Es noticia
Partidas Inmortales VII: Donald Byrne vs. Bobby Fischer (Nueva York, 1956)
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Arte, ciencia y magia
Álvaro Van den Brule

Arte, ciencia y magia

Por

Partidas Inmortales VII: Donald Byrne vs. Bobby Fischer (Nueva York, 1956)

Robert James Fischer. Un titán entre colosos. En los años cincuenta del siglo pasado sucedieron muchas cosas. Fue una época efervescente y bulliciosa, pero también de

Foto: Partidas Inmortales VII: Donald Byrne vs. Bobby Fischer (Nueva York, 1956)
Partidas Inmortales VII: Donald Byrne vs. Bobby Fischer (Nueva York, 1956)

Robert James Fischer. Un titán entre colosos. En los años cincuenta del siglo pasado sucedieron muchas cosas. Fue una época efervescente y bulliciosa, pero también de claroscuros y sombras. Mientras un fanático McCarthy agitaba el fantasma de una quinta columna comunista en EEUU y veía bolcheviques hasta en la cisterna del váter, otro entusiasta del intrusismo a ultranza en la vida privada con carta blanca y poderes casi absolutos, Edgar Hoover, se empleaba a fondo en la represión de artistas y pensadores libres con un celo algo inusual, rayano en el paroxismo.

Entretanto, dos mega potencias con poderes colosales mantenían un duelo por la hegemonía mundial. Una guerra sin precedentes en la historia oficial había concluido con un saldo espantoso para la humanidad, otra en curso se libraba en las fronteras de oriente entre gentes descalzas y de ojos rasgados y una Francia muy debilitada a raíz del varapalo de Dien Bien Phu y el contencioso de Argelia, daría alas al nuevo Gran Depredador en sus ansias imperialistas perpetuando un colonialismo que ya hacia aguas por todas partes.

Mientras todo esto ocurría, en Brooklyn (Nueva York), una madre soltera y pluriempleada de origen judío sacaba adelante a duras penas a un chaval espigado e introvertido. Robert James Fischer vio la luz en el año 1943 y abandonó el espacio y el tiempo en el año 2008 en las frías tierras de una isla remota en mitad del Atlántico que a finales del primer milenio fue muy visitada por vascos y escandinavos.

Posiblemente ningún otro jugador de ajedrez en la historia de este arte–ciencia haya creado tanta controversia en su tránsito por estos pagos.

El caso es que después de que el tenebroso premio Nobel de la paz, Henry Kissinger, le instara a afrontar su cita con la historia en Islandia, esta formidable fuerza de la naturaleza se puso en acción y derrotó en un match muy politizado allá por el año 1972, al educado gentleman Spassky, que a raíz de este suceso se fue a “penar a galeras” en una Dacha en la mas absoluta incomunicación durante algún tiempo, castigado “sin postre” (esto es, sin su “kit” de ajedrez) en unas más que lamentables condiciones.

Este talento de referencia en el arte del ajedrez abrió unos horizontes en la disciplina impensables hasta entonces. Buscó patrocinadores para todos aquellos eventos de dimensión internacional, implicó a filántropos e hizo avanzar a esta ciencia milenaria cuantitativamente y cualitativamente situándola en el mapa y en la agenda de miles de futuros ajedrecistas. Jugaba al ajedrez tocando las piezas con la elegancia de una pianista. Tablero y piezas, eran su alter ego. Definitivamente, hablamos de un mito.

Hoy, y en su memoria, reproducimos este trabajo de orfebrería, un legado de belleza incuestionable.

Donald Byrne vs. Bobby Fischer. (Nueva York, 1956).

Defensa Grünfeld.

Robert James Fischer. Un titán entre colosos. En los años cincuenta del siglo pasado sucedieron muchas cosas. Fue una época efervescente y bulliciosa, pero también de claroscuros y sombras. Mientras un fanático McCarthy agitaba el fantasma de una quinta columna comunista en EEUU y veía bolcheviques hasta en la cisterna del váter, otro entusiasta del intrusismo a ultranza en la vida privada con carta blanca y poderes casi absolutos, Edgar Hoover, se empleaba a fondo en la represión de artistas y pensadores libres con un celo algo inusual, rayano en el paroxismo.