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Rocío Pérez

Cartas al Profesor Farnsworth

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Mujeres, ciencia, maquillaje y peluquería

Preguntar a una astronauta si no echará de menos el maquillaje o recomendar un sueldo un 12% más bajo a una estudiante son manifestaciones más o menos sutiles del mismo problema

Foto: Las seis cosmonautas rusas que participarán en una misión exclusivamente femenina
Las seis cosmonautas rusas que participarán en una misión exclusivamente femenina

No sería noticia ni sorprendería a nadie que un puñado de astronautas formado exclusivamente por hombres conviviese durante varias semanas en una nave espacial. Sí lo es que lo hagan un grupo de astronautas mujeres. Más que nada porque no ha ocurrido nunca.

Así que para estudiar cómo se desarrollaría esa convivencia, un equipo de seis científicas rusas va a pasar ocho días encerrada en condiciones que replican las de una estancia en el espacio. Están especializadas en medicina, biofísica y psicología, y llevarán a cabo una decena de experimentos que simularán la presión de trabajar en una nave que viaje a la Luna y vuelta.

En la rueda de prensa en que se comentaron los detalles de la misión, las seis cosmonautas tuvieron que oír frases como la siguiente: “Será especialmente interesante en términos de psicología. Dicen que dos amas de casa tienen problemas para convivir en una misma cocina”. También fueron preguntadas, entre otras por cómo iban a aguantar sin maquillaje ni hombres cerca esos días.

Tal cual. Ni siquiera como broma es gracioso, pero algunas de las cosmonautas tiraron de ironía para responder. "No sé cómo vamos a sobrevivir sin champú, porque hasta en esta situación, queremos estar siempre guapas", fue la constestación de Anna Kussmaul.

Sobre ciencia y sexismo, no es la primera metedura de pata del año. En junio de este año, el premio Nobel de Medicina en 2001, Tim Hunt, se metía en un buen jardín por unas palabras que al parecer pretendían ser una broma: defendió la existencia de laboratorios segregados por sexos porque, en su experiencia, “las mujeres causan tres problemas: se enamoran de ti, te enamoras de ellas y cuando las criticas se echan a llorar”.

Hunt tuvo que pedir perdón ante la que se le vino encima, y se vio obligado a dimitir de su puesto en el University College of London, en el Comité de los Premios de Ciencias Biológicas de la Royal Society y en el Comité Europeo de Investigación. Tras la virulenta reacción en las redes sociales, 29 científicos, hombres y mujeres, que habían trabajado con él, escribieron una carta al Times defendiendo su trabajo, su carácter y su apoyo a las carreras de muchos jóvenes investigadores, tanto de su laboratorio como fuera de él. Sin embargo, el comentario más oído al respecto le perseguirá siempre: “ser un genio científico no significa que no puedas ser también un cretino”.

Ellas son, además, esposas y madres

Cuando alguien saca así la pata del tiesto y verbaliza ese sexismo soterrado que muchas investigadoras (y mujeres en general) se encuentran a menudo, los titulares se hacen eco, la bola crece y se forma un buen escándalo. No es para menos. Son la prueba más estridente de que alguna gente, bien por convicción o bien por hacer la gracia, no considera a las mujeres iguales que los hombres. Ellos son científicos o ingenieros. Ellas son, además, esposas, madres y/o objetos a desear, y que no se les olvide.

Pero, por reprochables que sean, no creo que sean el lado del sexismo más preocupante en la ciencia y la investigación. Esto es peor: según un estudio publicado en PNAS, los profesores de universidad muestran un sutil sesgo al evaluar a un estudiante según sea hombre o mujer. Los investigadores repartieron currículums de supuestos alumnos a profesores de biología, química y física en seis universidades estadounidenses. A unos los bautizaron como John y a otros como Jennifer.

Aunque los currículums eran equivalentes, Jennifer recibió de media notas significativamente inferiores a las de John, algo que ocurrió por parte tanto de profesores como de profesoras, y tanto de los más jóvenes como de los más mayores. Según los resultados, el sueldo recomendado para John era, de media, un 12% más alto que para Jennifer.

Apunten otro más. Según un estudio también publicado en la revista PNAS en septiembre, las investigadoras tienen más problemas para recibir becas científicas porque se las considera menos competentes que a los hombres. Realizado en los Países Bajos entre 2010 y 2012, el estudio analizaba cómo en ese tiempo 2.823 científicos solicitaron becas a la Organización Neerlandesa para la Investigación Científica. El 42,1% eran mujeres. Solo un 16,5% del total las recibieron: el 17,7% de los hombres frente al 14,9% de las mujeres.

No es una gran diferencia, pero resulta llamativo porque el porcentaje de mujeres caía en cada fase del proceso, mientras que el de hombres aumentaba. El uso de un lenguaje masculino demostró ser algo favorecido frente al uso se términos femeninos.

Ellos son brillantes, ellas son constantes

Y otro: un estudio publicado en Science en enero señalaba que las mujeres están menos presentes en aquellas carreras en las que se considera necesaria una brillantez o talento innato (la filosofía, la física o la ingeniería), algo que se asocia con estereotipos masculinos. En frente, cuestiones como la empatía, la memoria o la perseverancia (más propias de disciplinas como la psicología, la biología o las ciencias de la tierra) son más propias de las mujeres, y en esos campos científicos su presencia es mayor, subrayaba el estudio.

El último estudio que me parece interesante es uno realizado por la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos en el que se realizó una encuesta a 2.500 biólogos y físicos de instituciones de renombre, además de 150 entrevistas personales y más detalladas, preguntando cuál creían que era el motivo de que hubiese diferencias de género en carreras específicas.

Para ellos, la discriminación ocurre en las aulas de primaria o secundaria. Para las ellas, sigue presente en universidades y centros de investigación

La investigación concluía que tanto hombres como mujeres reconocían esas diferencias como uno de los motivos que influyen en la elección de carrera por parte de las mujeres (algo de lo que los hombres nunca han tenido que preocuparse), pero no coincidían en cuándo se plantea ese sesgo. Para ellos, la discriminación ocurre en las aulas de primaria o secundaria, no en la educación superior, lo cual predispone a las niñas y jóvenes más hacia las ciencias biológicas que hacia las físicas. Para las científicas, la discriminación sigue presente hoy en universidades y centros de investigación.

Un estereotipo en el fondo de la cabeza

Los autores del estudio brillantez vs. constancia explicaban en sus conclusiones que no estaban seguros de qué mantenía a las mujeres alejadas de esas áreas de investigación eminentemente masculinas: "Puede que los participantes en estos campos duden de que las mujeres tengan estas capacidad y entonces establezcan un sesgo en su contra. O puede que sean ellas mismas las que decidan que esos campos no son para ellas, al hacer propios esos estereotipos".

Sobre algo parecido alertaba Isabelle Vernos, presidenta del grupo de igualdad en el Consejo Europeo de Investigación, a mi compañero Sergio Ferrer hace unos meses cuando decía que "todavía hay una tendencia a asociar al científico de éxito con un carácter masculino, más agresivo. Es un estereotipo que todos, nosotras incluidas, tenemos metido en el fondo de la cabeza".

Quizá el problema es que lo tenemos tan al fondo que solo nos hacen saltar indignados las manifestaciones más grotescas de ese estereotipo, que son las preguntas sobre maquillaje y peluquería. Para detectar otras señales, mucho más sutiles, hace falta estar más atento, pero deberían hacernos reaccionar con la misma energía.

No sería noticia ni sorprendería a nadie que un puñado de astronautas formado exclusivamente por hombres conviviese durante varias semanas en una nave espacial. Sí lo es que lo hagan un grupo de astronautas mujeres. Más que nada porque no ha ocurrido nunca.

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