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El anonimato saca lo peor de nosotros en la redes sociales
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Alejandro Domínguez

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El anonimato saca lo peor de nosotros en la redes sociales

Las redes sociales facilitan el acceso a gran cantidad de personas. Sin embargo, esto no siempre es bueno. El anonimato hace de la mala educación la orden del día

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Me encanta Twitter. Si tuviese que quedarme con una sola red social me inclinaría seguro por la del pajarito… Por su inmediatez, por la facilidad que nos da de acceder a cantidad de personas (muchas de ellas con las que si no resultaría casi imposible establecer un contacto), por el contenido que se comparte y por no ser muy intrusiva en términos de privacidad.Para mí no cabe duda, es la más interesante y de la que obtengo más valor.

Sin embargo, estas características que constituyen sus pros también pueden tornarse en sus contras en función de quién haga uso de la misma. Esa posibilidad de anonimato y de decir “lo que quiera a quién quiera y cuándo quiera” es un caldo de cultivo excepcional para las injurias, calumnias o como mínimo comentarios de la peor de las educaciones.

A estas alturas ya no nos vamos a escandalizar ante los insultos más comunes. Si en un campo de fútbol 50.000 personas se pueden acordar de la madre de Cristiano Ronaldo, que duda cabe de que también lo harán en internet, donde además mencionando @cristiano tienen incluso la esperanza de que el de Madeira lea la lindeza. “Que a gusto me he quedado…”, pensará más de uno.

La facilidad para quitarse la careta, en secreto

Pero quitando este tipo de comportamientos, que aunque reprobables no dejan de ser el pan de cada día de nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales, me preocupa más cuando leo, con una frecuencia alarmantemente habitual, comentarios como “que se joda” o “que se muera” refiriéndose, por ejemplo, a un personaje que padece una grave enfermedad o está atravesando cualquier tipo de desgracia.

Esto es algo que ya he visto en muchas ocasiones, desde el cáncer de Tito Vilanova al accidente de moto de Cristina Cifuentes, pero que me ha impactado especialmente este verano con el caso del Padre Pajares y el ébola. No quiero ni entrar a opinar de su repatriación, ni de la sanidad española, ni de la iglesia ni de los políticos, porquelo que quiero decir no tiene absolutamente nada que ver.

Lo que me tenía completamente estupefacto es ver como había una cantidad considerable de gente que llegaba a insultar personalmente a ese hombre o a mostrar su satisfacción con comentarios como “me alegro, un cura menos”.

¿A qué grado de bajeza moral puede llegar una persona para decir algo tan terrible como esa frase? Mostrar alegría de que muera otro individuo por la simple condición de ser o pensar diferente es algo terrible. Como yo soy ateo, heterosexual y del Barça, ¿debería desearle la muerte a los cristianos, gays y madridistas? ¿En qué cabeza cabe?

Es una barbaridad, y lo peor es pensar que esa gente ya existía antes de las redes sociales, que éstas simplemente han servido para quitarles la careta.

La libertad de expresión y sus límites

Quiero seguir pensando que animales así son minoría, pero confieso que en más de una ocasión he cerrado el ordenador con una mezcla de cabreo y preocupación ante lo que representa un reflejo de al menos parte de la sociedad en la que vivo.

¿Y qué hacer ante esto? Nunca entendí cómo en los colegios no se explica a fondo lo que significa la libertad de expresión y sus límites (creo que es de largo el peor entendido de todos los derechos fundamentales), pero desde la llegada de internet y las redes sociales esto ya se ha convertido en una necesidad imperiosa.

En cualquier caso, hace falta “educación digital”, está claro, pero antes de eso hay algo realmente más importante: hace falta mucha más educación.

Me encanta Twitter. Si tuviese que quedarme con una sola red social me inclinaría seguro por la del pajarito… Por su inmediatez, por la facilidad que nos da de acceder a cantidad de personas (muchas de ellas con las que si no resultaría casi imposible establecer un contacto), por el contenido que se comparte y por no ser muy intrusiva en términos de privacidad.Para mí no cabe duda, es la más interesante y de la que obtengo más valor.

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