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Los sueños siniestros de los candidatos a la presidencia (I)
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Los sueños siniestros de los candidatos a la presidencia (I)

¿Qué están soñando nuestros candidatos a unos días de las elecciones? Hoy me aproximo a los sueños de Rajoy e Iglesias

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (i), conversa con el líder de Podemos, Pablo Iglesias (d). (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (i), conversa con el líder de Podemos, Pablo Iglesias (d). (EFE)

Los psicoanalistas lo saben muy bien: someterse a un sistema de hipocresía permanente provoca una deformación de la idea de realidad en el cerebro. En esas condiciones, el individuo está cada vez más solo y se multiplica la clarividencia de sus sueños. El subconsciente se cierne sin misericordia en cuanto se queda dormido, a solas con sus inseguridades. ¿Qué están soñando nuestros candidatos a unos días de las elecciones? Hoy me aproximo a los sueños de Rajoy e Iglesias. Mañana, a los de Sánchez y Rivera.

Mariano Rajoy ha aparecido bajo el sol en un campo de alcachofas. Lo rodean estos vegetales amables que se bambolean ligeramente al contacto con la brisa veraniega. Mariano está muy contento, aquí nadie le recriminan nada. Hasta donde le alcanza la vista lo saludan en silencio estas figuras, símbolo de la regeneración manuelina, quemadas en San Juan para reverdecer de nuevo.

Con ellas puede ser sincero. Se emociona. Coge delicadamente una y ella ni le pincha ni le quema. Ojalá pudieran votar las alcachofas, piensa, pero justo en ese momento oye la voz de Moragas, que le recuerda que tiene un acto en algún pueblo de la provincia de Salamanca. Han preparado el escenario, una nueva resma de jubilados está esperando con sus gorras blancas y sus banderitas.

Avanza entre alcachoferas pero nota que ellas no quieren que se vaya. Cuesta mover las piernas entre los tallos exuberantes que le cortan el paso

Mariano teme a los jubilados. Es como si siempre estuvieran tramando alguna cosa. Como si siempre estuvieran a punto de mostrar su descontento. Con ellos hay un equilibrio precario, y del mismo modo que las alcachofas evocan la resurrección, los jubilados parecen un preludio temible del futuro.

Pero ¡hay que trabajar! ¡A favor, a favor! Avanza entre alcachoferas pero nota que ellas no quieren que se vaya. Cuesta mover las piernas entre los tallos exuberantes que le cortan el paso y parecen apretarse los unos contra los otros, y la tierra se ha puesto muy blanda y los pies se hunden y las alcachofas se pegan a sus brazos como las ventosas de los tentáculos de un pulpo.

Para a orientarse. Resplandece a lo lejos el escenario de Salamanca, el ruido, las luces, el mascullar de los jubilados y el brillo blanco de sus gorras. Moragas está impacientándose y picotea un poco de comida para gatos. Mariano descubre que sus pies se han hundido demasiado en la tierra. Mira sus piernas plantadas y se ríe, y nota el cosquilleo de las hojas que brotan de sus piernas y oye cómo rompen las perneras de sus pantalones, y nota cómo brotan las protuberancias duras y picudas de alcachofa bajo su barba.

Entonces ve a Moragas. Avanza hacia él segando a sus amigas. ¡Presidente!, grita, y avanzan tras él los jubilados y se llevan a la boca las alcachofas caídas

Es tan agradable ser alcachofa. La brisa veraniega agita a Mariano, que se bambolea contento entre sus hermanas. Pero entonces ve a Moragas. Avanza hacia él con una hoz, segando a sus amigas. ¡Presidente, presidente!, grita, y avanzan tras él los jubilados y se llevan a la boca babosa las alcachofas caídas. Se despierta gritando. Son las cinco y media de la madrugada. Quedan cuatro días de campaña.

Pablo Iglesias está en el podio presidencial y tiene a la Nación enfrente. Sabe que para hablar a la Nación hay que mostrar siempre la sonrisa más amable, pero cuando se dispone a sonreír se da cuenta de que se le han podrido todos los dientes. Mueve la lengua dentro de la boca y los dientes ceden sin esfuerzo, pegados a las encías por una fina hebra de carne. Se metería un dedo en la boca para recolocárselos, pero la Nación está enfrente y lo está mirando. Si abre la boca, Ella le dará la espalda.

Entonces una pieza dura de marfil se desprende de la encía y queda bailando. Para fijar sus dientes a las encías tendrá que hacer una concesión a Cataluña

Al fin ha conseguido ser presidente. No recuerda cómo ha sido y tampoco recuerda cómo le ha pasado esto en la boca, ojalá hubiera tiempo para reflexionar sobre ello, para comparar unas cuantas teorías de filosofía política y combinarlas con algún tratado actual de odontología marxista. Pero en la presidencia no existe la calma del departamento de la Autónoma. Hay que decidir, y él trata de tomar una decisión con respecto a su boca pero nota cómo la Nación se impacienta.

La Nación ¿es humano o animal? ¿O es una arquitectura? Para ganar tiempo, la observa sin dejar de remover los dientes con la lengua, pero entonces una pieza dura de marfil se desprende de la encía y queda bailando en la saliva debajo de su lengua. Su tacto duro, su choque con los otros dientes, que amenazan con desprenderse en cualquier momento, le hace sospechar que las confluencias territoriales son las que han organizado este motín.

Cuando Pablo Iglesias cae al suelo, todos los dientes se desparraman. Garzón ha desaparecido. La Nación ha desparecido. Las confluencias han desaparecido

Sabe que para fijar sus dientes a las encías tendrá que hacer una concesión a Cataluña. Sólo hablando del referéndum de independencia se quedarán todos los dientes fijados en su sitio, pero es lo único de lo que la Nación no quiere oír hablar. Desesperado, llama a Garzón con un gesto. Lo ve venir y nota que está enfadado. Viste como un proletario, se le planta delante, y le lanza un derechazo en plena cara que lo derriba. Cuando Pablo Iglesias cae al suelo, todos los dientes se desparraman. Garzón ha desaparecido. La Nación ha desparecido. Las confluencias han desaparecido. ¡Es tan difícil mantener unida a toda la izquierda en una sola boca!

Los psicoanalistas lo saben muy bien: someterse a un sistema de hipocresía permanente provoca una deformación de la idea de realidad en el cerebro. En esas condiciones, el individuo está cada vez más solo y se multiplica la clarividencia de sus sueños. El subconsciente se cierne sin misericordia en cuanto se queda dormido, a solas con sus inseguridades. ¿Qué están soñando nuestros candidatos a unos días de las elecciones? Hoy me aproximo a los sueños de Rajoy e Iglesias. Mañana, a los de Sánchez y Rivera.

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