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Un titiritero muerto, un titiritero menos
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Un titiritero muerto, un titiritero menos

La infancia es sagrada y merece nuestra protección, pero tampoco está bien subestimar a los niños

Foto: La pancarta exhibida durante el espectáculo.
La pancarta exhibida durante el espectáculo.

Dos titiriteros están en prisión incondicional por un retablo para críos donde se acuchillan monjas, se cuelgan jueces y se muestra una pancarta interpretada como enaltecimiento del terrorismo. No he visto la obra. Puede ser inadecuada para el público infantil, pero la cuestión es que sus autores están en la cárcel acusados de crímenes gravísimos. ¿Atentaron contra la infancia? Mi amigo Miguel Sánchez Lindo recuerda en Facebook algunas de las canciones con las que crecimos los de mi generación. Yo les traigo una de Albert Pla que empezaba así:

“Tu novia es un encanto y tú estás tan enamorado, por eso le perdonas sus deslices, sus engaños. Pero tu cariño no es tan ciego, ves muy claro su secreto, ella tiene otra vida más siniestra y clandestina: tu novia es una terrorista. Debería denunciarla pero igual la culpa es mía, quizás necesite ayuda, mi comprensión, mi cariño. Quizás si le hubiera dado más amor se habría olvidado de cargarse policías, sin manías sin prejuicios. Un policía muerto, un policía menos.”

¿Nos hizo daño escuchar eso? También oíamos a Soziedad Alkoholika, banda de letras brutas y música difícil de soportar cuando uno crece y se le sofistica el oído. Y también a Extremoduro y sus elogios de la heroína, el hachís, el alcohol y la cocaína; sus amores torturados que a veces terminaban en maltrato, contradictoriamente bellos gracias a la poesía barroca y callejera de Roberto Iniesta.

Y le dábamos al videojuego nipón 'Final Fantasy VII'. El niño maneja al cabecilla de un grupo ecoterrorista. Después de poner bombas en reactores de energía, provocar desastres en ciudades y matar a una legión de policías, el jugador se convierte en un héroe capaz de salvar al mundo de una amenaza apocalíptica. No recuerdo que nadie dijera entonces que los japoneses enaltecen el terrorismo, aunque sí había un debate sobre la violencia gráfica que hoy sigue alimentando las reuniones de los pedagogos. Y aquí estamos, habiendo escuchado tantas y tales barbaridades, convertidos en treintañeros demócratas, aburridos, pensantes y relativamente sanos.

¿Y si pusiera 'Arriba Franco' y la responsabilidad recayera en Botella? Los que hoy dicen defender la libertad de expresión serían la horda condenatoria

La infancia es sagrada y merece nuestra protección, pero tampoco está bien subestimar a los niños. El hecho de que muchos se conviertan en imbéciles cuando crecen no significa que sean imbéciles de pequeños. ¿Son los cuentos de los hermanos Grimm un enaltecimiento del asesinato de los tutores legales? Es comprensible retirar una obra de títeres violenta del circuito infantil, y diré más: habría que retirar del circuito infantil todo producto de baja calidad, toda representación sin gracia. Pero el tema que nos ocupa termina en encarcelamiento, y parece que responde a intereses menos elogiosos que la protección del menor.

Hay una pregunta clave que nos permitirá ver el problema completo: ¿y si en la pancarta del 'Gora ETA' pusiera 'Arriba Franco' y la responsabilidad recayera en el ayuntamiento de Ana Botella? Seguramente los que hoy dicen defender la libertad de expresión serían la horda condenatoria. Tengo clavadas las palabras de algunos progres cuando las caricaturas de 'Charlie Hebdo' ensuciaron la cara de los fundamentalistas islámicos, y también las denuncias por violencia de género contra un simple anuncio de desodorantes gamberro y casquivano.

La libertad de expresión solo puede defenderse desde ese lugar en que, durante la Guerra Civil, te habrían fusilado los dos bandos. Pero valorar sus límites exige conocer bien el material sometido a juicio. No hemos visto la obra de títeres, pero la canción de Pla que parecía enaltecer el terrorismo termina así: “Mi silencio está cantando apología al terrorismo. Me siento responsable y cómplice de su barbarie, por celoso y por cobarde. Pero es que me horroriza estar sin ella, no podría hacerme a la idea. Que le ocurra una desgracia o caiga en acto de servicio. El día menos pensado me despierto y estoy vivo. Y sin ella estoy perdido. Ya nada tiene sentido…”.

La sociedad de los noventa permitió que Pla estimulase la inteligencia crítica de sus oyentes con canciones que hoy lo hubieran mandado a chirona

Hasta el más obtuso se dará cuenta de que lo que parecía una burla contra las víctimas, escrita y cantada, por cierto, cuando la maquinaria sangrienta de ETA estaba en su apogeo, resulta ser una sátira de los enamoramientos. A través de Pla habla un tipo sin personalidad, un palurdo incapaz de discernir entre el bien y el mal por culpa de la ceguera del amor. ¿Asistíamos a una apología? Del individualismo, en todo caso, porque la canción termina así:

“Una novia muerta, una novia menos”.

No sé si Pla es adecuado para los niños, pero sí sé que lo escuchábamos. En sus canciones encarna a hombres que matan a su mujer, a niños que ahogan a otros niños en la playa, a pervertidos que ponen a menores a chuparles el chupachups y, sin embargo, creo que todo eso no nos hizo peores personas. Sus letras rebasan el filo del mal gusto pero nos enseñan a valorar la fuerza de un doble sentido y la complejidad de una contradicción; a descubrir lo que se oculta en el reverso de una caricatura tenebrosa; a buscar el sentido más allá de las palabras literales.

La sociedad despreocupada de los noventa, que tanto se echa de menos en estos tiempos aplastados bajo la tiranía del pie de la letra, permitió que Pla estimulase la inteligencia crítica de sus oyentes con canciones que hoy lo hubieran mandado a chirona por un verso. Pero quién estará de mi lado. ¿El podemita que mañana pedirá que se silencie a Arcadi Espada? ¿El indepe que ayer se quejaba por las sátiras del carnaval de Cádiz? ¿El capillita que quería ver encerrado a Krahe por cocinar un Cristo? Hoy defenderá mi libertad de expresión el mismo que mañana me condenará por hacer uso de ella.

Dos titiriteros están en prisión incondicional por un retablo para críos donde se acuchillan monjas, se cuelgan jueces y se muestra una pancarta interpretada como enaltecimiento del terrorismo. No he visto la obra. Puede ser inadecuada para el público infantil, pero la cuestión es que sus autores están en la cárcel acusados de crímenes gravísimos. ¿Atentaron contra la infancia? Mi amigo Miguel Sánchez Lindo recuerda en Facebook algunas de las canciones con las que crecimos los de mi generación. Yo les traigo una de Albert Pla que empezaba así:

Terrorismo Extremoduro Pedagogía