Es noticia
Los políticos trabajan más que tú
  1. Sociedad
  2. España is not Spain
Juan Soto Ivars

España is not Spain

Por

Los políticos trabajan más que tú

Nunca han trabajado tanto, sí, pero nunca han servido para tan poco. Y muchos ciudadanos se dan cuenta de que los políticos no son esclavos del pueblo, sino de su vanidad

Foto: Rafael Hernando y Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados. (EFE)
Rafael Hernando y Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Desde el 20 de diciembre de 2015, día conocido por todos familiarmente como 'elveintedé', mi primo Ángel ha subido nota en varias asignaturas y ha terminado bachillerato, mi tío Manolo ha organizado todo lo tocante a bautizos, bodas, comuniones y funerales cristianos en el mismo pueblo donde mi tía María José vendaba, inyectaba y curaba a sus pacientes; mi padre ha cerrado una evaluación corrigiendo cientos de exámenes, mi madre ha tratado a niños con problemas psíquicos, mi mujer ha culminado el primer curso de su máster mientras impartía clases en un instituto y la universidad, y entre mis amigos los hay que han hablado por la radio, que han tenido hijos, que han vendido camisetas, pintado cuadros, servido copas y cocinado en restaurantes mientras nuestros políticos se dedicaban a lo que todos hemos podido ver.

Curioso: los líderes y sus secuaces inmediatos han trabajando más que nunca y nunca fueron tan indignos del sueldo público que les damos. Hay quien dice que no están haciendo nada: falso. Jamás se les ha visto tan industriosos, tan tensos y estresados. Están sudando a mares, se oye por la noche el rechinar de sus dientes y luego se levantan al alba, se duchan, se visten, leen sus propias vulgaridades en la prensa y antes de las ocho están subidos al coche camino de sus labores.

¿Y cuáles son sus labores? Marcar el terreno como perros meando en las esquinas, decir cosas ante una cámara, reunirse en comités para darse la razón entre los suyos, repasar las estrategias de pacto, acercamiento y alejamiento sin reparar en la irrealidad de todos sus movimientos, recelar del crítico, murmurar, complotar, buscar dinero en los bolsillos del contribuyente por si cae una tercera campaña electoral, medrar ante determinados 'influencers' del IBEX, la Universidad y el extranjero (la vida oculta) y soldar las fisuras del núcleo irradiador.

Hay quien dice que no están haciendo nada: falso. Jamás se les ha visto tan industriosos, tan tensos y estresados. Están sudando a mares

Todo esto, obvio, sin tiempo para pensar. ¿Cuánto hace que no cogen un libro, que no oyen el piar de los pájaros con una taza de té en la mano y la mente despejada? Pues el tiempo que va del 20-D hasta hoy: ese tiempo que se dilata y derrama.

Si pensaran, si se detuvieran un momento, respirasen, mirasen, por ejemplo, un acantilado con puesta de sol; es decir, si valorasen cuáles han sido los resultados de todas sus horas ante la cámara, de todos sus viajes de la Ceca a la Meca, de sus debates donde no se debatía, sus discursos donde no se decía nada, sus pactos donde no se llegaba a acuerdos, sus campañas en las que no se conseguían votos suficientes... Si calculasen para qué han servido todas sus facturas de teléfono en nueve tomos, sus cuentas de 'e-mail' con apoyo de disco duro externo, sus libretas garabateadas, entonces, ¡ah!, correrían ante el espejo más cercano, se plantarían delante, se echarían para atrás el pelo (los que lo tengan) y contemplarían, ante ellos, ojerosa, la mismísima cara de la inutilidad.

Porque nunca han trabajado tanto, sí, pero nunca han servido para tan poco. Y los pacos y pepes, y las marías y paulas, claro, hasta el más tonto, hasta la más cándida, empiezan a darse ahora cuenta de varias cosas que siempre fueron un poco evidentes de más. Por ejemplo: que un político no es un esclavo del pueblo, sino de su vanidad. Y claro, desde que no les dimos poder suficiente para tener contenta la vanidad, sus vanidades andan más revueltas que el estómago de un estudiante de primero de medicina. Todo lo acontecido en las sedes de los partidos y el Parlamento de los diputados desde el 20-D para acá, todo, debe leerse en clave de vanidad.

Y Sánchez repitiendo que no, no y no como un niño que no quiere comerse la sopa y no le queda más remedio que tragar

Vanidosos heridos que se afanan en la inmensa labor de hacerse creer a sí mismos que son mejores que los demás: que son lo que España necesita, lo que el pueblo ha elegido. Unos se llaman a sí mismos cambio, otros prosperidad, pero ninguno conoce su verdadero nombre. Dos veces les dimos a cada uno una pala y una hoz para que se pusieran a trabajar, para que se dejasen los cuernos a ver si nos arreglaban el bancal este que llamamos España, y ellos, armados con estas herramientas, se dedicaron a lo único que sabe hacer un divo con la vanidad herida: tracatrás.

Ahora se acercan otra vez las investiduras que son nuestros idus de marzo contemporáneos. Y Rajoy dice que solo recogerá el guante que tiende el pobre Felipe VI (qué cruz ser rey con estos validos) si sus rivales (los perdedores, según Rajoy) le dan permiso. Y Sánchez repitiendo que no, no y no como un niño que no quiere comerse la sopa y no le queda más remedio que tragar. Y Rivera escenificando el 'un pasito palante y un pasito patrás' mientras lo que queda de su electorado se arrastra por los divanes psicoanalíticos buscando el sentido de su voto. E Iglesias, en el asiento de atrás del autobús, lanzando con el bolígrafo que siempre lleva en la mano pelotitas de papel. Papel, por cierto, de papeleta.

Desde el 20 de diciembre de 2015, día conocido por todos familiarmente como 'elveintedé', mi primo Ángel ha subido nota en varias asignaturas y ha terminado bachillerato, mi tío Manolo ha organizado todo lo tocante a bautizos, bodas, comuniones y funerales cristianos en el mismo pueblo donde mi tía María José vendaba, inyectaba y curaba a sus pacientes; mi padre ha cerrado una evaluación corrigiendo cientos de exámenes, mi madre ha tratado a niños con problemas psíquicos, mi mujer ha culminado el primer curso de su máster mientras impartía clases en un instituto y la universidad, y entre mis amigos los hay que han hablado por la radio, que han tenido hijos, que han vendido camisetas, pintado cuadros, servido copas y cocinado en restaurantes mientras nuestros políticos se dedicaban a lo que todos hemos podido ver.

Campañas electorales Política Mariano Rajoy Pedro Sánchez