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Juan Soto Ivars

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Albert Rivera duda entre su mujer y su amante

En la indefinición, en no posicionarse ideológicamente, Rivera se está comportando no como Don Juan, sino como Don Drapper, que jamás abre la boca cuando se trata de ligar

Foto: El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)

En abril bailamos los dos bajo la luz de las farolas, Albert Rivera me decía “que me caso, que me caso”, se casaba encima, ya se veía marido oficial de España tras haberse ligado a la pija. La pija, les recuerdo, es el votante estrábico de centro español, que hasta ahora reclinaba la cabeza en el hombro del PSOE o del PP dependiendo de la intensidad del tufo a legislatura; pero también ese otro votante, más pija todavía, que reclina reiterativamente la cabeza en el PP como quien se da testarazos contra una pared.

Cuando Albert sedujo a la pija, los peperos advirtieron lo que todos sabíamos ya: que llevaban mucho tiempo acomodados en su relación, que ya no le acariciaban a la pija la espalda por las noches. Cuando la chica amenazó con probar nuevas experiencias intentaron encerrarla en una tina, pero ella se les escapó por la ventana. La vi correr hacia Rivera camino del extrarradio y se citaron en Cataluña, ocultos de la ira de Montescos y Capuletos, atentos a otra ira mayor. Recuerdo aquel día cinematográficamente porque Arrimadas sonreía como una 'starlett', pero Rajoy, como siempre, se enteró tarde y por la prensa. Rabioso a su manera, le dio diez duros a Pablo Casado y echó al niño bonito del pepé al malecón por ver si este reconquistaba a la pija. Para cuando llegó, Rivera ya se la había llevado en autobús como en el final de 'El graduado'.

Ahí terminó el acto segundo del sainete y esta semana ha empezado el tercero y último antes de las generales del 20 de diciembre.

Hoy anunciaba por Twitter Luis Garicano, el gurú de C's, que los responsables económicos de PSOE, PP y Podemos se han retirado con 24 horas de margen del debate que iban a mantener en TVE. No me extraña el acobardamiento después del cara a cara entre Rivera e Iglesias. Aunque peperos y socialistas hayan pasado estos días repitiendo que no vieron el debate y a algunos se les nota la preferencia por 'Gran Hermano', estoy seguro de que muchossí lo vieron, ni que fuera haciendo 'zapping', como digo yo cuando me pillan viendo el porno.

Las recetas de Garicano resultan temibles para cualquier contrincante porque huelen a nuevo y el votante es un consumidor. ¿Podrían llevarnos a un escenario más neoliberal, atroz para las clases desfavorecidas? Podría ser, pero las medidas económicas de PP, PSOE y Podemos recuerdan a lo que hicieron anteriores gobiernos -derogar esto, reforzar lo contrario-, mientras que el arcón de Garicano trae exóticos artículos de importación.

Aún se estará preguntando usted, señora, qué es eso de la amante de Rivera que digo en el titular. Vamos a por ello. Del debate entre Iglesias y Rivera se han comentado todos los ángulos menos las ingles, y de ingles precisamente he venido a hablar. Me explico: Pablo Iglesias dejó claro que a él, la pija que se ha ligado Rivera, no le ha interesado en la vida. Pero se mostró tan atento a los pasos de baile de su rival que tuve la certeza de que estaba aprendiendo a ligar.

Rivera se atormenta y duda si quedarse con la pija o irse con la amante progre. Tendrá que mantener el misterio hasta después de las elecciones

Ligar, ¿a quién? Anda cortejando Iglesias a la chica progre, por eso ahora va de moderado y veremos cuando refresque si se pone una chaqueta de pana. La progre es un votante más intelectual que la pija de Rivera. La progre es la chica que hasta ahora estaba comprometida con el PSOE y sentía amor platónico por IU. Pensando en ella durante el 'Salvados', Iglesias se esforzó en dejar claro que Rivera es de derechas. A ti, progre, todos te dicen lo mismo: que Rivera es un pijo y está comprometido, pero tú eres un espíritu libre, te desvelas por las noches, te preguntas si realmente Rivera está tan mal.

Con este ambiente político propio de discoteca a la hora del cierre, el triángulo amoroso está servido. En la indefinición, en no posicionarse ideológicamente, Rivera se está comportando no como Don Juan, sino como Don Drapper, que jamás abre la boca cuando se trata de ligar. Y como el publicista, Rivera se atormenta y duda si quedarse con la pija o irse con la amante progre. Tendrá que mantener el misterio hasta después de las elecciones y oiremos sus pasos por el pasillo a altas horas de la noche, entre una habitación y otra. Si no han visto ustedes 'The Coalition', les recomiendo que lo hagan enseguida.

No hay asunto turbio que justifique tanto el secretismo que el adulterio. A no ser que Iglesias conquiste a la progre de aquí a las elecciones, la política en España es la casa de los líos. No me extraña que 'Salvados' haya superado en audiencia al 'Gran Hermano' y las tertulias del corazón.

En abril bailamos los dos bajo la luz de las farolas, Albert Rivera me decía “que me caso, que me caso”, se casaba encima, ya se veía marido oficial de España tras haberse ligado a la pija. La pija, les recuerdo, es el votante estrábico de centro español, que hasta ahora reclinaba la cabeza en el hombro del PSOE o del PP dependiendo de la intensidad del tufo a legislatura; pero también ese otro votante, más pija todavía, que reclina reiterativamente la cabeza en el PP como quien se da testarazos contra una pared.

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