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Adiós a Carrie Fisher. Una imagen vale más que mil obi-wan-tuarios
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Juan Soto Ivars

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Adiós a Carrie Fisher. Una imagen vale más que mil obi-wan-tuarios

Luke mira a Leia por primera vez y es como si estuviera viendo un fantasma y al mismo tiempo a un mito que se construye. Todos hemos mirado a Leia embobados

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La primera película de 'Star Wars' cambió por completo los intereses de la industria cinematográfica. Poco antes de su éxito, tan colosal como inesperado, la ciencia ficción parecía relegada a la serie B por parte de unos productores que ponían sus fichas de casino en las epopeyas de época. George Lucas consiguió demostrarles que con naves espaciales y láser se podía contar una historia épica semejante a la de Ben Hur, y así fue como el mundo conoció a Carrie Fisher, una chavala de diecinueve años con dos ensaimadas de pelo en la cabeza, pinta de monja y alma canalla de rock and roll. La princesa Leia, que sobrevivió a mil vuelos rasantes a bordo del Halcón Milenario, ha muerto tras sufrir un infarto en un simple avión comercial. Tenía sesenta años.

Yo podría ponerme bien sentimental ahora, pero por fortuna hay una escena en 'Star Wars' que vale más que mil obi-wan-tuarios. Después de que el malvado Darth Vader capture a Leia y la torture para conseguir los planos sustraídos por la alianza rebelde, un par de androides destinados a convertirse en icono religioso escapan con los planos y un holograma donde Leia pide ayuda a Obi Wan Kenobi. Los robots caen en el planeta Tatoonie, desierto poblado por contrabandistas, bicharracos y gañanes. La fuerza, que es la energía invisible y bondadosa que rige los destinos de la galaxia, se disfraza de casualidad para que los androides terminen en manos de un campesino rubito de aires soñadores.

Luke Skywalker acostumbrado a que las mujeres que le rodean tengan ocho brazos, escamas e incluso mandíbulas de tiburón. Empujado por la sed de aventuras y el asesinato de sus tutores legales, sale a buscar a Obi Wan Kenobi, y en su casa ve por fin el holograma secreto que lleva R2D2 en sus entrañas. Aparece ante él una aparición azul y brillante: la princesa Leia. Luke se queda embobado. Se enamora en el acto sin saber que está viendo a su propia hermana.

Bien: esta es la imagen que me salva del sentimentalismo, la imagen que vale más que cualquier arrebato poético. Luke mira a Leia por primera vez y es como si estuviera viendo un fantasma y al mismo tiempo a un mito que se construye. Todos hemos mirado a Leia embobados, con esa misma expresión que Luke, y todos nos enamoramos un poco de ella y nos ponemos un poco celosos cuando el chuleta mundano de Han Solo intenta conquistarla. Al mismo tiempo, todos queremos ser Han Solo para conquistarla.

Aunque tenía cierto aspecto de monja, con su cara redonda y sus dimensiones reducidas, Carrie Fisher era una princesa guerrera. El personaje de Leia rompió los códigos de género, donde las princesas necesitan ser rescatadas continuamente, y puso a la mujer a disparar contra los malos y a poner bombas. Sin embargo, la Carrie Fisher real se parecía más al personaje que representa en The Blues Brothers. Hace de amante despechada por John Belushi, muerto de sobredosis un par de años más tarde, que lo persigue sedienta de venganza y le dispara con un bazoka.

Del rodaje de aquella película se cuentan anécdotas brutales. Por ejemplo, que se fue más presupuesto en alcohol, cocaína y marihuana que en pagar a los actores. La vida de Fisher transgredió los límites. En su autobiografía, 'Mi vida en esta galaxia', confiesa las consecuencias de sus excesos, las peleas con su madre, la ruina emocional de la que finalmente, entrado el siglo XXI, se recuperó.

Este martes ha muerto Carrie Fisher, una mujer que supo divertirse y que permanece congelada delante de las narices de Luke y de todos nosotros, como un emblema luminoso de la fuerza femenina. Se va la actriz, pero queda el personaje, y cada vez hay más mujeres como Leia, dispuestas a disparar a los malvados, orgullosas y reacias a que las rescate un príncipe azul.

La primera película de 'Star Wars' cambió por completo los intereses de la industria cinematográfica. Poco antes de su éxito, tan colosal como inesperado, la ciencia ficción parecía relegada a la serie B por parte de unos productores que ponían sus fichas de casino en las epopeyas de época. George Lucas consiguió demostrarles que con naves espaciales y láser se podía contar una historia épica semejante a la de Ben Hur, y así fue como el mundo conoció a Carrie Fisher, una chavala de diecinueve años con dos ensaimadas de pelo en la cabeza, pinta de monja y alma canalla de rock and roll. La princesa Leia, que sobrevivió a mil vuelos rasantes a bordo del Halcón Milenario, ha muerto tras sufrir un infarto en un simple avión comercial. Tenía sesenta años.