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Qué veríamos si cortásemos a Rajoy por la mitad
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Qué veríamos si cortásemos a Rajoy por la mitad

Cualquiera que haya compartido cafetería con unos cuantos políticos sabe que en todos ellos hay cuatro estratos geológicos que van, como en los planetas, de la corteza al núcleo

Foto: Reunión de líderes de la Eurozona el pasado domingo en Bruselas (EFE)
Reunión de líderes de la Eurozona el pasado domingo en Bruselas (EFE)

Que nadie me meta en chirona, porque me mueve un interés geológico y la geología es, de todas las disciplinas científicas, la que guarda una relación menos estrecha con cualquier clase de dolor. Me refiero a partir a Mariano Rajoy con un corte recto a lo largo de su eje vertical, de arriba abajo, tal como se cortan los planetas en los diagramas de sus estratos interiores, a saber: corteza, manto exterior, manto interior y núcleo.

El motivo de este interés repentino por la geología es que, por fin, podemos observar así a nuestro presidente, y es gracias a la foto que acompaña a estas líneas. Quiero que se fijen bien, pero no la miren con los ojos. No: obsérvenla unos con el ojo de la intuición, otros con el del ingenio y los últimos con el de la ideología. A simple vista, vemos a Mariano Rajoy aburrido y solitario, taciturno, esperando al intérprete, quizás, o a que Luis de Guindos se lo lleve a tomar una caña y a fumar unos puros. La causa de esta apariencia de vaca triste, todos lo sabemos, es que nuestro presidente tiene tanta idea de idiomas extranjeros como la que puedan tener sus posaderas.

España es un país donde nadie habla idiomas pero todo el mundo se ríe del poco dominio que muestran los demás. Los que tuvimos amigos que se iban de Erasmus pensábamos que aquello nos serviría para ver mundo sin mucho dinero en el bolsillo, y a primera vista era cierto. Uno aterrizaba en un aeropuerto danés y el amigo venía a recogerlo. Acto seguido, nos decía:

–Hoy tenemos una fiesta en casa de... –y a continuación profería un sonido estrambótico y aterrador, el nombre y apellido de alguna persona danesa, tan indescifrable que nos hacía prever lo que venía a continuación: un montón de gente rubia en una casa minimalista y una conversación internacional que se celebra, por el bien de todos, en inglés. En aquel entonces yo no sabía más inglés que el que servía para aprobar en el instituto, así que me sentí muchas veces como Mariano Rajoy en esta foto. Como un patriota, en el mal sentido de la palabra.

España es un país donde nadie habla idiomas pero todo el mundo se ríe del poco dominio que muestran los demás

Esta identificación me ha permitido ver a nuestro presidente por dentro y he descifrado algo que solamente podía intuir, un aspecto de su personalidad que me producía extrañamiento y enfado, y ahora, como si Rajoy fuera un pariente mío o el amigo de mi padre, sólo puedo mostrar con cariño distante.

Más allá de los píxeles, la foto muestra el prisma secreto que brilla en el interior de nuestro presidente. "¿Ese prisma, será el alma?", me pregunta el lector intuitivo, que se había puesto las gafas sobre el pecho. "¿Serán sus intenciones secretas?", inquiere el lector ingenioso, que ha colocado las gafas sobre las arrugas de su frente. "¿O es su MALDAD INTRÍNSECA?", se cuestiona el lector ideológico, quien, dado que se ha puesto un monóculo, no es necesario que digamos dónde.

Yo suspiro, y a los tres respondo que no.

Cualquiera que haya compartido cafetería con unos cuantos políticos sabe que en todos ellos hay cuatro estratos geológicos que van, como en los planetas, de la corteza al núcleo. Si los cortaran a todos de forma vertical como si los hubiera agarrado Damien Hirst, los estudiantes de ciencia política, asignatura y oxímoron, comprenderían de un vistazo los secretos mejor escondidos de nuestros regentes.

La corteza es lo que mostramos en los medios de comunicación, y como una corteza, se desprenden de ella cuando se apagan las cámaras y los micrófonos. Después hay un magma viscoso, la astenosfera, una lava intensa que sólo brota por los volcanes cuando los políticos, lejos de los periodistas, se reúnen en un ambiente que les permita expresarse con franqueza. En esta foto podemos ver la astenosfera de Tsipras y Hollande, que se ríen, posiblemente, por ese chiste francés del corral y el pavo que contaba Pantagruel, creo recordar. De ahí que Merkel, que siendo alemana tiene el magma del humor bastante solidificado, dé la espalda y converse con otra persona, posiblemente de sus inquietudes cinematográficas.

Esta foto enseña algo más. Perdemos la vista en ella y el presidente vuelve a ser un registrador de la propiedad de provincias aburrido entre chisposos

Que Verne nos guíe ahora. Bajo el manto exterior hay una masa rocosa, líquida por la temperatura y sólida por la presión, que es la humanidad de los políticos. Es la parte que sufre cuando ellos mandan a un montón de compatriotas a tomar por saco por una mala decisión y que todos, salvo algunos psicópatas, demuestran cuando van por su casa con el pijama puesto. Es la parte de Rajoy que conoce Marhuenda, o la parte de Iglesias que conoce Escolar: algo que permite afirmar a ambos tertulianos que esas personas, Rajoy e Iglesias, son intrínsecamente buenas y, por tanto, injustamente valoradas por sus oponentes.

Pero vayamos al fondo. Esta foto enseña algo más. Perdemos la vista en ella y el presidente vuelve a ser un registrador de la propiedad de provincias aburrido entre chisposos, abotargado entre sagaces, solo, en una palabra, y lastrado por la apoliglotía. Miren ahora qué labios. ¿No les recuerda a la melancolía de Walter Matthau? Y más importante: ¿no es una novedad que Rajoy disponga de un par de labios capaces de hinchar la barba de ese modo?

–¡Primera noticia! –exclama el lector intuitivo. "Además, labios mayores", se burla el ingenioso. "¡Y lengua de serpiente!", chilla el ideológico. A todos pido calma y sosiego, pues viene la conclusión. Del NIFE, del núcleo profundo de Rajoy, brota el sentimiento que transforma una boca, hasta la fecha sin labios, en un convincente puchero de desamparo. Y eso hay en lo más profundo de nuestro presidente: desamparo. Las consecuencias de este sentimiento podíamos verlas en su partido y en España, pero no ha sido hasta ahora que podremos llamar por su nombre a un mal que nos afecta a todos.

Que nadie me meta en chirona, porque me mueve un interés geológico y la geología es, de todas las disciplinas científicas, la que guarda una relación menos estrecha con cualquier clase de dolor. Me refiero a partir a Mariano Rajoy con un corte recto a lo largo de su eje vertical, de arriba abajo, tal como se cortan los planetas en los diagramas de sus estratos interiores, a saber: corteza, manto exterior, manto interior y núcleo.

Mariano Rajoy Luis de Guindos Alexis Tsipras