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El reino de la hemiplejia
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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El reino de la hemiplejia

En lo que va de año ha brotado un partido “a la derecha” del PP y un partido “a la izquierda” de... bueno, de todos esos

En lo que va de año ha brotado un partido “a la derecha” del PP y un partido “a la izquierda” de... bueno, de todos esos partidos de izquierdas. La formación de Ortega Lara y la de Pablo Iglesias Jr. aparecen para ocupar el vacío en los extremos del arco, porque el PP ya no representa a la derecha y el PSOE ya no representa ni a Rubalcaba. Las recién llegadas son formaciones de ideología radical porque vuelven a la raíz. La derechosidad emana de una víctima de ETA y la izquierdosidad de la santa sangre de Pablo Iglesias. Desde que llegaron, la cantinela de la izquierda y la derecha se ha propagado a la velocidad del sonido de las tertulias televisivas a los peatones. Sueltas cualquier opinión y la gente te mira como diciendo:

– ¿Y tú de quién eres?

Estos son los bienes que heredo de mi familia: pazos de artritis congénita, tapias de sordera, latifundios de miopía, secanos de calvicie, orejas de soplillo como blasón y tendencia a discutir a gritos como en la comida familiar de Amarcord. Pero el mejor es la inmunidad a las ideologías. Creo que eso salda el peso tétrico del resto del patrimonio familiar.

La mitad de mis abuelos eran rojos en la guerra y la otra mitad fachas, expresado en la jerga para imbéciles a la que uno acaba acostumbrándose. Ojalá todos los españoles tuvieran unos abuelos así, variados, buenas personas y cada cual con sus ideas. Quizás no sería tan habitual oír conversaciones de este pelaje:

Cuando un esquema tan elemental trastoca los actos buenos y malos actos por ideología, más que de sistemas de valores enfrentados hablaíra yo de hemiplejia

– Me ha caído muy bien José.

– ¡Pero si es de derechas!

– Qué va, ¿de verdad?

– Que sí, que sí. De derechas-derechas.

– Pues qué decepción, con lo simpático que parece.

Admito que el maniqueísmo es un sistema útil para distinguir a los buenos de los malos. Fernando Fernán Gómez decía:

– Bueno es el que, pudiendo hacer el mal, decide no hacerlo la mayor parte de las veces.

Cuando un esquema tan elemental trastoca los actos buenos y malos actos por ideología, más que de sistemas de valores enfrentados hablaría yo de hemiplejia.

El reinado de la hemiplejia arrancó con el revival de la Guerra Civil, cuando Zapatero anduvo removiendo zanjas. Luego llegó la crisis. ¡A las barricadas! La falta de dinero es comida para el discurso del rico contra el pobre, del señor contra el vasallo, del rojo contra el facha. El tiovivo de la “gente de derechas” y la “gente de izquierdas” vuelve a girar sobre su propio eje y desfilan dos castas. Dos subespecies irreconciliables, paralelas.

De pronto te das cuenta de que en España la ideología la marca quien acusa. Por ejemplo, uno puede creer que es de derechas hasta que otro que es más de derechas le llama progre. Uno creía ser de un lado hasta que vio enfrente a sus correligionarios, mirándolo con mala cara.

España es un país de insultadores profesionales. El catalán define al madrileño y el madrileño define al catalán. Y así ocurre con la izquierda y la derecha, quedando la cosa de esta guisa:

De pronto te das cuenta de en España la ideología la marca quien acusa. Por ejemplo, uno puede creer que es de derechas hasta que otro que es más de derechas le llama progre.

El facha es un tipo sin escrúpulos, él Borjamari y ella muy Lomana. Son pijos. Son clasistas. Aunque no lo admitan, odian a los que son diferentes porque tienen miedo. Hablan de las buenas costumbres pero son hipócritas. No tienen sensibilidad espiritual, por eso usan el dogma de fe. Están representados por el gran capital, es decir, están fuera del pueblo. Hay gente pobre de derechas y esto es porque está manipulada. Los fachas descienden de los asesinos de Lorca y envían a sus críos a colegios privados para que no se junten con gente normal.

– ¡No pasarán!

¿Y el progre? Pues el progre no tiene la más mínima noción la historia de Occidente, porque es un relativista. No sólo es relativista moral, no: hoy le pega al yoga y pasado mañana al nudismo, confunde libertad con libertinaje. Todos sabemos que está manipulado por las patrañas clásicas de la francmasonería. Siempre tiene a Franco en la boca pero de Stalin no dice nada. Da la murga con el hambre en el mundo pero bien que tiene un coche caro. Se va de vacaciones a Nueva York y luego critica el imperialismo yankee. Es desaliñado, bohemio. Está a favor de quemar contenedores y protestar, habla del movimiento obrero pero no le gusta trabajar. Cría a sus hijos con mucha libertad y luego les salen delincuentes. Persigue una idea difusa y boba del progreso. Se pasa el día pensando cómo irritar al cristiano.

Así que doy las gracias a mis abuelos rojos y a mis abuelos fachas por haberme enseñado desde pequeño que el único maniqueísmo es el de los actos, y que todo lo demás es hemiplejia mental.

En lo que va de año ha brotado un partido “a la derecha” del PP y un partido “a la izquierda” de... bueno, de todos esos partidos de izquierdas. La formación de Ortega Lara y la de Pablo Iglesias Jr. aparecen para ocupar el vacío en los extremos del arco, porque el PP ya no representa a la derecha y el PSOE ya no representa ni a Rubalcaba. Las recién llegadas son formaciones de ideología radical porque vuelven a la raíz. La derechosidad emana de una víctima de ETA y la izquierdosidad de la santa sangre de Pablo Iglesias. Desde que llegaron, la cantinela de la izquierda y la derecha se ha propagado a la velocidad del sonido de las tertulias televisivas a los peatones. Sueltas cualquier opinión y la gente te mira como diciendo: