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La ciencia en el debate: es tan corto el amor y tan largo el olvido
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Rocío Pérez

Cartas al Profesor Farnsworth

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La ciencia en el debate: es tan corto el amor y tan largo el olvido

Fueron dos horas y media de debate, con cuatro participantes y tres presentadores. No me digan que no había tiempo y bocas para sacar el tema

Foto: Debate a cuatro en televisión
Debate a cuatro en televisión

No pasará a la historia por ser el más brillante, el más entretenido ni el más decisivo, pero el de anoche fue el debate más concurrido de la democracia española: dos horas y media de debate, con cuatro participantes y tres presentadores. No me digan que no había tiempo y bocas para sacar el tema de la ciencia. Había todo eso de sobra. Y lo hicieron. Más o menos. Un poco.

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La ciencia, o I+D, ese eufemismo que utilizamos en política cuando queremos englobar todo lo que tiene que ver con encontrar formas nuevas y mejores de hacer las cosas y no queremos decir ciencia porque, qué sé yo, la palabra se nos queda corta o está llena de connotaciones, no iba a ser en sí misma parte del debate.

Ninguno de los bloques del diálogo se refería a ella explícitamente. Considerada desde hace unos años como parte del modelo productivo, era en el bloque de economía y empleo donde podría tener cabida. De acuerdo, no somos exigentes. Aceptaríamos pulpo como animal de compañía.

Fue nada más empezar y de refilón. En su segunda intervención, Albert Rivera habló de apostar por el futuro, por la economía del conocimiento y por aumentar 2.300 millones de euros la inversión en I+D. Oh, milagro. Un principio prometedor: una medida concreta, tangible, sustanciosa, contundente (si bien orientando la I+D exclusivamente a las empresas y al mercado, pero eh, nadie es perfecto). Nos pilló por sorpresa, con el escepticismo subido y cara de asombro.

Justo después intervino Pedro Sánchez y recogió el guante. De nuevo, más o menos. Prometió un pacto por la ciencia... y ya. Ahí terminó la propuesta. Una mente malpensada habría pensado que se trataba de una reacción improvisada a la intervención de Rivera.

Pero aquí no somos así, confiamos en que para el líder del PSOE, el pacto por la ciencia es una medida esencial de su programa que debía estar obligatoriamente en sus primeras intervenciones. Seguro que es así.

Fue un flechazo, amor a primera vista. Antes de cumplir el minuto 10 del debate, dos de los cuatro candidatos ya habían hablado de ciencia. Esta era la nuestra. Seríamos felices y comeríamos perdices, y ningún recorte en gasto público volvería fastidiarnos.

Claro que con la falta de detalles, nos quedaron muchas dudas. Un pacto será tan bueno, o malo, como lo sean las medidas que contenga. ¿Qué propondrá Sánchez a los demás partidos? ¿Financiación pública para investigación? ¿En qué cantidad obscenamente alta estaría pensando? ¿Fomento de la inversión privada? ¿Grandes centros de excelencia? ¿Favorecer la investigación en las universidades? ¿Mecanismos de transferencia tecnológica? ¿Estructuración y fomento de la carrera investigadora? ¿Menos burocracia y más facilidades para atraer talento extranjero y recuperar el talento emigrado? Preguntas, preguntas, preguntas...

En cualquier caso, a ambos, Rivera y Sánchez, hay que reconocerles haber sacado el tema de la ciencia en el debate. Ni Pablo Iglesias ni Mariano Rajoy dedicaron un momento a propuestas relacionadas con la I+D. Ni una mención. Ni un segundo. Ni un recuerdo. Nada. Ay, el dolor de verse ignorados.

Claro que en el caso de Rivera y Sánchez, la mención fue fugaz, tan fugaz como un parpadeo. Porque al empezar el minuto 10 del debate ya habían cumplido, y en las siquientes dos horas (minuto arriba, minuto abajo) nadie volvió a acordarse de la ciencia ni de los sufridos científicos.

Y eso que no se cansan de abanderar la importancia de la I+D, de la sociedad del conocimiento, de liderar el crecimiento económico... ¿Cómo creerán nuestros políticos que se consigue eso sin dedicar a la ciencia más que una mísera mención, y a veces ni eso?

Pero mal de muchos... La ciencia no fue el único tema del que los políticos se olvidaron (porque sabemos que fue un olvido, a pesar de tanto 'postit' y tanto apunte): la política cultural y la conciliación de horarios se quedaron fuera del debate, y eso que, oh, ironía, fue tan largo que terminó pasadas las 12 (chupaos esa, familias conciliantes).

Incluso la violencia de género apenas pudo centrar medio minuto la atención de los líderes políticos, y eso que Ana Blanco trató de rescatar el tema recordando que el año pasado murieron 57 mujeres en nuestro país por esta causa.

Es que no aprendemos. Cada vez que se celebra un debate electoral general (y últimamente llevamos unos cuantos), me pasa lo mismo que cuando veo el festival de Eurovisión y pienso en las posibilidades de victoria de España: que con optimismo inquebrantable, da igual los desengaños anteriores, confío en que esta vez sí, esta es la buena, esta vez hablarán de ciencia porque han entendido que la inversión en I+D es indispensable para el progreso económico y social de nuestro país.

A pesar de mi inquebrantable optimismo, todavía no he vivido ningún triunfo de España en Eurovisión. Pues con la ciencia en los debates me ocurre igual. ¡Hasta dentro de cuatro años!

No pasará a la historia por ser el más brillante, el más entretenido ni el más decisivo, pero el de anoche fue el debate más concurrido de la democracia española: dos horas y media de debate, con cuatro participantes y tres presentadores. No me digan que no había tiempo y bocas para sacar el tema de la ciencia. Había todo eso de sobra. Y lo hicieron. Más o menos. Un poco.