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Los compositores en el ajedrez I. Las 'mansubat' y Lucena. (1ª parte)
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Álvaro Van den Brule

Arte, ciencia y magia

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Los compositores en el ajedrez I. Las 'mansubat' y Lucena. (1ª parte)

A lo largo de la historia del ajedrez han existido extraordinarios especialistas dedicados prácticamente en exclusiva, por no decir en cuerpo y alma, a crear bellas

Foto: Los compositores en el ajedrez I. Las 'mansubat' y Lucena. (1ª parte)
Los compositores en el ajedrez I. Las 'mansubat' y Lucena. (1ª parte)

A lo largo de la historia del ajedrez han existido extraordinarios especialistas dedicados prácticamente en exclusiva, por no decir en cuerpo y alma, a crear bellas composiciones que tenían como motivo último o corolario la obtención del jaque mate al adversario. Casi siempre la premisa fundamental establecía que era el blanco el que movía primero y en consecuencia el que ganaba, ya que la secuencia de movimientos era obligada.

Este “pasatiempo” tuvo una difusión enorme entre los árabes que lo llevaron consigo como un bien muy preciado durante los años de la Hégira y posteriormente lo difundieron de la mano de su gran legado cultural en los territorios conquistados.

Vicente Blasco Ibáñez, en su libro La catedral (1903), decía sobre los árabes que “era una expedición civilizadora más bien que una conquista (...) aquella cultura joven y vigorosa, de rápido y asombroso crecimiento, que vencía apenas acababa de nacer; una civilización creada por el entusiasmo religioso del Profeta, que había asimilado lo mejor del judaísmo y la cultura bizantina, llevando además consigo la gran tradición india, los restos de Persia y mucho de la misteriosa China. Era el Oriente que entraba en Europa”.

El Oriente que traía la numeración decimal, el álgebra, la filosofía griega, la medicina, la química, la cosmología, la poesía rimada. Y traía también el juego del ajedrez.

Cabría decir que, además de lo anteriormente citado, esta marea humana inspirada en altos designios religiosos e impelida por una fuerza sobrenatural –la de su Dios Allah-, dio lustre y un esplendor desconocido a formas de conocimiento que derramaron generosamente en las áridas mentes de una Europa bajo medieval sometida a un oscurantismo feroz donde la ignorancia campaba por sus respetos.

Los grandes maestros árabes compusieron muchos problemas de shatranj (ajedrez). Estos problemas se llamaban mansuba en singular y mansubat en plural. Podría traducirse del árabe como “lo establecido”, arreglo, posición o situación. Los mansubat solían promover la solución de los mismos de modo que, para obtener la victoria, había que proceder a activar una secuencia de jaques obligados, lo que en el ajedrez actual, se llama entrar en “red de mate”.

Uno de los más famosos mansubat es el Problema de Dilaram, que ha llegado intacto hasta nuestros días rodeado de una aura poética típica de un cuento de Harum –al Raschid.

Habla de una princesa  que se negó a ser objeto de transacción entre dos energúmenos que se la querían jugar en una partida de ajedrez. La pobre princesa –algo díscola y levantisca-, al ver que su despreciable “protector” iba perdiendo, intervino y le sugirió la solución de mate en cinco jugadas que la liberóde tamaño escarnio. 

El caso es que el ajedrez árabe devino en un juego fertilizante para las mentes de los embrutecidos occidentales. Con el tiempo, fueron apareciendo diferentes obras de composiciones de mate que ya apuntaban maneras, entre las que destacan dos de forma especial.

La primera y posiblemente más antigua compilación de problemas-composiciones pudo ser el Manuscrito de Gotinga. Es éste un texto en latín redactado ya en esa época (postrimerías del siglo XV) en modo imprenta. Consta de una selección de una treintena de problemas y actualmente está custodiado en la universidad alemana del mismo nombre.

La segunda referencia es la que hace alusión a La repetición de amores y arte de axedrez con 150 juegos de partido de Luis de Lucena (en la imagen). En 1497 es editado este extraordinario libro por la universidad de Salamanca. No sólo es conocido en el mundo ajedrecístico por sus innovaciones sino que es una obra magna de la literatura de todos los tiempos por su elaborada manufactura y bella composición. Cuando concluía el siglo XV habían aparecido las reglas que actualmente rigen el juego del ajedrez pero que aún no estaban unificadas.

Entonces, Lucena compuso un libro en el que por primera vez aparecían unificadas todas las reglas del ajedrez, tal y como hoy las conocemos. Incluía también las antiguas reglas de este ancestral juego. Es esencialmente una recopilación, pero su elaboración y riqueza aun hoy deja asombrados a los eruditos mas cualificados. Lucena es, sin duda alguna, uno de los ajedrecistas más grandes de la historia.

El diagrama que mostramos a continuación es posiblemente una de sus más famosas composiciones.

1. De6+ Rh8 

2. Cf7+ Rg8 

3. Ch6+ Rh8 (en el diagrama)

4. Dg8+!! Txg8 

5. Cf7++



Otras de las grandes aportaciones al mundo de la composición ajedrecística fue esta famosa miniatura llamada la posición Lucena.

Las blancas pueden ganar mediante:

1. Te1+ Rd6 2.Te4

Y ahora contra:

2...Tg2 3.Th4 seguido por 4.Rh8 o 4.Rh7.

2...Tf2 3.Th4 igual que la anterior.

2...Rd5 3.Tf4 Re5 4.Tf1 Re6 5.Rf8, ganando.

2...Th1 3.Rf7 Tf1+ 4.Rg6 Tg1+ 5.Rf6 Tf1+ 6.Rg5 Tg1+ 7.Tg4, y las blancas coronan el peón.

En próximos artículos hablaremos de los más grandes compositores de ajedrez de la historia tales como Loyd, Kasparian, Kubel, Troizky, etc.

A lo largo de la historia del ajedrez han existido extraordinarios especialistas dedicados prácticamente en exclusiva, por no decir en cuerpo y alma, a crear bellas composiciones que tenían como motivo último o corolario la obtención del jaque mate al adversario. Casi siempre la premisa fundamental establecía que era el blanco el que movía primero y en consecuencia el que ganaba, ya que la secuencia de movimientos era obligada.