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Dejar WhatsApp no es una decisión personal
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Alfredo Pascual

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Dejar WhatsApp no es una decisión personal

Muchos claman contra la adquisición y anuncian que van a abandonar WhatsApp en favor de sus competidores. Sin embargo, es una decisión colectiva

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Percibo a través de las redes sociales, y a raíz de la adquisición de WhatsApp, dos tendencias en la opinión general: una, que Facebook ha pagado un montante propio de una burbuja y, la otra, una llamada a la deserción en favor de otros servicios de mensajería como Telegram o Line. La primera afirmación tiene enjundia y la matizaré más adelante; la segunda, sencillamente, es una declaración de intenciones sin mayor recorrido.

Porque salir de WhatsApp no es una decisión personal. No es como cambiar Vodafone por Movistar o Hotmail por Gmail. Las redes sociales no se entienden si no es en relación con el resto de miembros. Esto es, usted puede decidir irse, pero si sus contactos no le siguen, terminará por volver. Algo parecido a ese viejo bar en el que se suele reunir con un grupo de amigos: pese a que a nadie le gusta, inexplicablemente siempre acaban allí. 

Esa tendencia, llamémosle inercia, tiene gran valor. ¿Tanto como para justificar una adquisición de 19.000 millones de dólares? Probablemente sí, si bien es solo uno de los valores diferenciales que hacen de WhatsApp una empresa única.

1. Es un estándar. Como Google con internet o Coca Cola con los refrescos, WhatsApp se considera sinónimo de mensajería instantánea. Tiene 450 millones de usuarios conectados entre sí, de los cuales el 70% lo hace a diario. Es esta una tasa de recurrencia que otros grandes servicios ni siquiera llegan a soñar. ¿Puede caer WhatsApp? Todo puede suceder en este sector, pero mientras el servicio funcione y no haya un competidor que le adelante por la derecha, WhatsApp seguirá reinando en solitario.

2. Servicio medular. El servcio de WhatsApp es ajeno a las modas. Dentro de un tiempo, cuando se pierdan en el recuerdo los filtros vintage de Instagram y los vídeos de seis segundos de Twitter, seguiremos enviando mensajes cortos desde el teléfono. Y lo haremos en formato texto. Si en un momento creímos que la videoconferencia fagocitaría al texto y la voz, ahora sabemos que la coexistencia no solo es factible, sino necesaria.

Además, una vez se desbloqueen ciertas restricciones legales que hoy lo impiden, los comercios empezarán a bombardearnos con publicidad basada en la geolocalización. Si pasa por delante de una pastelería y ha comentado por WhatsApp que le encantan los cruasanes, no se extrañe si recibe en su teléfono las mejores ofertas de esa modalidad de bollería. Son muchos los que están al acecho de este nueva forma de publicidad, Telefónica entre ellos.

4. Los datos. WhatsApp tiene datos nuestros suficientes para trazar un perfil (comercial, no se asuste) de nuestras actividades y gustos. Crúcelos con la inmensa base de datos de Facebook y se sorprenderá no solo de lo que saben de usted, sino de su capacidad para adelantar sus gustos. Hasta ahora, para recabar estos datos era necesario recurrir a las operadoras, que con la operación se quedan para vestir santos. Y en este negocio, el que no es socio, es lacayo.

Pero, sobre todo, lo que tiene es nuestro número de teléfono, que es uno de los pocos identificadores que luchamos por mantener intacto. ¿O acaso no se ha fijado la de servicios, como Gmail o el propio Facebook, le piden el teléfono por motivos de seguridad? Se refieren a la seguridad de su negocio, claro.

Existe, por último, otro elemento que configura el alto precio pagado por WhatsApp: la gran demanda. Desvela Forbes que Google ofreció 10.000 millones de dólares por WhatsApp en al menos una ocasión y fue rechazada. Recuerden que en esta guerra no importa tanto tener a los mejores generales como que no los tenga el enemigo. A los de Mountain View les han birlado la chica más guapa del baile y tendrán que buscar una sustituta a corto plazo. ¿Piensan en Twitter? Seguramente acierten.

Entonces, ¿vale 19.000 millones? Económicamente el retorno es imposible. Facebook se ha dejado un 36% de lo que tenía en caja, y la emisión de acciones para respaldar la operación implicará un 11% de dilución de sus valores. Con todo, si ellos millones sirven para sacar a Facebook del camino a la intrascendencia, bien pagados estarán.

Percibo a través de las redes sociales, y a raíz de la adquisición de WhatsApp, dos tendencias en la opinión general: una, que Facebook ha pagado un montante propio de una burbuja y, la otra, una llamada a la deserción en favor de otros servicios de mensajería como Telegram o Line. La primera afirmación tiene enjundia y la matizaré más adelante; la segunda, sencillamente, es una declaración de intenciones sin mayor recorrido.

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