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Scarlett Johansson, la pérfida racista
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Juan Soto Ivars

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Scarlett Johansson, la pérfida racista

Una interesante perspectiva de los estudios culturales se convierte, por obra y gracia de la histeria tuitera, en una acusación suficientemente jodida como para amargarle una 'premier'

Foto: La actriz estadounidense Scarlett Johansson posa para los fotógrafos durante una rueda de prensa por la presentación de la película 'Ghost in the Shell'. (EFE)
La actriz estadounidense Scarlett Johansson posa para los fotógrafos durante una rueda de prensa por la presentación de la película 'Ghost in the Shell'. (EFE)

A Scarlett Johansson la están acusando de fomentar el 'whitewashing' por no ser japonesa. El concepto no tiene que ver con lejía ni con lavadoras, sino con la opresión. ¿Y contra quién? Pues contra negros, asiáticos, árabes y cualquier raza que no sea la blanca. ¿Y quién ejerce esta opresión? Nada menos que los productores de Hollywood. Vendría a ser racismo de pijos contra pijos raciales. La historia que os cuento hoy muestra cómo una interesante perspectiva de los estudios culturales se convierte, por obra y gracia de la histeria tuitera, en una acusación suficientemente jodida como para amargarle una 'premier' a Scarlett Johanson.

La etiqueta se puso de moda para el gran público durante los Oscar del año pasado, después de que varios artistas negros se quejaran de que nunca les caía ningún premio. El resultado, un Oscar este año para 'Moonlight', película tirando a ñoña, pero canto a la diversidad con una pareja de negros gais en la pantalla. El concepto ya se usaba en la crítica cinematográfica, y antes de eso en los estudios culturales, para señalar la manía de Hollywood de hacer pelis con protagonistas blancos. Sin embargo, en dos años, hemos visto cómo un concepto diseñado para señalar tendencias culturales se ha convertido en una piedra de lapidación.

En dos años, hemos visto cómo un concepto diseñado para señalar tendencias culturales se ha convertido en una piedra de lapidación

Fue un 'whitewashing' de libro la primera película de Tarzán, donde unos enanos blancos pintados con betún representaban a los pigmeos, y también 'El cantante de jazz', la primera película sonora. Sin llegar a esos extremos, sigue siendo un fenómeno típico de las películas contemporáneas de Hollywood. Para explicarlo, recordemos todas esas películas con Jesucristo rubiales. Siempre que se estiliza al héroe según los cánones de Occidente y se relega a los miembros de otras razas a papeles de secundario chistoso o de malo, puede señalarse que hay 'whitewashing'.

Pero sumen a la ecuación las variables 'Twitter', 'corrección política' y 'sentimiento de culpa de hípsters pijos norteamericanos', y convertirán un concepto de estudio cultural en una grave acusación. Pasa lo mismo que con el test de Bechdel: una perspectiva de género para el análisis literario que nos enseña que buena parte de la literatura utiliza los personajes femeninos como comparsa, pero que se convierte en la falsa prueba del algodón con la que algunas denuncian supuestos machismos intolerables.

Puede que el lector crea que exagero con lo del 'whitewashing', pero hace poco persiguieron con esa antorcha a Tim Burton. Twitter le acusó de racista, atención, agárrese, porque sus protagonistas siempre son gente pálida. Durante la presentación de su última película, la bola de calumnias había alcanzado un tamaño suficientemente grotesco como para que la historia de un grupo de niños inadaptados, que luchan por sobrevivir en un mundo intolerante, se convirtiera en una especie de 'Mein Kampf'.

Foto: Tim Burton pone sus huellas en el cemento en una ceremonia frente al Teatro Chino de Hollywood el pasado septiembre. (Reuters) Opinión

Ahora le ha tocado el turno a la malvada racista Scarlett Johansson por atreverse a protagonizar la adaptación de 'Ghost in the Shell', 'anime' de Mamoru Oshii, con su desvergonzadamente blanca cara. Cuando apareció la noticia de que ella interpretaría al robot, se recogieron más de 60.000 firmas para obligarla a rechazar el papel y obligar a los productores a contratar una actriz asiática. Johansson se negó, y esta decisión ha convertido el estreno en una acusación de racismo contra ella.

Hay tres elementos particulares que hacen de esta polémica algo muy surrealista. El primero es que los personajes de la versión original del 'anime' tiene los rasgos absolutamente occidentalizados. El segundo, que el personaje que interpreta Johansson ni siquiera es una japonesa, sino un robot. El tercero, que si nos ponemos a hablar de opresión, habría que hablar primero del exoesqueleto que se ve obligada a llevar la actriz para simular que está desnuda. Porque sí, 'Ghost in the Shell' está protagonizado por una androide que mata a los malos en pelota picada.

Hoy mismo me asomaba a la polémica en el Twitter norteamericano. Me maravilla ver a decenas de miles de internautas blancos de clase media señalando con dedo acusatorio los privilegios raciales de una actriz.

A Scarlett Johansson la están acusando de fomentar el 'whitewashing' por no ser japonesa. El concepto no tiene que ver con lejía ni con lavadoras, sino con la opresión. ¿Y contra quién? Pues contra negros, asiáticos, árabes y cualquier raza que no sea la blanca. ¿Y quién ejerce esta opresión? Nada menos que los productores de Hollywood. Vendría a ser racismo de pijos contra pijos raciales. La historia que os cuento hoy muestra cómo una interesante perspectiva de los estudios culturales se convierte, por obra y gracia de la histeria tuitera, en una acusación suficientemente jodida como para amargarle una 'premier' a Scarlett Johanson.

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