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Juan Soto Ivars

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Isabel Carrasco y cierra el Twitter

La repercusión del asesinato de Isabel Carrasco en las redes sociales ha sido vomitiva. Miles de tuiteros se mofaban, ideológicamente envenenados, de que una mujer hubiera

Foto: Pasarela donde la presidenta de la Diputación de León y del PP provincial, Isabel Carrasco, fue abatida a tiros. (EFE)
Pasarela donde la presidenta de la Diputación de León y del PP provincial, Isabel Carrasco, fue abatida a tiros. (EFE)

La repercusión del asesinato de Isabel Carrasco en las redes sociales ha sido vomitiva. Miles de tuiteros se mofaban, ideológicamente envenenados, de que una mujer hubiera caído muerta a tiros en plena calle en nuestro país. Para esa gente pesaba más el cargo y el partido que la condición humana. Curioso que, las mismas personas que criticaban la pena de muerte a raíz de la ejecución del reo Clayton en EEUU, convirtieran un asesinato en el motivo de su celebración, como si España estuviera en guerra y la vida hubiera perdido su valor.

Los dobles raseros son un síntoma de crisis moral o de pocas luces. Y la crisis económica ha provocado esta enfermedad en la civilización occidental, porque tontos ha habido siempre. El caso de Carrasco lo demuestra, como lo demuestra también la frialdad, cuando un desahuciado se suicida, de muchos de los que dicen que el aborto es un crimen contra la vida humana.

El asesinato de Carrasco, finalmente un caso de novela negra, ha sido un monumento al doble rasero moral. Lo que llaman ‘caverna mediática’ había estado aventando en sus primeras horas teorías interesadas con cierta satisfacción de “ya te lo dije”: el asesinato, suponían, era responsabilidad de ETA, de los grupos anarquistas como los que incendiaron Gamonal o, en cualquier caso, la consecuencia lógica de los escraches.

El anonimato da alas a la bestialidad, pero más o menos deformado por el espejo cóncavo, Twitter es un retrato de España igual que lo era el esperpento. Un retrato en el que vemos las distintas caras de lo que piensa nuestra sociedad

Como si entre el desahogo de insultar a un político y pegarle un tiro no hubiera más que una sutil distancia, una delgada línea roja. Bien, según las reglas del pimpón, al conocerse la sospecha de que otra política del PP había apretado el gatillo, los unos pasaban al pésame acongojado y los otros al festejo morcillero.

–¡Peperas matándose entre ellas, qué maravilla!

A algunos nos daban ganas de vomitar, con los unos y los otros. Se puede sentir repulsa por un político, repulsa incluso por todos los políticos, y repulsa también por su asesinato. ¡Cuánta repulsa en una época repulsiva! ¿Será la época? Cuando ETA mataba políticos no existía Twitter ni habíamos atravesado una crisis económica que deja desigualdad, precariedad y algo mucho más peligroso e irreversible: politización extrema de la vida española. Teníamos, eso sí, los chistes sobre Irene Villa que, oh, sorpresa, le hacen gracia hasta a Irene Villa.

La política deshumaniza. La tasa de psicópatas que disfrutan como puercos en el lodazal del parlamento es una muestra de ello. Pero vivimos en una sociedad extremadamente politizada, una sociedad extremadamente deshumanizada, y las reacciones de muchos indignados con este penoso asesinato lo dejan bastante claro.

Isabel Carrasco ostentaba 12 cargos y su cuenta corriente soportaba 12 sueldos. Algunos me lo dicen como si eso sirviera de justificante para pegarle un tiro. En los últimos tiempos se ha instalado en muchas cabezas la idea de que a todo cerdo le llega el San Martín. La pobreza difunde su odio a los ricos. Quién no habrá pensado para sus adentros, yo qué sé, en que ya podía morirse Rodrigo Rato, por sinvergüenza. Pero hay una gran diferencia entre fantasear con una muerte imaginaria, enfadado e impotente, y celebrarla. De niño me castigaban mis padres y deseaba, como Macaulay Culkin en Solo en casa, que desaparecieran.

Los políticos deberían comportarse como doctores, pero sienten náuseas y mareos al ver la herida social que enseña el Twitter. Pues bien: el médico no se asusta ante la enfermedad

Hace unas semanas, la policía detuvo a 21 tuiteros por enaltecer el terrorismo. Ahora se investigará a los festejantes del asesinato de Carrasco. Hay quien pide que se restrinja la libertad de expresión para no tener que leer tanta bestialidad. A nadie con un poco de sensibilidad le gusta ver cómo se celebra una muerte, pero perseguir tuiteros es echar más leña al fuego. Twitter es un reflejo de lo que está pensando la gente. De acuerdo: el anonimato da alas a la bestialidad, el retuit deforma al alza la importancia de lo que se ha dicho. Pero más o menos deformado por el espejo cóncavo, Twitter es un retrato de España igual que lo era el esperpento. Un retrato en el que vemos las distintas caras de lo que piensa nuestra sociedad.

Sí. Actualmente hay gente que se alegra de que maten a un político.

¿Twitter hace peores a las personas? ¿Habrá sido la pobreza? ¿Será la corrupción política? Thomas Mann lo escribía en La montaña mágica: al espíritu del hombre sólo le queda la enfermedad cuando su labor no aporta sentido a la época en la que vive. Hoy día muchos ciudadanos han perdido su sentido en la sociedad: es natural que nos parezcan desagradables y enajenados. Pero el control no apaciguará los ánimos, el control aumentará su frustración.

España está enferma y necesita una regeneración, de arriba hacia abajo, con más urgencia de la que nadie hubiera podido imaginar. Los políticos deberían comportarse como doctores, pero sienten náuseas y mareos al ver la herida social que enseña el Twitter. Pues bien: el médico no se asusta ante la enfermedad. El médico la combate sin mareos y analiza con frialdad los resultados de la analítica.

En el ambulatorio de la política hay mucho loco que sólo quería verse en el espejo con la bata blanca. De síntomas y enfermedades, sólo conoce los suyos.

La repercusión del asesinato de Isabel Carrasco en las redes sociales ha sido vomitiva. Miles de tuiteros se mofaban, ideológicamente envenenados, de que una mujer hubiera caído muerta a tiros en plena calle en nuestro país. Para esa gente pesaba más el cargo y el partido que la condición humana. Curioso que, las mismas personas que criticaban la pena de muerte a raíz de la ejecución del reo Clayton en EEUU, convirtieran un asesinato en el motivo de su celebración, como si España estuviera en guerra y la vida hubiera perdido su valor.

Isabel Carrasco Irene Villa