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Pablo Iglesias es la mujer trabajadora
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Juan Soto Ivars

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Pablo Iglesias es la mujer trabajadora

¿Sabes lo que te digo? Que sí, que vamos a poner mi cara en el cartel del 8 de marzo. Qué otra cara mejor que la mía para luchar por los derechos de las mujeres trabajadoras

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (d), arranca la campaña electoral del 20-D con la tradicional pegada de carteles. (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (d), arranca la campaña electoral del 20-D con la tradicional pegada de carteles. (EFE)

Pablo Iglesias se levanta de la cama media hora antes de que salga el sol. Antes de que Pablo Iglesias se despierte y empiece a exigir a voces el café, Pablo Iglesias se las apaña para limpiar la casa, fregar los cacharros de la víspera y preparar el desayuno contundente que le hace falta a Pablo Iglesias para pasar el día, un manjar compuesto por huevos fritos, panceta, magdalenas horneadas y café recién molido. Después, adecenta la cocina de nuevo y ya puede llamar tímidamente a la puerta de su propio dormitorio con la bandejita entre sus manos, manos algo ajadas por la lejía pero, sin embargo, manos de monja, de uñas esmeradas, puro nácar con reflejos tímidos y blancos de pureza virginal.

Tras un desayuno semejante, Pablo Iglesias ya tiene energías para afrontar la vida dura que le ha tocado: por un lado, ser el valedor de los derechos de la gente, la muralla humana contra la tecnocracia y la crueldad neoliberal, pero, por el otro, acometer todas las labores del hogar, la esclavitud doméstica que se ramifica en otros trabajos no remunerados como recoger a los críos del colegio, hablar con los profesores, comprar en el mercado, ordenar la compra en la despensa, organizar las cuentas de casa y, en fin, disponer de todo lo necesario para que Pablo Iglesias llegue a su hogar y pueda dedicarse al reposo del guerrero.

¿Creen ustedes que alguien agradece a Pablo Iglesias todo este trabajo invisible? No. Pablo Iglesias come la comida que Pablo Iglesias ha preparado y no crean ustedes que se levanta a dejar los platos en el fregadero. Raro es el día que tiene un detalle, que compra unas flores para Pablo Iglesias o tiene la delicadeza de decirle que es la mejor paella que ha comido nunca. Para colmo, Pablo Iglesias tiene que enfrentarse a esos otros enemigos sañudos de la existencia femenina, tales como piropos de albañiles desde los andamios.

Hoy, sin ir más lejos, Pablo Iglesias iba con las bolsas por la calle y mientras tanto discutía por teléfono la idea de que su cara aparezca en el cartel de Podemos para el 8 de marzo. Pablo Iglesias es muy modesto y no quiere que nadie piense que es de las que usan su atractivo físico para atraer votos. En ese momento, un tío asqueroso con las manos peludas, al pasar Pablo Iglesias junto a él le ha arrimado la cara y le ha dicho:

-Qué buena estás, Pablo Iglesias, cada día estás más buena, te comía todo el coño, Pablo Iglesias.

Iglesias es modesto y no quiere que nadie piense que es de las que usan su atractivo físico para atraer votos

Pablo Iglesias ha puesto cara de asco, ha echado una mirada fulminante al bruto y ha seguido caminando. Le decía a Errejón por el teléfono -recordemos, las bolsas colgando del brazo- que la idea de poner su cara en el cartel del 8 de marzo le parecía un poco exagerada, pero unos pasos más allá lo que le había dicho el bruto volvió a la memoria de Pablo Iglesias. Afectadísima, colgó y se echó a llorar. Quién se habrá creído ese machista asqueroso, molestando así a una que va con las bolsas y que no puede defenderse, mencionarle su anatomía, prácticamente violándola con las palabras y los gestos.

Así que llamó de vuelta a Errejón y le dijo:

-¿Sabes lo que te digo? Que sí, que vamos a poner mi cara en el cartel del 8 de marzo. Qué otra cara mejor que la mía para luchar por los derechos de las mujeres trabajadoras.

Errejón se puso contentísimo.

-Además -dijo a Pablo Iglesias-, nadie más guapa que mi mamá.

Pablo Iglesias se levanta de la cama media hora antes de que salga el sol. Antes de que Pablo Iglesias se despierte y empiece a exigir a voces el café, Pablo Iglesias se las apaña para limpiar la casa, fregar los cacharros de la víspera y preparar el desayuno contundente que le hace falta a Pablo Iglesias para pasar el día, un manjar compuesto por huevos fritos, panceta, magdalenas horneadas y café recién molido. Después, adecenta la cocina de nuevo y ya puede llamar tímidamente a la puerta de su propio dormitorio con la bandejita entre sus manos, manos algo ajadas por la lejía pero, sin embargo, manos de monja, de uñas esmeradas, puro nácar con reflejos tímidos y blancos de pureza virginal.

Igualdad de género