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Pedro Sánchez, el racista; Albert Rivera, el moderado
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Pedro Sánchez, el racista; Albert Rivera, el moderado

Ciudadanos lanza un órdago populista y lleva al extremo el precepto viejo del pan y el circo

Foto: El candidato de Ciudadanos a la presidencia del Gobierno, Albert Rivera (3d), junto a Inés Arrimadas (2d) y Juan Carlos Girauta (d), sigue el partido de la Eurocopa entre España y Turquía. (EFE)
El candidato de Ciudadanos a la presidencia del Gobierno, Albert Rivera (3d), junto a Inés Arrimadas (2d) y Juan Carlos Girauta (d), sigue el partido de la Eurocopa entre España y Turquía. (EFE)

Suerte que la campaña se termina el domingo, porque el grado de suciedad que está generando la actividad política va a hacer necesario el uso de depuradoras en la vida civil española durante los próximos tres o cuatro años. Eso, si después de la victoria pírrica de uno de los partidos y su posible gobierno en coalición, los perdedores no siguen empeñándose en la crispación y el ataque fácil al que desgraciadamente nos tiene acostumbrados esto que llamaron nueva política.

Este fin de semana, Ciudadanos dio el paso definitivo hacia la degradación del discurso con el mayor acto de transparencia política que se recuerda desde que empezó la Transición. Tenían un acto programado en Barcelona y decidieron sustituir los mítines y los discursos por una proyección del partido de la Eurocopa de España contra Turquía.

A una decisión como esa nunca se le dedicará suficiente atención. Haría falta que mis queridos Iñaki Ellakuria y Pepe Albert de Paco escribieran una segunda entrega de su biografía política de Ciudadanos, y ni aun así podríamos valorar en toda su amplitud una declaración de vulgaridad política tan contundente.

Querían erigirse como defensores de la españolidad en Barcelona y decidieron que ninguna declaración solemne tiene la fuerza de un 3-0

En un momento en que la discusión electoral se ha convertido en un ir de los cuchillos sobre el venir de las balas, Ciudadanos lanza un órdago populista y lleva al extremo el precepto viejo del pan y el circo. Querían erigirse como defensores de la españolidad en Barcelona y decidieron que ninguna declaración solemne tiene la fuerza de un 3-0. Con Europa al borde del Brexit, con el paro y el déficit galopando sobre las gráficas descendentes de la economía mundial, con unas encuestas de todo menos halagüeñas para la formación naranja, y sobre todo: con el gobierno independentista de Cataluña desangrándose después de la implosión de la CUP, Rivera, Arrimadas y Girauta se subieron a las sillas de plástico y gritaron gol.

Parecía una escena de ciencia ficción. Cuando la política baja de la tribuna a una semana de unas elecciones generales y cede su sitio al dios intrascendente del fútbol, se hace realidad la fantasía de Manuel Jabois, que cuando Rajoy compareció vía plasma, se imaginó que sería bonito cambiar de canal en la sala de prensa a ver si echaban algún partido.

Se me ocurren unos cuantos motivos diferentes al racismo por los que uno se limpiaría la mano después de tocar a alguien -negro, blanco o chino- en verano

Fue una imagen elocuente, aunque no tanto, por lo visto, como el desliz de Pedro Sánchez al que han intentado sacar punta los sectores más abyectos de la guerrilla política. Habrán visto ustedes el vídeo: Sánchez da la mano a unas crías y una señora negras y luego se limpia la mano.

Interpretación masiva, apuntalada por sectores del PP y de Podemos: ¡Oh, RACISTA, RACISTA, RACISTA! Que es como decir: si flota, es un pato.

A mí, así, bote pronto, se me ocurren unos cuantos motivos diferentes al racismo por los que uno se limpiaría la mano después de tocar a alguien -negro, blanco o chino- en verano, por ejemplo: las manos de una de las personas estaban húmedas por el sudor, las manos de una de las niñas estaban pringosas de helado derretido, el propio Pedro Sánchez tiene las manos sudorosas y va a entrar en un sitio donde tendrá que dar la mano muchas veces más.

Pero trate usted de discutir la elocuencia de una imagen como esa cuando la clase política grita gol.

Suerte que la campaña se termina el domingo, porque el grado de suciedad que está generando la actividad política va a hacer necesario el uso de depuradoras en la vida civil española durante los próximos tres o cuatro años. Eso, si después de la victoria pírrica de uno de los partidos y su posible gobierno en coalición, los perdedores no siguen empeñándose en la crispación y el ataque fácil al que desgraciadamente nos tiene acostumbrados esto que llamaron nueva política.

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