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Évole logra entrevistar al fantasma de Mariano Rajoy
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Juan Soto Ivars

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Évole logra entrevistar al fantasma de Mariano Rajoy

La presencia en funciones trató de aclarar en todo momento lo que ya estaba bien claro. Abundó en su impotencia: su responsabilidad en la corrupción del PP era limitada

Foto: El periodista Jordi Évole entrevista a Mariano Rajoy. (La Sexta)
El periodista Jordi Évole entrevista a Mariano Rajoy. (La Sexta)

Llevaba Évole cuatro años afilándose los colmillos y el domingo por fin pudo lanzarse contra el presidente. Nada más verlo le saltó al cuello, pero atravesó su imagen espectral y cayó de bruces al suelo. Más allá de la vida está la muerte, más allá de la presencia está la nada y más allá del plasma nos aguarda el ectoplasma. Sobre La Moncloa flotaba un aire espeluznante que debía oler como las magnolias del jardín de la casa de los Usher. Recompuesto del primer susto, consciente de que se hallaba ante un ser que no era de este mundo, dijo Évole:

-Estoy por pedir un deseo, como quien ve pasar una estrella fugaz.

A lo que la presencia en funciones respondió:

-Pues pida usted un deseo... que si puedo... se lo concedo... Lo que pasa es que... aunque sea presidente del Gobierno... el presidente... del Gobierno... puede lo que puede... que no es demasiado.

Las apariciones suelen emitir mensajes confusos y misteriosos, pero no habían pasado ni cinco minutos cuando logramos el resumen cristalino de lo que sería esta entrevista. Évole no se dio cuenta. Preguntaba, preguntaba y preguntaba como si tuviera delante a un vivo. La presencia en funciones trató de aclarar en todo momento lo que ya estaba bien claro. Abundó en su impotencia: su responsabilidad en la corrupción del PP era limitada, él no había podido hacer gran cosa; su gestión de la crisis de los refugiados había sido la mejor que pudo ser, como dicen siempre las necrológicas acerca de los trabajos de los que mueren. Con el objetivo indiscutible de subrayar la inutilidad de su cargo, la presencia en funciones de Mariano Rajoy había dejado en la mesa del despacho una foto donde se le veía junto a Hollande y Merkel.

-Pregúnteles a ellos -podría haber gemido cuando Évole quiso saber quién pagó con dinero negro la reforma de la sede de Génova-. ¡Pregúnteles... a los vivos!

"Como todo en la vida", "las cosas importantes de la vida", "así es la vida..." eran las coletillas que el espectro repetía lastimero una y otra vez

Durante toda la entrevista se oían pasos sin cuerpo, estrépitos indefinibles, golpes misteriosos, y en un momento el fantasma se mostró tan contrariado por las preguntas del entrevistador que yo temí que empezasen a volar los libros y los papeles como en la escena de la biblioteca de 'Los Cazafantasmas'.

Pero Évole siguió aguijoneando a ese montón de carne pretérita. A los 30 minutos, sin embargo, el apenado espectro estaba consiguiendo ablandarlo. Las preguntas se hicieron más amplias, más amables. Imposible no sentir misericordia por un ánima tan indiferente hacia las cosas de la vida. “Usted me pregunta cosas que yo no... que yo no sé decirle...”, musitaba.

“Como todo en la vida”, “las cosas importantes de la vida”, “así es la vida...” eran las coletillas que el espectro repetía lastimero una y otra vez. Quería hablar de las cosas buenas que tiene España como un alma purgativa que se consuela imaginando el Paraíso. El resto era difuso:

-El señor Luis Bárcenas... ya no está en el Partido Popular... como no están en el Partido Popular... muchas de esas personas... que han salido por ahí...

Si Évole le hubiera preguntado quién estaba con él en el Partido Popular, es seguro que Rajoy le habría dicho que Manuel Fraga y Federico Silva. De hecho, preguntado por las fosas franquistas, Rajoy dijo que a los muertos hay que dejarlos en paz en una clara alusión a sí mismo. En un último intento por reanimarlo, Évole le arreó con un desfibrilador de vídeos en los que el propio Rajoy defendía a los corruptos del PP.

A los 30 minutos, el apenado espectro estaba consiguiendo ablandarlo. Las preguntas se hicieron más amables. Imposible no sentir misericordia

-Me ha presentado tres casos y... seguro que podría presentarme... algunos más... Pero también podía presentarme... miles de personas de las que... he dicho algo parecido... y no han cometido jamás... un acto de corrupción... Claro que me he equivocado... Es evidente... que me he equivocado... Pero yo entonces desconocía lo que luego supe...

¿Cuántas veces no habrán respondido con esas mismas palabras los espíritus cuando queremos que nos digan quién los asesinó? Pero el aire se iba oscureciendo. Justo antes de que La Moncloa quedase de nuevo vacía como un sepulcro, la voz melancólica de Rajoy le dio un consejo al periodista:

-Elevarse, don Jordi, elevarse.

Y se elevó el presidente hasta atravesar el techo de su viejo despacho rumbo a donde van las almas de la Santa Compaña.

Llevaba Évole cuatro años afilándose los colmillos y el domingo por fin pudo lanzarse contra el presidente. Nada más verlo le saltó al cuello, pero atravesó su imagen espectral y cayó de bruces al suelo. Más allá de la vida está la muerte, más allá de la presencia está la nada y más allá del plasma nos aguarda el ectoplasma. Sobre La Moncloa flotaba un aire espeluznante que debía oler como las magnolias del jardín de la casa de los Usher. Recompuesto del primer susto, consciente de que se hallaba ante un ser que no era de este mundo, dijo Évole:

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