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Playmobil machistas y observatorios miopes
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Playmobil machistas y observatorios miopes

Hay palabras que paran las rotativas, y 'discriminación' tiene suficiente empuje mediático como para que cualquiera pueda pronunciarla para hacerse notar

Foto: Foto: Planeta DeAgostini.
Foto: Planeta DeAgostini.

La semana pasada supimos que la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas de Valencia había mandado una carta a Playmobil acusando a la juguetera de discriminar a las mujeres. Hay palabras que paran las rotativas y 'discriminación' tiene suficiente empuje mediático como para que cualquiera pueda pronunciarla para hacerse notar. Y claro. Pasa lo que pasa: que nos dividen los -ismos cuando los derechos de las mujeres deberían ser una causa común.

El caso de Playmobil y la Consellería explica perfectamente esta tendencia del feminismo a crear sus propios hombres de paja. No tenemos noticia de lo que cobran hombres y mujeres por un cargo similar en esa empresa, ni de que se hayan producido abusos en las oficinas centrales. El motivo que encontró el organismo público valenciano para llamarlos al orden fue que no hubieran incluido mujeres en una colección de clics de personajes históricos.

Sí incluían esta vez figuras que suelen quedar fuera del relato occidental. Además de los tradicionales templarios, legionarios romanos y piratas, habían hecho hueco para un sioux y un guerrero inca, con lo que supongo que los colectivos de defensa de los derechos de los pieles rojas deben andar la mar de satisfechos. Pero bastaba un vistazo para descubrir que, además de supuestos penes de plástico, todas las figurillas tenían otra cosa más en común: armas.

Antes de que un pacifista escriba a Playmobil para quejarse por la imagen distorsionada de la historia que están dando con esta colección, ninguneando a pacifistas como Gandhi, conviene reflexionar: si todos esos muñecos llevan armas, incluido el astronauta, no creo que sea porque Playmobil se ha propuesto dar una visión belicista de la conquista de la Luna, sino porque intenta vender juguetes. Y la historia es la excusa, el atrezo, como en las películas de Errol Flyn.

Para tachar algo de machista basta con saber contar. ¿Cuántos hombres hay? ¿Cuántas mujeres?

Tan cierto es que cada entrega de la colección trae un libro como que la Conselleria de Igualdad no se ha pronunciado porque no lo ha leído. Pero ni falta que les hace: para tachar algo de machista basta con saber contar. ¿Cuántos hombres hay? ¿Cuántas mujeres?

La respuesta tiene tanto tirón en la España de las redes sociales que unas 50.000 personas firmaron durante los días siguientes una petición para que Playmobil saque otra colección de mujeres influyentes de la historia. Digo yo que a la juguetera le habrán dado una alegría. “¿Nos estáis pidiendo que vendamos más? ¡Gracias, feminismo!”. Y los imagino besando fotos de Rosa Luxemburgo mientras diseñan un coleccionable con amazonas y Juana de Arco, aunque dudo mucho que a Madame Curie le siente bien el complemento de la escopeta.

Vale. ¿Quiere saber usted lo más divertido, señora? Estos muñecos los distribuye Planeta DeAgostini, y basta entrar a la web para ver otras colecciones disponibles en este momento. Pongo dos en conocimiento de la Conselleria inmediatamente: una de Nancys con vestidos de diseñadores de alta costura y otra, llamada 'Las profesiones de los pitufos', donde todos los hombrecillos azules trabajan a excepción de una pitufa que baila con una florecilla en la mano. ¿Nancys y pitufos unidos en una cruzada secreta contra las mujeres? Miedo me da sugerirlo, no sea que alguien se lo vaya a tomar en serio.

En fin.

Si llamamos discriminación a cualquier cosa, al final van a ser a las mujeres realmente discriminadas y maltratadas a quienes vamos a joderles más la vida

Que estos institutos de la Mujer y observatorios miopes provoquen debates tan estúpidos tiene una parte divertida, pero ahora quiero hablar de la trágica. El drama es que se autoboicotean. Asistiendo a estas cruzadas, leyendo sus manuales de lenguaje inclusivo e incomprensible, cualquiera diría que son fábricas de imbecilidad subvencionadas con dinero público, cuando no es así: a muchos de estos centros les debemos estudios serios sobre inclusión laboral femenina, las condiciones de trabajo de las mujeres y la vida familiar.

Porque, recordémoslo, las mujeres sufren una discriminación real, seria y continuada, de la que hay pruebas tan indiscutibles como el maltrato, la nula conciliación laboral, la injusticia en los procesos de selección o la diferencia de sueldos por un mismo cargo. Por eso, si llamamos discriminación, maltrato y acoso a cualquier cosa, al final van a ser a las mujeres realmente discriminadas, maltratadas y acosadas a quienes vamos a joderles más la vida.

Pero no me haga caso, señora. Después de todo, de crío jugué mucho a los Playmobil. La culpa es de Playmobil, vaya.

La semana pasada supimos que la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas de Valencia había mandado una carta a Playmobil acusando a la juguetera de discriminar a las mujeres. Hay palabras que paran las rotativas y 'discriminación' tiene suficiente empuje mediático como para que cualquiera pueda pronunciarla para hacerse notar. Y claro. Pasa lo que pasa: que nos dividen los -ismos cuando los derechos de las mujeres deberían ser una causa común.

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