Con dos ovarios
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Que Ciudadanos no te arruine el Orgullo: nuestros vientres no se alquilan
El Orgullo gay era antes una fiesta masculinizada, y parece que C's ha querido volver a esos años. Escoger esta semana para su propuesta de vientres de alquiler no es casual
Especialmente este año, me apetecía celebrar el Orgullo. Me gusta escribirlo sin el apellido, sin el gay, porque esta fiesta de la diversidad busca la normalización, el respeto y la visibilización de un colectivo formado por lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, pansexuales, asexuales y por todas las personas que no nos sentimos representadas en ese juego binario de hombre y mujer y todo el peso de los estereotipos que arrastran ambas palabras. Me gusta que sea así y, la verdad, es la primera vez que lo siento de esta manera.
Hasta ahora el orgullo era gay, una fiesta masculinizada en la que la visibilización de la figura del hombre homosexual primaba por encima de cualquier otra voz. Pero por ejemplo, este año la transexualidad ha estado muy presente – ahí están el éxito de la serie 'Transparent' y del 'Drag Race' de Rupaul – y la semana pasada se publicó el anuncio de Tinder que ha dirigido Javi Giner y que pone el foco en la riqueza que otorga la diversidad a una sociedad como la nuestra.
Sin embargo, parece que Ciudadanos ha decidido anclarse en los años dedicados en exclusiva al género masculino y enturbiar la celebración llevando al congreso un proyecto de ley para regular el alquiler de nuestros vientres. Obviamente, escoger esta semana para hacerlo no es gratuito. Lo más cachondo es que lo hace el mismo partido que consideraba que llamar matrimonio a las uniones homosexuales generaba "tensiones innecesarias". Debe ser que la venta de niños recién nacidos no turba a parte de la sociedad – muchísimos gays incluidos -, pero como quienes se oponen principalmente a la regulación de esta actividad son mujeres, ¿qué más da? Será que tienen la regla.
Ver que parte del colectivo al que siempre apoyé rema para que el alquiler de nuestros cuerpos sea legal me genera una tristeza infinita
Admito que esta situación me genera muchas contradicciones. Desde que recuerdo, apoyo el Orgullo gay, y aquí si voy a poner el “gay”, porque cuando acudí a mis primeras manifestaciones lo hice únicamente porque quería que mis amigos tuvieran los mismos derechos que yo. Que pudieran casarse y adoptar niños. Lo hacía más por ellos que por conciencia social. En aquel momento yo también entendía esta fecha como señalada en exclusiva para ellos y me sentía muy feliz acompañándoles y posicionándome de su lado. Por eso, ver ahora que parte de ese colectivo al que yo apoyé – y sigo apoyando - rema para que la venta de bebés y el alquiler de nuestros cuerpos sea legal y que, casualmente, solo en este tema estén de acuerdo con las políticas de Ciudadanos, me genera una tristeza infinita. Hice mías sus reivindicaciones para que el mundo fuera un lugar mejor, no para que después utilizaran sus privilegios sobre mujeres de una clase social inferior a la suya.
No puedo evitar que me asalten párrafos de 'Feminismo para principiantes' de Nuria Varela, que retratan pasajes de la historia en los que las mujeres apoyaron causas que acabaron volviéndose contra ellas, como en la Revolución Francesa, por poner un ejemplo. Mucho pregonar la igualdad universal pero después no les tembló el pulso para proclamar y firmar la 'Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano'. No se encontraban ante un uso sexista de la palabra hombre, dejaron sin derechos civiles y políticos a todas las mujeres sin despeinarse. Las mujeres, atendiendo a la historia, también han tropezado varias veces con la misma piedra. Tengo un niño de diez meses y pienso: ¿si abandono esta lucha y el día de mañana él es trans o gay y sus compañeros le hacen sufrir por ello? ¿Y si legalizan los vientres de alquiler y me encuentro teniendo que comprar un regalo al bebé que acaba de adquirir uno de mis mejores amigos? En ambos casos, me voy a sentir tremendamente frustrada y culpable.
Por otro lado, este pensamiento se contradice con lo que he expuesto en el primer párrafo y es de un machismo abrumador por mi parte. Estoy dando por hecho que apoyar la fiesta del Orgullo sigue consistiendo en acompañar únicamente a quienes buscan legalizar la práctica, me estoy cogiendo la parte por el todo. Si algo tengo claro a día de hoy es que las siglas LGTBIQ engloban a muchísima más gente. La realidad es que me siento incapaz de dejar de pelear cuando las palizas a homosexuales y transexuales han aumentado considerablemente en el último año, o cuando leo noticias de que en X países les siguen colgando o que en otros han dado pasos atrás y ya no pueden besarse por la calle. ¿Cómo parar cuando sé de sobra que gente que me rodea no puede presentar a su pareja en casa?
Además, estaría cargando sobre ellos toda la responsabilidad del apoyo a una propuesta de ley miserable. Son muchas las personas heterosexuales que también están a favor. Es de sobra conocido que algunas estrellas de Hollywood han optado por alquilar vientres para no perder su figura mientras que de cara a la galería fingen estar embarazadas. Esto dice ya mucho de lo tranquila que deben tener la conciencia, aunque algunas otras como Sofía Vergara o Lucy Liu no lo han ocultado. Así que - medito - seguramente todo esto tenga más que ver con la clase social que con la orientación sexual.
Sí, ahora lo tengo más claro. No puedo dejar que mis contradicciones ahoguen mis convicciones. Voy a salir como cada año a gritar en favor de la diversidad. No voy a dejar que una petición oportunista y liberal me arruine el Orgullo. Yo también soy liberal, pero solo en la cama.
Especialmente este año, me apetecía celebrar el Orgullo. Me gusta escribirlo sin el apellido, sin el gay, porque esta fiesta de la diversidad busca la normalización, el respeto y la visibilización de un colectivo formado por lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, pansexuales, asexuales y por todas las personas que no nos sentimos representadas en ese juego binario de hombre y mujer y todo el peso de los estereotipos que arrastran ambas palabras. Me gusta que sea así y, la verdad, es la primera vez que lo siento de esta manera.