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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Sexo, mentiras y vídeos del PP

Va la pobre suspirando por casa. ¿Qué te pasa?, le pregunto, y mi mujer dice que no le pasa nada, pero noto una melancolía azul en

Va la pobre suspirando por casa. ¿Qué te pasa?, le pregunto, y mi mujer dice que no le pasa nada, pero noto una melancolía azul en su voz. Cuando se mete en el cuarto de baño echa tres pestillos, dos candados y un palo de escoba. Tiene miedo de que Rajoy abra la puerta con la intención de darle las gracias. Luego, cuando suena el timbre, da un respingo y corre a esconderse bajo la cama. Desde allí la oigo ladrar.

–Nada, que he venido a daros las gracias. Gracias, de verdad.

Doy por hecho que todos ustedes han pasado ya por la traumática experiencia del último vídeo promocional del Partido Popular, que pueden ver sobre estas líneas. Me refiero a la película donde el presidente se aparece, como hacía Nuestra Señora delante de Santa Teresa de Jesús, y da las gracias a una serie de transeúntes que le miran con maravillada sorpresa. La pieza dura apenas un minuto, pero es la consagración cinematográfica del Partido Popular como productora audiovisual. Ha superado varios Everest e innumerables Teides de vergüenza ajena: los siete cortos de café con leche que hizo Floriano casi parecen aceptables comparados con esta nueva aberración.

Por culpa de este vídeo, mi mujer está chalada como un veterano de Vietnam y ve charlies de barba blanca por todas partes. Yo, sin embargo, abro la puerta con una mirada radiante. Si son amigos o familiares, la cierro malhumorado, porque lo que anhelo es que Mariano Rajoy se me plante en el rellano y me dé las gracias. Más tarde explicaré por qué.

Antes quiero hablarles de mi pepevídeo favorito. Es el de Ana Botella, el mejor caso de comedia involuntaria de la historia de la Humanidad junto con The Fountain, película que Enric González definió como un “alud de memez y pedantería”. ¿Qué es comedia involuntaria? Cualquier drama, tragedia o historia edificante que, por su mala factura, desata carcajadas. En este sentido, el spot que se ha marcado la Católica Ana supera a Caótica Ana, aquel bodrio psicomágico con que resbaló Julio Medem. Chapoteando en el campo descriptivo de Enric González, definiré el vídeo de Botella como una bañera llena hasta el grifo de ranciedad.

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La película dura 14 minutos y casi ha desaparecido de la red, porque usaron una panadería para promocionar la gestión de Botella so pretexto de ensalzar la ciudad de Madrid, y la panadera, cuando lo vio, no estaba por la labor de bailarle el agua a la alcaldesa. Pero a nosotros no nos importa este escándalo de bambalinas, estamos aquí para disfrutar del arte.

Argumento: un argentinose fue de un Madrid gris y triste (el de Gallardón). Ha pasado cuatro años en su patria y ahoraregresa a Madrid para trabajar en el Teatro Español y reunirse con su novia. Se siente decepcionado cuando llega a casa de su novia y comprueba que ella no está. Le ha dejado una nota al lado de una caja con pequeños cactus. En la nota dice que está trabajando, y en la caja de cactus se lee la palabra “Castus”, no sabemos si por lo leal que es la novia o por lo casta que es Botella.

A continuación, el hombre se va a dar un paseo por Madrid. Aquí pasamos a la ciencia-ficción involuntaria. Como si la ciudad hubiera sucumbido bajo la invasión de los ultracuerpos, todos los madrileños se han convertido en zombis u ordenadores que suministran al pobre emigrante información falaz sobre la ciudad: que si está más limpia, que si hay más eventos culturales, que si hay más transporte público y más actividades para niños y jubilados. En fin: lo contrario de lo que ha supuesto la gestión de Botella.

Destaca la valentía del protagonista. Dialoga con estos seres alienados, finge sorpresa e interés y ni siquiera se asusta cuando un niño que tiene la voz de la duquesa de Alba le dice que quiere ser bombero.

Botella, como David Lynch, firma una película enigmática. Cada espectador sale con sus propias conclusiones. Hay quien, poco proclive a los experimentos estéticos, dice que Botella es una mamarracha sin talento, pero yo no lo veo así. Para mí, The Relaxing es una película cómica de ciencia ficción. La ciudad entera conspira para gastar una broma al emigrante, como un gran cerebro. Quieren hacerle creer que Ana Botella ha solucionado los innumerables problemas de la capital, en lugar de agravarlos.

Pregunté a un amigo que tiene mucha mano en el Ayuntamiento cómo es que los asesores de Botella le habían recomendado dar un salto a la ciencia ficción. Me miró fastidiado, y me dijo que Ana Botella está arrinconada en el PP. Me dijo que ha desatado tanto odio en su partido que sólo conserva en su entorno a personas que le ríen las gracias, es decir, a mamelucos hipócritas. Me dijo que yo no había entendido la película, que la verdadera confabulación no engañaba al protagonista, sino a la propia Botella. Y ahí, admito que quedé desconsolado.

Pero antes de reponerme, ya me estaba riendo otra vez. Los timbres empezaron a sonar. Las puertas se abrían y aparecía Rajoy como una vendedora de Avon o un testigo de Jehová. En este nuevo pepevídeo, el presidente se patea los vecindarios y se cuela en las casas como un ninja para darnos las gracias a todos los españoles.

De nuevo, divergencia de opiniones. Hay quien se enfada porque cree que el mensaje del vídeo es que el PP nos ha sacado de la crisis. Para mí es mucho más sutil. Agradezco que Rajoy nos dé las gracias, porque durante casi cuatro años hemos soportado su corrupción, su plasma, sus recortes y la mediocridad política de su partido. “Gracias” es la única palabra que quiero oírle decir.

Como ocurrió con el anuncio de la Lotería de Navidad, ahora proliferan toda clase de parodias, pero el esfuerzo de la izquierda es estéril, las parodias de los vídeos del PP no pueden superar a los originales, es como parodiar a los Monty Python. El PP ha dejado tierra quemada tras incendiar los prados del reino del humor.

Seguiría hablando, pero tengo que dejarles. Ha debido sonar el timbre, porque mi mujer se ha puesto a ladrar otra vez.

Va la pobre suspirando por casa. ¿Qué te pasa?, le pregunto, y mi mujer dice que no le pasa nada, pero noto una melancolía azul en su voz. Cuando se mete en el cuarto de baño echa tres pestillos, dos candados y un palo de escoba. Tiene miedo de que Rajoy abra la puerta con la intención de darle las gracias. Luego, cuando suena el timbre, da un respingo y corre a esconderse bajo la cama. Desde allí la oigo ladrar.

Mariano Rajoy