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"Impartí clase en un máster tan caro que no podría costeárselo a mis hijos"
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Juan Soto Ivars

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"Impartí clase en un máster tan caro que no podría costeárselo a mis hijos"

Manifestación contra el modelo Universitario 3+2

Foto: Estudiantes durante la noche de protestas que pasaron en el campus. (Andreu Tarrés Ruzicska)
Estudiantes durante la noche de protestas que pasaron en el campus. (Andreu Tarrés Ruzicska)

Me saca de la lectura de Miguel Delibes el rasgueo de los helicópteros en la rumba del cielo de Barcelona. ¡Otra manifestación! Vivir cerca del Palacio de la Generalitat significa que estás en contacto permanente con todas las reivindicaciones sociales. Unos días es el movimiento contra los pisos turísticos y al día siguiente la furia de los coleccionistas de sellos, el caso es que nunca puedes leer tranquilo porque al helicóptero de la policía todo le llama la atención. Un repaso a Google me informa de que el ruido de este jueves se debe a la manifestación de los estudiantes. Me he levantado con el pie izquierdo, que es el de la nostalgia, así que me echo a la calle para preguntarles a los estudiantes qué tal.

Han dormido encerrados en la facultad, cortaron una autopista y llevan tres días de huelgas y protestas porque quieren implantarles un sistema llamado 3+2. Me lo resume un estudiante de Medicina llamado Joan con una chanza digna de figurar en un periódico de información nacional: “3+2 quiere decir que por el culo te la hinco”. Aunque pueda parecer obsceno, el chiste explica el cambiazo con precisión quirúrgica. La educación universitaria básica, lo que antes llamábamos 'carrera' y ahora se llama 'grado', quedará reducida a tres años, que deberán completarse con dos más de máster, es decir: tres años de matrícula reducida y dos de sangría financiera severa.

Pero lo de matrícula 'reducida' queda en tanga cuando te enteras de lo que pagan hoy día los padres de los estudiantes. Cuando yo estudié hace 12 años, Periodismo costaba unos 700 euros al año en la Carlos III, que era la pública más cara de Madrid. Cuando se lo digo a Andreu se le descompone la mirada. “Nosotros estamos pagando 2.700 por curso de grado y el máster serán 7.000 al año”. Les pregunto a él y sus amigos si tienen compañeros de carrera pobres y me dicen que no. Me cuesta mucho encontrar a uno entre los asistentes al desfile. Por fin hablo con Sofía, que parece salida del libro de Jostein Gaarder. Dice que tenía que trabajar para pagarse la carrera, pero que este año ya no va a poder seguir. Se queda a las puertas del máster con un título de grado que le ha costado más de 5.000 euros y ninguna empresa va a valorar. “Para una empresa, que digas que tienes un grado es como si les dices que tienes un gato”.

Mi hermana mayor me dice que lo que dan en la carrera es más fácil que el Bachillerato. Lo único elitista es el precio de la matrícula

Mercè tiene 17 años y su madre trató de evitar que se hiciera el 'piercing' que luce en la ceja. Estudia el Bachillerato y saca dieces y nueves. Lo sé porque ha traído a la puerta de la Generalitat el boletín de notas: lo muestra al balcón vacío y grita que no le dan beca. Le pasa lo que a Sofía: sus padres son funcionarios de nivel bajo, pero el Estado considera que pueden financiarle la educación. Le pregunto si cree que la universidad es elitista y responde que sí sin dudar. Luego matiza: “Debería ser elitista en cuanto a exigencia académica. Si estudias una carrera, que sea barata y que te obliguen a estudiar en serio, que te den una formación que sirva para trabajar, que te echen si no das el callo y suspendes demasiado. Pero mi hermana mayor me dice que lo que dan en la carrera es más fácil que el Bachillerato. Lo único elitista es el precio de la matrícula”.

Casualmente, pasa por ahí Gerard Pisarello, teniente de alcalde de Ada Colau. Pisarello estudió la carrera en nuestro futuro sistema educativo. Me cuenta que en Sudamérica la universidad pertenece a los delfines de las élites, lo cual le sirve para describir lo que está a punto de ocurrir aquí. “Impartí clase en un máster tan caro que no podría costeárselo a mis hijos”, asegura. “Espero que los estudiantes españoles se planten como los de Chile porque, como no paremos esto, solo podrá costearse todas las etapas de la formación superior quien tenga padres ricos”.

La policía se ha puesto la dentadura postiza: 13 furgonetas de antidisturbios enseñan los dientes a menos de 500 estudiantes que pasan por Vía Layetana, pero la protesta no presenta alteraciones del orden. Una manifestación estudiantil siempre desprende ese aire dulce de los ritos de paso, pero a esta generación le ha tocado enfrentarse a un desafío peligroso. Los países europeos que tienen implantado el sistema 3+2 llegaron a ese punto con un estándar universitario mucho más alto que el español. Allí la formación es más exigente y también más proclive a encarrilar al licenciado en las vías que llevan al trabajo, pero además es un sistema subvencionado, bien sea por el Estado o por las empresas, al estilo Norteamérica. En España, sin embargo, la Universidad es el territorio de la dinotopía. El atraso educativo es tan evidente como la falta de becas. Un precio europeo en las matrículas de aquí podría ser considerado directamente estafa.

Ahora los padres tienen menos ingresos que en 2004 y sin embargo estudiar cuesta cuatro veces más

Después de tragar saliva y digerir el dato de lo que pagaba yo por la Universidad, Andreu lanza un análisis certero: “Desde que estudiaste tú, el precio ha ido subiendo poco a poco. Si hubiera cambiado de 700 a 2.700 de un año para otro, toda España se hubiera lanzado a la calle. Ahora los padres tienen menos ingresos que en 2004 y sin embargo estudiar cuesta cuatro veces más. Me da que nos la han metido doblada, tan poco a poco que ni siquiera nos hemos dado cuenta”.

Pues gracias a esta protesta, que me ha sacado de la lectura apacible de Delibes, me he dado cuenta yo. Si el precio de las matrículas no baja y además se acaba implantando el estándar 3+2 en España, alguien tendrá que proponer un sistema de becas generoso, porque de lo contrario habremos asistido a la degradación moral del principio de la educación pública. Sin igualdad de oportunidades de acceso a la educación superior, ¿cuántos de los que hoy tienen un buen trabajo se hubieran quedado a las puertas de la facultad? Y peor todavía: ¿cuántos de los que tienen un trabajo precario podrán costearles a sus hijos el acceso a una vida mejor?

Me saca de la lectura de Miguel Delibes el rasgueo de los helicópteros en la rumba del cielo de Barcelona. ¡Otra manifestación! Vivir cerca del Palacio de la Generalitat significa que estás en contacto permanente con todas las reivindicaciones sociales. Unos días es el movimiento contra los pisos turísticos y al día siguiente la furia de los coleccionistas de sellos, el caso es que nunca puedes leer tranquilo porque al helicóptero de la policía todo le llama la atención. Un repaso a Google me informa de que el ruido de este jueves se debe a la manifestación de los estudiantes. Me he levantado con el pie izquierdo, que es el de la nostalgia, así que me echo a la calle para preguntarles a los estudiantes qué tal.

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