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Políticos y 'crowdfunding': ¿maldad o simple estupidez?
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Carlos Otto

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Políticos y 'crowdfunding': ¿maldad o simple estupidez?

La medida del Gobierno para limitar el 'crowfunding' responde al principio de Hanlon: "No atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”

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Hace apenas una semana, el Gobierno nos sorprendía con una ley con la que pretende regular el crowdfunding. Inmediatamente mucha gente se revolucionó: basta con buscar 'El Gobierno contra el crowdfunding' en Google para comprobar el cabreo popular (o mediático) ante lo que parecía ser una terrible ofensiva de éste contra todas aquellas formas de financiación que huyen de los bancos.

Daba igual que en realidad la ley no fuese dirigida al crowdfunding que todos conocemos (el de recompensas), sino al equity crowdfunding y al crowdlending. El juicio ya tenía sentencia: el Gobierno había claudicado ante los intereses bancarios y había hecho gala de su terrible maldad innata para imponer una ley represora y dictatorial.

Si un político saca adelante una ley perjudicial para todos hay muchas posibilidades de que sea un político malvado, sí. Pero hay muchas más posibilidades de que, simplemente, sea un completo idiota que no sabe ni lo que está legislando

Que nadie me malinterprete: el anteproyecto de ley que prepara el Gobierno es pésimo. Más que eso: es estúpido y no hay por donde cogerlo. ¿Significa eso, entonces, que nos encontramos ante un Gobierno insensible y depredador?

No llames maldad a lo que es estupidez

Cuando alguien acusa a un periodista de manipular información por haber publicado algo que no es cierto, yo muchas veces recurro al principio de Hanlon: “No atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”. Con muchos políticos (no todos, evidentemente) me pasa lo mismo. Si un político saca adelante una ley perjudicial para todos hay muchas posibilidades de que sea un político malvado, sí. Pero hay muchas más posibilidades de que, simplemente, sea un completo idiota que no sabe ni lo que está legislando.

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En el caso de la nueva ley del crowdfunding está claro: a nadie con dos dedos de frente se le ocurre pensar que un inversor se va a limitar a invertir un máximo de 3.000 euros en un proyecto, cuando incluso un business angel (el perfil más bajo dentro de los inversores) no baja de 20.000 euros cuando invierte en una startup.

Ante el pavor que le provocan internet (un sector que desconoce) y el 'crowdfunding' (una palabra que no sabe ni pronunciar), ha mezclado todos los tipos de financiación colectiva para establecer una serie de normas que se contradicen entre sí

Basta con echar un ojo al documento del anteproyecto de ley para comprender que el Gobierno ha mezclado las churras con las merinas. Ante el pavor que le provocan internet (un sector que desconoce) y el crowdfunding (una palabra que no sabe ni pronunciar), ha mezclado todos los tipos de financiación colectiva para establecer una serie de normas que se contradicen entre sí y que no resisten ni cinco minutos de debate.

En cuanto el Gobierno se siente un par de horas a hablar con las plataformas de crowdfunding (cosa que, por cierto, no ha hecho), se dará cuenta de la barbaridad que supone su nueva ley y hará (esperemos) cambios significativos.

Un despropósito que se repite en el tiempo

Y sí, seguro que hay razones para pensar que el Gobierno no quiere quitarle su trozo de negocio a los bancos, pero, ante la malvada conspiración, a mí me sigue convenciendo más la teoría de la ignorancia y la idiotez.

Ya pasó con la ley de emprendedores (en la que se ofrecía deducciones fiscales a los inversores a los que ahora se les dificulta la inversión), el impulso de la homeopatía (dando visos de eficiencia a terapias que son pura magia), el que sube el IVA para recaudar más impuestos mientras ahoga a ciudadanos y empresas, el que vende a un país porque lo manda Europa, el que niega el cambio climático “porque me lo ha dicho mi primo” y un larguísimo etcétera.

La historia reciente nos invita a pensar que nuestros políticos están cargados de malas intenciones, y en muchos casos ha sido así. Pero no les regalemos ese piropo: cuando tengamos que acusar a un político de ser un malvado conspirador, preguntémonos antes si no será, más bien, idiota perdido.

Hace apenas una semana, el Gobierno nos sorprendía con una ley con la que pretende regular el crowdfunding. Inmediatamente mucha gente se revolucionó: basta con buscar 'El Gobierno contra el crowdfunding' en Google para comprobar el cabreo popular (o mediático) ante lo que parecía ser una terrible ofensiva de éste contra todas aquellas formas de financiación que huyen de los bancos.