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Las aventuras del ingenioso hidalgo don Mariano y su escudero
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Las aventuras del ingenioso hidalgo don Mariano y su escudero

Rajoy decidió divertirse, y de paso nos hizo pasar un buen rato a los que asistíamos al teatrillo sin otra esperanza que un poco de entretenimiento

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, interviene desde su escaño durante la segunda jornada del debate de su investidura. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, interviene desde su escaño durante la segunda jornada del debate de su investidura. (EFE)

Ya que no iba a salir investido de su propia investidura, el candidato Rajoy decidió divertirse, y de paso nos hizo pasar un buen rato a los que asistíamos al teatrillo sin otra esperanza que un poco de entretenimiento. El momento más grandioso casi pasó desapercibido. En una de sus réplicas, presumió de que lo habían invitado a Colombia para la firma del acuerdo de paz con las FARC, el 26 de septiembre. Bien: el presidente Santos había mantenido esta fecha histórica en el más absoluto secreto, así que Rajoy se acababa de convertir en el autor del mayor 'spoiler' de la historia de América Latina.

En cuanto al careo con Pedro Sánchez, lo despachó según lo previsto: le afeó su negativa casi con las mismas palabras que Sánchez había usado para recriminarle la suya en la legislatura precedente. Nos dieron así otra ración de bipartidismo recalentado al microondas: de primero 'mimimimi', de segundo 'y tú más', bebida, pan y postre.

Lo más interesante llegó justo después.

Los líderes de Podemos habían pasado el verano en un silencio uterino. Suponíamos que estaban pasando la pubertad orgánica. Sus simpatizantes vivían en la incertidumbre: unos me decían que la autocrítica iba a inclinar el partido hacia la izquierda radical y la democracia interna, mientras que otros me aseguraban que se estaba preparando el asalto definitivo al espacio de la socialdemocracia. La doctrina Monedero o la doctrina Errejón, vamos. Pero al final ni lo uno ni lo otro.

Podemos sigue exactamente donde estaba antes de las elecciones: en el pablismo puro, que no es sino la manifestación política de la vanidad del líder

Apareció en el estrado Pablo Iglesias, pálido como si hubiera veraneado entre las páginas de un libro de Chomsky, y lo que expresó, puño en alto y a gritos, fue que Podemos sigue exactamente donde estaba antes de las elecciones: en el pablismo puro, que no es una doctrina ni una estrategia electoral, sino la manifestación política de la vanidad del líder.

Su discurso contra Rajoy y Rivera se deslizó rápidamente hacia el panfleto sentimental y la demagogia de siempre. Apeló otra vez a "la gente” y a la “mayoría social”, y pintó un fresco de España con colores propios del tenebrismo y esperpento. Por momentos parecía el doctor Stockmann de Ibsen, cuando se pregunta si la mayoría compacta se compone de estúpidos o inteligentes.

Así fue como le puso en bandeja a Rajoy su contraataque. El presidente desenfundó la retranca, su arma más mortífera, y le soltó a Iglesias varios derechazos directos a la costilla de Adán: “Yo quisiera ser como usted, tan perfecto” empezó, y acabó informándole de que Podemos no tiene el patrimonio de los buenos sentimientos. Opuso el cuento de la España recuperada contra el ejercicio de realismo soviético que había declamado Iglesias, e incluso consiguió quedar como un hombre culto (¡el colmo!) cuando le afeó a Domènech que utilizase a Manuel Azaña para defender el derecho de autodeterminación.

En cuanto a Albert Rivera, subió al estrado como un escolar que sacan a la pizarra, puso cara de bueno y dedicó la mayor parte de su tiempo a ejercer de portavoz del PP. Volvió a invitar a todas las fuerzas políticas (salvo Podemos e independentistas) a sumarse a la fiesta del consenso y la moderación, en pos de una segunda transición que represente a todos los españoles por igual, cualesquiera sean sus ideas, domicilio fiscal u opiniones políticas (podemitas e indepes, abstenerse), y los instó a todos (menos los ya señalados) a ponerse de acuerdo a la mayor brevedad posible.

Me pregunto si, en próximas intentonas de formar Gobierno, veremos a PSOE y PP en la típica pelea de padres divorciados que se disputan el cariño del hijo

“Nos vamos a llevar bien”, le respondió Rajoy. Parecía que en cualquier momento se lo fuese a sentar en las rodillas. Yo me pregunto si, en próximas intentonas de formación de Gobierno, veremos al PSOE y al PP enzarzados en la típica pelea de padres divorciados que se disputan el cariño del hijo.

A continuación, pasaron por la tribuna los representantes de los partidos regionales y el grupo mixto, a los que Rajoy fue despachando con una actitud que viraba de la solemnidad a la ironía despectiva. Me llamó la atención que, cuando salió Joan Tardà a representar la comedia independentista, muchos de los diputados que se llenan la boca con la unidad de España salieron a tomarse el vermú.

En fin, así es como se afrontan los problemas en España. Cuando salió al estrado Rafael Hernando, que se había pasado todo el día con su cínica sonrisa dibujada en la cara, yo me apresuré a amorrarme a la botella.

De la situación política solo espero que el viernes se me haya pasado la resaca.

Ya que no iba a salir investido de su propia investidura, el candidato Rajoy decidió divertirse, y de paso nos hizo pasar un buen rato a los que asistíamos al teatrillo sin otra esperanza que un poco de entretenimiento. El momento más grandioso casi pasó desapercibido. En una de sus réplicas, presumió de que lo habían invitado a Colombia para la firma del acuerdo de paz con las FARC, el 26 de septiembre. Bien: el presidente Santos había mantenido esta fecha histórica en el más absoluto secreto, así que Rajoy se acababa de convertir en el autor del mayor 'spoiler' de la historia de América Latina.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez