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Un día de hambre por nuestro querido Artur
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Juan Soto Ivars

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Un día de hambre por nuestro querido Artur

En un giro inesperado de la rebeldía patriótica, unos cuantos valientes de la ANC han comenzado una huelga de hambre para presionar a la CUP para que los radicales traguen con Mas

Foto: Artur Mas durante su tradicional discurso de fin de año. (EFE)
Artur Mas durante su tradicional discurso de fin de año. (EFE)

La Navidad suele ser una masacre para todos los estómagos, pero éstas en concreto han recrudecido sus efectos indigestos sobre las tripas del independentismo catalán. Mientras los españoles ponemos a prueba el ancho de banda de nuestro tracto intestinal y nos convertimos en simples tubos masticadores de viandas, los independentistas de Cataluña sufren cortes de digestión y ardor patriótico de estómago por culpa de los cabroncetes de la CUP, que siguen sin investir de 'president' a Artur Mas.

Los pobres independentistas han tragado tantas humillaciones desde el 27 de septiembre que a estas alturas están para un lavado de estómago en el ambulatorio. Sin embargo, millones de titas y yayas, totalmente ajenas a la gravedad del momento histórico, desfilan como las huestes borbónicas entre la cocina y la mesa camilla para atiborrar a sus visitas de turrones y alfajores. El Xavi, tan independentista que además de la estelada en el balcón usa papel higiénico con la bandera de España, trata de apartar de sí los manjares que le arrima su yaya:

-Por Dios, quita, ¿no ves que no me entra ni una peladilla, en vilo como estoy?

-Pero 'nen', que es 1880, el turrón más caro del mundo.

-¿El más caro? Bueno, dame, anda, que tampoco lo vamos a tirar.

En fin. Todo iba así, más o menos, hasta esta mañana. En un giro inesperado de la rebeldía patriótica, unos cuantos valientes de la ANC han comenzado una huelga de hambre para presionar a la CUP con los rugidos de sus estómagos vacíos para que los radicales traguen con Artur Mas. Rodeados de canelones humeantes, estos mártires valientes se inmolan este 2 de enero y no comerán nada, ni pizca, hasta mañana. Es previsible que los 'cuperos' corran en manada a investir a Mas, acosados por el estruendo de los estómagos como personajes de un cuento de Poe.

Lo sé, no diga usted nada, señora: en el resto de España pasar el 2 de enero sin comer se llama ayuno desintoxicante y sirve para recuperarse de las salvajadas de Año Nuevo, Nochevieja y demás explosiones de indigestión. El escritor Sergio del Molino, maño, no comprende la grandeza de estos sacrificios. Se preguntaba esta mañana qué nuevos martirios estarán dispuestos a hacer por el gran capitán: “¿Salir a la calle sin abrocharse la chaqueta? ¿No limpiarse las gafas aunque estén sucias?”. Yo aún diré más: esta tarde se acostarán a echar la siesta sobre una sábana sin estirar del todo. La ANC quiere crear al hombre nuevo y para eso tiene que cambiar el nombre de todas las cosas.

Sin embargo, no podemos tomarnos a pitorreo esta huelga de hambre de 24 horas, porque pasaríamos por alto su nada desdeñable significación simbólica. Un día sin comer, en plenas Navidades, es un sacrificio que queda a la altura exacta del tesón y los desvelos que ha mostrado Artur Mas por Cataluña. En este sentido, aunque nos parezca ridículo, el president fantasma está recibiendo exactamente lo mismo que dio.

La Navidad suele ser una masacre para todos los estómagos, pero éstas en concreto han recrudecido sus efectos indigestos sobre las tripas del independentismo catalán. Mientras los españoles ponemos a prueba el ancho de banda de nuestro tracto intestinal y nos convertimos en simples tubos masticadores de viandas, los independentistas de Cataluña sufren cortes de digestión y ardor patriótico de estómago por culpa de los cabroncetes de la CUP, que siguen sin investir de 'president' a Artur Mas.

Artur Mas