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Abrir las fosas para cerrar las heridas
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Abrir las fosas para cerrar las heridas

¿Por qué una anciana que celebra el funeral de su padre reabre heridas? ¿Qué heridas son esas? ¿Serán heridas en la conciencia y no en la convivencia, como nos han querido hacer creer?

Foto: Ascensión Mendieta vela el féretro con el cuerpo de su padre. (Cordon Press)
Ascensión Mendieta vela el féretro con el cuerpo de su padre. (Cordon Press)

Decidme, os escucho, qué heridas os reabrió a vosotros Ascensión Mendieta cuando dio sepultura a su padre, Timoteo Mendieta. Yo veía a la anciana ante el féretro y sentía una intensa sensación de paz. Mis heridas, en todo caso, se abrieron a medida que volvía a leer los argumentos de quienes se oponen frontalmente a excavar las fosas comunes del franquismo. Y un poquito más cuando leí que ha tenido que intervenir la justicia argentina para que se lleve a cabo una reparación moral que España debería haber garantizado. Pero no me malinterpretéis, no tan rápido. No os apresuréis a colocarme donde os conviene, en el bando de enfrente.

Yo no voy con la bandera republicana en la solapa. He escrito mucho contra el cainismo, hijo de las visiones románticas de la Guerra Civil. Sospecho que me hubieran matado los dos bandos, pero no sé qué partido hubiera tomado viniendo de donde vengo. Tuve un abuelo rojo y otro abuelo facha: mis abuelos fueron niños maltratados por los dos bandos. Y tengo mis ideas, pero mi respeto por nuestra memoria colectiva pasa siempre por el “no sé, puesto que no estuve allí”. Pienso que la sublevación fue un crimen. Sé que hubo verdugos y víctimas en los dos bandos aunque solo uno de los bandos tuvo la razón política. Leo antes a Javier Cercas o Lorenzo Silva que a quienes son totalmente incapaces de sortear sus visiones maniqueas. A esos los leo también.

Dicho esto, respondedme: ¿por qué una anciana que celebra el funeral de su padre reabre heridas? ¿Qué heridas son esas? ¿Serán tal vez las de los descendientes de quienes fusilaron a su padre? ¿Serán entonces heridas en la conciencia y no en la convivencia, como nos han querido hacer creer? Pero alto, tampoco me importa: uno tiene derecho a una memoria propia, a unas heridas propias. Nadie debería reprocharnos lo que hicieron nuestros abuelos. Pero no debería ser tan difícil aceptar ahora, tan a toro pasado, que el árbol genealógico de muchos de nosotros tuvo sus manzanas podridas.

No se trata de abrir heridas que permanecían cerradas, sino de cerrar las heridas aún abiertas

Hago este ejercicio con la foto de Ascensión abierta en mi ordenador. Trato de imaginar que mi yaya Virginia vive todavía. Imagino que hablo con ella sobre el padre de Ascensión. Para mi yaya, cuyo padre sufrió la represión roja en Mogente, cuya hermana fue violada por un comunista, al otro lado de la trinchera ideológica no hubo más que enemigos acérrimos y asesinos. Me hubiera gustado cogerla de la mano y preguntarle:

—Pero, yaya, ¿tú qué piensas de Ascensión, esta mujer de tu edad que quería a su padre tanto como tú al tuyo?

Nuestra Transición eligió la paz por encima de la justicia. Hay quien sostiene que aquello fue un error, pero como pacifista lo agradezco. Gracias a esa paz lograda a base de concordia y de claudicaciones podemos hoy exigir justicia. No se trata de abrir heridas que permanecían cerradas, sino de cerrar las heridas que todavía están abiertas. Esa guerra infame no terminará hasta que hayamos aprendido a hacer memoria juntos.

Un señor que asesina a sangre fría no tiene la razón moral y uno que milita por una causa equivocada pero honestamente, tiene la razón moral, no política

Sé que habrá quien me acuse de equidistancia. Como respuesta cito a Cercas, que ante esa misma acusación dio esta respuesta en su entrevista con nuestra compañera Anna María Iglesia: “La razón moral es la decencia. Un señor que asesina a sangre fría a unos curas y a unas monjas no tiene la razón moral y un tipo que milita por una causa equivocada, pero milita honestamente, tiene la razón moral, ¡no la política! Hubo millones de personas en el mundo que lucharon por Stalin, ¿todos eran unos canallas moralmente? La razón política no la tenían, pues el estalinismo provocó una masacre, pero ¿eran todos unos canallas morales? La cuestión es que tú puedes estar equivocado políticamente, pero no por esto eres un canalla”.

Creo que Svetlana Alexievich, Premio Nobel bielorrusa, tiene algo que enseñarnos sobre las formas de reparar la memoria. En sus libros no solo da voz a partidarios de causas antagónicas, sino que toma partido por las víctimas y los mindundis. Creo que la gran mayoría de los españoles somos mindundis, hijos y nietos de víctimas y de mindundis. Ha llegado el momento de pasar página. Tendríamos que haber dado su gratificación moral a Ascensión Mendieta hace mucho tiempo.

Hagámoslo ahora si estamos realmente interesados en cerrar todas nuestras heridas.

Decidme, os escucho, qué heridas os reabrió a vosotros Ascensión Mendieta cuando dio sepultura a su padre, Timoteo Mendieta. Yo veía a la anciana ante el féretro y sentía una intensa sensación de paz. Mis heridas, en todo caso, se abrieron a medida que volvía a leer los argumentos de quienes se oponen frontalmente a excavar las fosas comunes del franquismo. Y un poquito más cuando leí que ha tenido que intervenir la justicia argentina para que se lleve a cabo una reparación moral que España debería haber garantizado. Pero no me malinterpretéis, no tan rápido. No os apresuréis a colocarme donde os conviene, en el bando de enfrente.

Memoria histórica