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Las dos Españas son las dos tetas de Rita Maestre
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Las dos Españas son las dos tetas de Rita Maestre

El caso de Rita Maestre nos ha revelado que tenemos lo de siempre, el viejo mito de estas dos Españas igual de insoportables, la entierra-rojos y la derriba-campanarios

Foto: La portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre. (EFE)
La portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre. (EFE)

Nunca me han caído bien los estudiantes que chafan actos universitarios. Recuerdo un boicot en mis tiempos contra un ministro del PP que vino a la Universidad a hablar de economía. Vente al boicot, me invitaba Nacho, arropado por sus greñas de grasa y el palestino. Para él era como decir vente a tomar cañas, una línea más en el catálogo de formas de saltarse una clase. Yo me preguntaba: si hay compañeros que quieren escuchar al ministro del PP hablando de economía, ¿quiénes somos nosotros para fastidiarlos?

Le dije a Nacho que no recordaba que ningún católico nos hubiera intentado joder las charlas que organizábamos en nuestra asociación de estudiantes bolchevizados. Él me respondió que, si alguno se atrevía, le arrancaría el escapulario con los dientes. Para Nacho, la paz del campus era una guerra, veía 'charlis' entre la maleza, era un puto intolerante. Nuestra amistad y nuestra asociación no tardaron en enfriarse. Pero hoy ya lo veo como lo que era: un adolescente, y más que su intransigencia recuerdo su ingenio y su generosidad. A veces me pregunto qué habrá sido de él, si la edad le habrá arrancado ya la grasa, el palestino y el panfletarismo.

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Este jueves se ha sentado en el banquillo Rita Maestre por confundir una capilla universitaria con otra cosa, es tarea del juez determinar si con una tribuna política o con un club de 'striptease'. El caso es que recuerdo esa capilla: casi siempre sola, tristona, burocrática y escondida en el pasillo oscuro de la biblioteca. Al pasar por la puerta me preguntaba qué hacía ahí esa capilla tan vacía si luego faltaba espacio para dar clase. No me hubiera hecho esa pregunta si Rita y sus amigas hubieran tenido por costumbre enseñar carnaza en esos tiempos. La capilla habría estado, como la cantina, siempre llena hasta la bandera.

Nacho buscaba una novia como Rita: guapa y revolucionaria, dispuesta a enseñar el sujetador a un grupo de cristianos con la excusa de luchar contra el yugo heteropatriarcal y vaticano, cuando en realidad lo hace para vivir, porque es joven, porque se aburre.

El acto de protesta Maestre no fue tan obsceno por enseñar cacha a un cura como por intolerante. Puede que la Universidad pública no sea sitio para capillas, pero allí se refugian cuatro cristianos a oír misa, ¿qué problema hay? Me merecen tanto respeto como los estudiantes rojos que abarrotaban las misas paganas de Julio Anguita. De haber sido Rita la novia de Nacho y mi amiga, habríamos discutido por este motivo.

El caso es que la quieren meter en la cárcel. ¡Piden cárcel! ¿Estamos locos? El juicio está consiguiendo lo imposible: superar la obscenidad de la protesta. He puesto la tele esta mañana y pensaba que Rita había matado a Isabel Carrasco, así que he naufragado un rato en las redes sociales para comprobar que no, que todo este espectáculo viene por quitarse una camiseta. Yo, que pensaba que el encierro de los titiriteros había servido para que nuestra justicia tocase un techo de ridículo internacional suficiente, siempre subestimo nuestra capacidad para hacernos ver en este mundo.

Y aquí tenemos lo de siempre, el viejo mito de estas dos Españas igual de insoportables, la entierra-rojos y la derriba-campanarios

Así que uno se pone a defender a Rita con cuidado. Le quita hierro a su vandalismo sin llegar a justificarlo, pero entonces, por curiosidad, va a leer lo que dicen sus abogados tuiteros. Así se cierra el círculo, porque mi país se empeña en hacer el ridículo por sus dos extremos. Descubro rápidamente que muchos defensores de Rita no toman partido por ella, sino que aprovechan la mañana para salir a quemar conventos. Hay quien quiere defender la libertad de expresión. No es el caso: la libertad de expresión de los católicos que oían misa cuando entró Rita también se vio amenazada, igual que la de los estudiantes que querían oír al ministro del PP. Muchos no protestan por la pena injustificable que pide el fiscal, sino que gritan contra la Iglesia. Hacen lo mismo que los católicos cavernarios, que quieren mandar a la cárcel a una mujer que simplemente ofendió sus creencias.

Y aquí tenemos lo de siempre, el viejo mito de estas dos Españas igual de insoportables, la entierra-rojos y la derriba-campanarios. Dos intransigencias enfrentadas. ¿Justicia, aquí? La justicia es imposible en un país donde la mitad de la gente solo sería feliz si la otra mitad fuera erradicada.

Nunca me han caído bien los estudiantes que chafan actos universitarios. Recuerdo un boicot en mis tiempos contra un ministro del PP que vino a la Universidad a hablar de economía. Vente al boicot, me invitaba Nacho, arropado por sus greñas de grasa y el palestino. Para él era como decir vente a tomar cañas, una línea más en el catálogo de formas de saltarse una clase. Yo me preguntaba: si hay compañeros que quieren escuchar al ministro del PP hablando de economía, ¿quiénes somos nosotros para fastidiarlos?

Rita Maestre