los terremotos se medía a ojo. Justo lo que pasa ahora con los gilipollas, que no tienen un baremo. Creo que tenemos que desarrollar YA una escala de burraquismo. Podríamos aprovechar la escala de Richter, como homenaje.

Bien, con ese ímpetu cartesiano me propongo lo mismo para hacer una gradación del periodismo, que va del blanco al rosa pasando por el amarillo.

Escala de Periodismo Basura:

Grado cero, o periodístico: la información sobre un crimen o una catástrofe se da con el objeto de informar, y por tanto es noticiosa. En caso de que haya investigación prolongada en el tiempo, por ejemplo un juicio o una comisión, se hace un seguimiento sólo con las conclusiones. Ocupa sólo el espacio pertinente en páginas o parrilla televisiva. El espectador reacciona con malestar, porque el mundo es asqueroso, pero agradece tener una visión más completa de las cosas que pasan.

Grado uno, o molesto: además de todo lo dicho, la información añade juicio de valor y algunos testimonios de conocidos de la víctima o el presunto verdugo, hay imágenes del lugar del crimen (a veces un portal, a veces un chalé) y recoge impresiones populares de gente anónima, como el innecesario “pues era una buena persona y nunca dio problemas”. La información se mantiene todavía ajena al juicio paralelo, respeta la lentitud judicial y su goteo intrascendente. Ocupa un espacio tirando a excesivo en informativos o periódicos, pero sigue controlado. El espectador reacciona con malestar y su ánimo decae. Ligero aturdimiento.

La desgracia es periodísticamente rentable, pero se llega rápido al morbo vomitivo: en los últimos días la palangana se ha convertido en un elemento indispensable para dar un repaso a la información

Grado dos, o estomagante: además de todo lo dicho, se buscan opiniones concretas sobre los presuntos autores del crimen y las víctimas. Primeras unidades móviles para recoger los insultos y llantos en la puerta de los juzgados o los hospitales. Aparecen las primeras secciones especiales en televisión, en periódicos proliferan las fotos escabrosas. El espectador reacciona con ligeras náuseas y aparta la vista. Empieza a hablarse del tema en el bar o en el taxi.

Grado tres, o ardoroso: a lo ya referido, se suma la persecución, al modo paparazzi, de los allegados a las víctimas. La información pertinente pasó a mejor vida: se busca el tópico, la cosa climática y anímica, y sobre todo la explosión sentimental (llanto, ira, palabras entrecortadas). Los presentadores añaden, con tono solemne, las primeras metáforas, pequeñas reflexiones o moralejas, palabras melosas de consuelo antes de los deportes. Los periódicos despliegan innecesarias infografías: por dónde entró la bala, cuál fue el recorrido del violador de turno la mañana de los hechos. Tras una oleada de vergüenza ajena, el espectador busca una palangana.

Grado cuatro, u bilioso: en televisión se añaden mesas de debate, programas especiales, alcanza el prime time. Dramatizaciones del crimen o el accidente. Psicólogos, criminólogos, ingenieros de caminos o veterinarios con algún libro de divulgación en el currículum empiezan a frotarse las patitas ante el inminente contrato por obra y servicio. Los periódicos dedican sus primeros editoriales extensos. El espectador empieza a momificarse.

Grado cinco, o aberrante: en una catarata de informaciones irrelevantes que acaparan todo el espacio disponible en el éter televisivo, radiofónico, virtual y de papel, se estudian en grupo los vídeos del juicio, se sacan conclusiones sobre la personalidad de los personajes analizando un movimiento de la ceja derecha, un vaivén del flequillo sobre la frente. El espectador ya es completamente impermeable al horror de la historia, pero ha descubierto los límites de su bochorno por culpa del tratamiento mediático. Las palanganas no son suficientes, así que la televisión se instala cerca del retrete o se apaga.

Grado seis, o mostrenco: programas de telebasura como La Noria se lanzan sobre la carnaza, puesto que los personajes han llegado a la categoría de famosos. Todo está teatralizado en plena orgía amarilla. Intentarán sacar en plató a las apenadas viudas o padres sin hijos, a los que pondrán la mano en el hombro. Quizás Mediapro trabajará el guion de posibles series de televisión. Se desconoce qué ocurre en los periódicos, porque se ha perdido la capacidad lectora. El espectador, si le quedan fuerzas, ha reventado la tele contra la pared. Sólo Espejo Público ha logrado mantener el grado seis en el tiempo.

Grado siete, o de ultracuerpo: por fortuna, el periodismo amarillo no ha alcanzado todavía este grado, que incluimos aquí para no limitarnos, conscientes de la imaginación de esta piara. Posiblemente el programa de las tardes de TVE1 Entre todos es un experimento para alcanzar este grado inédito de destrucción del periodismo.

He compuesto una escala del periodismo basura inspirada en la escala Richter que mide los terremotos, y les voy a explicar por qué. Cuando decía en mi pueblo que iba a hacerme periodista, había dos reacciones. Una:

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