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Hazte un Facebook de mujer y entenderás por qué les cabrean los piropos
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Juan Soto Ivars

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Hazte un Facebook de mujer y entenderás por qué les cabrean los piropos

A muchos hombres nos cuesta entender cómo son los pulpos porque a los hombres, en general, nos encanta que una mujer se nos declare. La causa es sencilla: nos pasa poquísimo

Foto: Una mujer utiliza Facebook en una cafetería. (EFE)
Una mujer utiliza Facebook en una cafetería. (EFE)

Recuerdo una discusión feroz que tuve con una antigua novia a raíz de los piropos. Ella los encontraba asquerosos, una muestra intolerable de machismo, un atavismo denunciable, mientras que yo, que solo he recibido piropos de mi madre y de mi abuela, los veía como pequeñas píldoras poéticas, ripios sin otra malicia que el elogio o el cachondeo, incluso como joyas antiguas de una España oral y 'buitranguera' que retrocedía aplastada por la globalización. No hace falta decir que yo, aparte de poco empático, era un cursi por aquel entonces.

Me escudaba en que hay mujeres que disfrutan los piropos y también en que hay piropos y piropos. En un sentido literario están, efectivamente, las joyas. Son esas composiciones alegres e inocentes que se lanzan al paso de una mujer hermosa y que, en el peor de los casos, empujan a la chica a girarse hacia el poeta imitando con el dedo corazón el gesto profesional de los proctólogos. Creo que estos piropos floridos son valiosos en nuestra cultura oral y habría que recopilarlos y guardarlos con mimo en una biblioteca. Sin embargo, en la jungla de la calle, el piropo simpático es más raro que la honradez en la familia Pujol.

Foto: La mayoría de las mujeres han sufrido alguna vez acoso callejero. (iStock)

Lo que abunda es otra cosa, con frecuencia inarticulada, agresiva y grasienta. Me refiero a un tío que se arrima y profiere respiraciones y mamarrachadas. El 99% de lo que recibe tu hija o tu novia por la calle no se parece a una escena de seducción de comedia de Shakespeare, sino a las tomas más brutas de las películas de Torrente. Es posible que ella se niegue a compartir contigo esa clase de cosas, pero no lo hace porque le gusten. Lo hace para no matarte de asco.

Para saber cómo son en realidad los piropos, lo más fácil que puedes hacer es abrirte en Facebook un perfil con nombre y foto de mujer —preferiblemente guapa, aunque esto no es necesario—, y empezar a agregar a unas cuantas personas al azar mientras publicas algo de contenido, por ejemplo canciones. Yo tuve que hacer esto cuando trabajaba como publicista. Disfrazados con falsas personalidades, engañábamos a la gente para venderles distintos productos. Rápidamente descubrí que vestido de mujer vendía más que si mi avatar era un hombre, pero con el tiempo empezaron a ser frecuentes los encuentros con el monstruo.

A muchos hombres nos cuesta entender cómo son los pulpos porque a los hombres, en general, nos encanta que una mujer se nos declare. La causa es sencilla: nos pasa poquísimo. Podemos entrar en un bar maqueados y con todas las ganas del mundo de salir del brazo de una desconocida, que la mayor parte de las veces acabaremos en casa con las persianas bajadas y el rollo de papel higiénico al lado del ordenador. Es un error de punto de vista lo que nos hace creer que, si fuéramos mujeres, estaríamos follando todo el día. Fácil decirlo cuando en tu vida se te ha arrimado un moscón.

Los poetas del amor y elogiadores de ojos se ponen cabroncísimos cuando detectan que ignoras sus proposiciones

Y todavía no hemos llegado a la peor parte. En mis aventuras como falsa publicista descubrí también que los poetas del amor y elogiadores de ojos se ponen cabroncísimos cuando detectan que ignoras sus proposiciones. En este sentido, la periodista Sabina Urraca relataba en 'Tribus ocultas' el encuentro que tuvo con uno de sus 'trols'. Quería conocer a uno, y eligió entre los que se limitan a insultar y no le mandan por privado fotos del cipote. Porque esta, amigos, es la principal diferencia entre un 'trol' de señora y uno de caballero.

Yo, como respuesta a las cosas que escribo, recibo toneladas de insultos y algunos deseos de muerte, sí. Pero si en vez de Juan me llamase Juanita, habría que sumar proposiciones, manoseos verbales e incluso salvajadas como esta que le mandaron a Urraca:

—Sal a la calle por la noche a ver si te encuentra algún violador y te folla bien.

Yo, como respuesta a las cosas que escribo, recibo toneladas de insultos. Pero si me llamase Juanita, habría que sumar proposiciones, y salvajadas

Con lindezas de esta clase tienen que lidiar muchas mujeres que se exponen en las redes sociales, bien por trabajo, como las periodistas, bien por vanidad, como todos los demás. Ana Pastor refirió cosas parecidas en un artículo sobre la agresividad en Twitter. Como represalia, Urraca y otras amigas periodistas suelen hacer pantallazos de las barbaridades y los publican en Facebook. Además de castigar a sus pulpos, la venganza de las chicas nos permite a nosotros entender un poco mejor por qué, a veces, se ponen como basiliscos cuando alguien les suelta un piropín sin mala intención.

Resulta que internet es otro motivo para alegrarse de haber nacido con el cromosoma XY.

Recuerdo una discusión feroz que tuve con una antigua novia a raíz de los piropos. Ella los encontraba asquerosos, una muestra intolerable de machismo, un atavismo denunciable, mientras que yo, que solo he recibido piropos de mi madre y de mi abuela, los veía como pequeñas píldoras poéticas, ripios sin otra malicia que el elogio o el cachondeo, incluso como joyas antiguas de una España oral y 'buitranguera' que retrocedía aplastada por la globalización. No hace falta decir que yo, aparte de poco empático, era un cursi por aquel entonces.

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