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Aerolíneas racistas, prohibir los 'memes' y otras patrañas que nos apetece creer
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Juan Soto Ivars

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Aerolíneas racistas, prohibir los 'memes' y otras patrañas que nos apetece creer

Si el trabajo del periodista es negligente, el ciudadano caerá en una caverna todavía más profunda. Una caverna con iPad y televisión

Foto: El 'youtuber' Adam Saleh.
El 'youtuber' Adam Saleh.

El trabajo de un periodista es buscar información, valorar si es de interés público, contrastarla con otras fuentes y, por último, escribir una buena noticia y publicar. La profesión cumple una misión social importantísima. Sin periodismo, la ciudadanía pierde su derecho a la información veraz y queda encerrada en la caverna, por mucho que crea estar informada con lo que cuenta su vecino o lo que dicen en las redes sociales. Pero si el trabajo del periodista es negligente, el ciudadano caerá en una caverna todavía más profunda. Una caverna con iPad y televisión.

Ayer vi algunos medios españoles de izquierdas publicando una noticia que decía más o menos esto: “Un 'youtuber', expulsado de un avión Delta por hablar en árabe”. Una búsqueda en Google remitía a medios sensacionalistas norteamericanos y británicos que también habían publicado la 'noticia'. Durante tres años, he estado investigando a fondo los escándalos virales y sus consecuencias, así que el protagonista de la historia, Adam Saleh, era un viejo conocido para mí. No es la primera vez que este 'youtuber' idiota de 22 años hace creer a los medios que ha sido víctima de la discriminación racial.

Ya subió a YouTube un vídeo en el que él y su amigo pasaban disfrazados, no recuerdo si de 'cowboys' o algo por el estilo, por delante de un policía que los ignoraba, y luego volvían a pasar vestidos de islamistas y el madero malo y racista los interrogaba. Hubo gran polémica en Twitter, medios que se lanzaron a publicar el vergonzoso comportamiento del policía, y, días después, el vídeo resultó ser un montaje. En otro, Saleh mostró la inverosímil historia de que había conseguido volar dentro de una maleta en un vuelo comercial, para 'demostrar' la nula seguridad en los aeropuertos. Naturalmente, era otro montaje, lo que no impidió que su historia apareciera de nuevo en un montón de medios de comunicación y abarrotase las redes sociales.

Con las redes exigimos a la realidad que confirme nuestros prejuicios. Si una noticia encaja con nuestra visión, no nos preocupa que sea verdad o mentira

Ayer lo volvió a hacer. Delta, abrumada por la presión de Twitter (el 'hastag' #BoicotDelta era tendencia en Reino Unido) emitió un comunicado asegurando que investigaría lo ocurrido en el vuelo 5301, mientras miles de personas emitían su sentencia y lloriqueaban por vivir en un mundo tan sumamente racista. Yo advertí en Facebook a mis seguidores de que no se creyeran nada. Los puse en antecedentes, y me dediqué a esperar. Hoy han aparecido en las secciones de comentarios de algunas de esas noticias personas que estaban en ese vuelo y cuentan la verdad. Saleh y su amigo montaron un escándalo y grabaron al resto de los pasajeros con el móvil hasta que consiguieron que los echaran del avión.

Con las redes sociales, exigimos a la realidad que confirme todos nuestros prejuicios. Si una noticia encaja con nuestra visión del mundo, no nos preocupa lo más mínimo que sea verdad o mentira. Desde lo profundo de la caverna digital, recibimos mentira y la difundimos entre los miembros de nuestra tribu. Ocurrió lo mismo cuando el bufete Almeida tuiteó que el PP quería prohibir los 'memes'. De inmediato vi la noticia en 'Público'. Fue un éxito para el periódico: generó un 'trending topic' y una fuerte protesta digital con decenas de miles de compartidos en las redes sociales, pero bastaba ir al BOE para darse cuenta de que el bufete Almeida estaba exagerando o bien gastando una broma.

De lo que aparecía en el BOE podía colegirse que el PP iba a lanzar a la Mesa del Congreso una proposición no de ley para endurecer el código de defensa del honor y la intimidad. Era fácil interpretar qué significaba eso: querían proteger a los políticos de las cámaras del periodismo paparazi. No querían prohibir los 'memes', que son una especie de caricatura, sino evitar fotos como la de Rodrigo Rato saltando del yate o Rita Barberá tras los visillos. Podía ser una amenaza contra la libertad de expresión e información, pero de ningún modo lo que estaban publicando algunos medios.

Algunos medios, sedientos de clics y contaminados de malas intenciones políticas, empujan a Twitter a bramar por una noticia falsa o sin contrastar

Algunos medios, sedientos de clics y contaminados de malas intenciones políticas, empujan a Twitter a bramar por una noticia falsa o sin contrastar. Ocurrió con las falsas cuentas en Suiza del alcalde de Barcelona Trías, con la falsa financiación ilegal de Podemos, con la querella malintencionada, mediática e insostenible contra Guillermo Zapata —tres veces archivada por la Audiencia Nacional— y con la mayor parte de los escándalos de Twitter por unas declaraciones 'machistas' o 'racistas' de cualquier personaje público o anónimo: la mentira o la exageración de Twitter y la mentira o la exageración de la prensa sensacionalista se retroalimentan. Y la caverna, cada día, es más profunda.

Uno de los casos más espantosos de los últimos años fue la condena mediática contra Amanda Knox, una chavala inocente a la que el sensacionalismo acusó de matar a su compañera de piso. En el documental de HBO sobre la intoxicación informativa, aparece uno de los periodistas que cubrieron el caso. “En estos tiempos” dice, “hay que ser el primero en publicar, independientemente de que lo que vas a publicar sea verdad o no, porque vivimos en una competencia atroz por los clics”. El periodista era responsable de informaciones falsas en las que atribuía a Knox asesinato, drogadicción e incluso ritos satánicos. Todo era mentira. Knox era inocente. Pasó años en la cárcel por culpa de sujetos como ese. El periodismo sensacionalista y ávido de clics destruyó su vida. Nadie pidió perdón.

Periodistas mineros excavan cada día más hondo en busca del preciado petróleo de los clics, y al final pagan justos por pecadores

Hoy, una búsqueda de su nombre en Google todavía puede hacerte creer que Knox fue una de las asesinas más sádicas y sanguinarias de la historia reciente, de la misma forma que uno puede creerse las denuncias por racismo emitidas por Saleh o la existencia de cuentas de dinero negro a nombre del exalcalde Trías. Josep Carles Rius, en su libro 'Periodismo en reconstrucción', señala el 11-M como el punto de partida de este fenómeno en España. José Antonio Zarzalejos tuvo que dejar la dirección de 'ABC' porque la empresa quería obligarlo a difundir las patrañas de la teoría de la conspiración.

Mucho se ha profundizado la caverna desde entonces. Periodistas mineros excavan cada día más hondo en busca del preciado petróleo de los clics, y al final pagan justos por pecadores. Periodistas dignos como Zarzalejos casi parecen la excepción. La profesión al completo es sospechosa. Pero sin buen periodismo, ¿cómo saldremos de esta caverna?

El trabajo de un periodista es buscar información, valorar si es de interés público, contrastarla con otras fuentes y, por último, escribir una buena noticia y publicar. La profesión cumple una misión social importantísima. Sin periodismo, la ciudadanía pierde su derecho a la información veraz y queda encerrada en la caverna, por mucho que crea estar informada con lo que cuenta su vecino o lo que dicen en las redes sociales. Pero si el trabajo del periodista es negligente, el ciudadano caerá en una caverna todavía más profunda. Una caverna con iPad y televisión.

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