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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Política cocaína

Lo único que hemos ganado es insomnio y taquicardia. Y perder el tiempo en conversaciones sin sentido con unos tíos muy pesados que no habíamos visto en la vida

Foto: Unos 200 jóvenes taponan la puerta de la facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, para impedir la entrada al expresidente del Gobierno Felipe González. (EFE)
Unos 200 jóvenes taponan la puerta de la facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, para impedir la entrada al expresidente del Gobierno Felipe González. (EFE)

Si la religión es el opio del pueblo porque adormece el pensamiento, está claro que esta política de bandos es la cocaína. La protesta boicotera de un puñado de estudiantes solo es otra rayita que nos ponen delante de la napia. Como la droga es mala, la cosa se disfraza de asunto de Estado. Lo que podría despreciarse por ridículo y venenoso se eleva a “grito de libertad y de justicia” o “atentado fascista auspiciado por un partido político”. Palabrería de cocainómanos.

Hacemos un canuto con el papel de periódico que declara al otro enemigo del pueblo, aspiramos, nos ponemos de los nervios. Bajo el efecto de esta raya blanca llueven editoriales y tuits por ambos lados. Lo único que hemos ganado es insomnio y taquicardia. Y perder el tiempo en conversaciones sin sentido con unos tíos muy pesados que no habíamos visto en la vida.

Pero claro, ya sabes: el efecto se pasa en seguida y rápidamente hay que meterse otra. Esta vez le toca invitar a Pablo Iglesias, que abre la bolsita blanca y vierte algo que parece cal en la cisterna del váter del Congreso. Sus diputados reparten ejemplares de la Declaración de los Derechos Humanos por la bancada popular. Podrían repartir catálogos de Ikea, pero no conviene cortar la droga con astringentes.

Los oyes discutir con las narices blancas y sospechas que los camellos, en vez de pedir el voto, estaban pidiendo a la gente que se sume a su clientela

De inmediato, todo Dios aspira agradecido. El ciclo se renueva. La tensión arterial se pone por las nubes. 'Agit-prop' pura y dura.

Pero claro, camellos hay cuatro y se disputan el territorio. Mañana cortarán la droga con violencia machista, con defensa y detracción del toreo, con la religión católica o la islámica, con las palabras del alcalde de un pueblo de 200 habitantes o lo que ha dicho no sé quién en una entrevista de la revista 'Telva'. Da igual con qué la corten. Hasta el yeso es golosina para el yonqui.

Pero claro, llega un momento en que esta coca política aburre y sobrecarga. A mí y, supongo, a otra gente que anda por ahí entre bostezos pensando que ya va siendo hora de irse a casa. Entonces crece la sensación de asco, la depresión, la melancolía. Los oyes discutir con las narices blancas y sospechas que los camellos, en vez de pedir el voto, estaban pidiendo a la gente que se sume a su clientela.

Pasan dos años desde que la política parlamentaria pareció abrirse a las nuevas sensibilidades, pero del primer subidón no queda ya ni la resaca

Así llegamos, extenuados, débiles, de farra en farra, hasta octubre de 2016. Tras dos elecciones generales parece que habrá un Gobierno precario del PP con las abstenciones del PSOE, que empezó mordiéndose las uñas y acabó despellejado hasta los codos. Han pasado dos años desde que la política parlamentaria pareció abrirse a las nuevas sensibilidades, pero del primer subidón no queda ya ni la resaca.

Pero que nadie se vaya a casa. Si te escondes, vienen La Sexta o Twitter o Intereconomía a sacarte otra vez de juerga. El amanecer nos encontrará de nuevo en el 'parking' de la Central discutiendo a voces como el Chuki de Cieza.

¿Cambio? ¿Seguridad? ¿PSOE? ¿Crecimiento? Ponte otra. ¿Rajoy? ¿Venezuela? ¿Responsabilidad? ¿Corrupción? Muerdetechos. ¿Podemos? ¿Fútbol? Mira a ver si te queda algo. ¿Ciudadanos? ¿Pensiones? Comebolsas.

Y la única verdad es la que a ti se te ha puesto en las narices.

Si la religión es el opio del pueblo porque adormece el pensamiento, está claro que esta política de bandos es la cocaína. La protesta boicotera de un puñado de estudiantes solo es otra rayita que nos ponen delante de la napia. Como la droga es mala, la cosa se disfraza de asunto de Estado. Lo que podría despreciarse por ridículo y venenoso se eleva a “grito de libertad y de justicia” o “atentado fascista auspiciado por un partido político”. Palabrería de cocainómanos.

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