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La fauna que acecha en nuestras playas a una mujer en 'topless'
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Henar Álvarez

Con dos ovarios

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La fauna que acecha en nuestras playas a una mujer en 'topless'

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es una mujer en 'topless'! Mirémosla fijamente como si nunca hubiéramos visto unos pezones femeninos

Foto: Los mirones no salen en plano pero están por ahí. (iStock)
Los mirones no salen en plano pero están por ahí. (iStock)

Cuando hago la maleta para irme de vacaciones llevo tanta ropa de baño que no sé si voy a la playa o a protagonizar un reportaje de 'Sports Illustrated'. Las tetas femeninas están tan poco aceptadas fuera del marco 'poner cachondos a los hombres' que necesito un arsenal de bañadores para las diferentes situaciones que se me presentan en un día playero cualquiera. Me explico: suelo hacer 'topless', pero por la razón que sea, no está bien visto que tome una cerveza apoyada en la barra del chiringuito con los pezones al aire –porque todos sabemos que el problema es con tus galletas María y no con el pecho en sí–.

Entre mi toalla y el bebedero apenas hay diez metros de distancia, pero oye, de repente estás como fuera de lugar. Tus pezones no son bien recibidos. La línea en donde comienza la terraza del chiringuito es algo así como el paralelo que divide el Círculo Polar. Has pasado a otro estrato y aquí las normas son diferentes. Así que hasta que no se pongan de moda en la playa las pezoneras tipo Elvira –no descarto ser pionera en esto– debo seguir comprando la parte de arriba o cambiando la braga por un bañador para refrescar el gaznate. Podría prescindir de las visitas al chiringo, pensarán algunos, que no consuma donde no soy bien recibida, pero es que entonces no sería yo.

placeholder Elvira, reina de las tinieblas, en una visita al chiringuito.
Elvira, reina de las tinieblas, en una visita al chiringuito.

Podría decir que empecé a hacer 'topless' porque me era más cómodo o por ahorrar, pero lo cierto es que tenía unas tetas maravillosas y quería enseñarlas. Se presupone que las mujeres debemos de tener un recato innato y que no debemos ir por ahí 'provocando' al personal, pero es que mostrar las tetas, y mucho menos en la playa, no debería considerarse como tal. A no ser que me las esté estrujando con las manos y mi lengua haga movimientos circulares mientras miro fijamente a alguien, nadie me va a convencer de que hacer 'topless' pueda considerarse obsceno.

Mis pezones no son diferentes de los masculinos y que mis senos se hayan hipersexualizado y perturben a los hombres no es mi problema. A mí me vuelven muy loca unos brazos fuertes, musculados y tatuados y no por ello pretendo que se los tapen con neopreno. También los hay con los pechos más grandes que yo y nadie les dice nada. Creo que deberían empezar a entender que lo que ellos sientan o padezcan cuando ven a una mujer no puede condicionar nuestra vida.

'Topless' en playas familiares

Ahora que he sido madre y que mis tetas han 'digievolucionado' – dejémoslo ahí–, hago 'topless' por comodidad. Es preciso que matice que no es lo mismo quitarse la parte de arriba en una playa 'hippy' que en una familiar. Es estas últimas es casi un deporte de riesgo. Cuando llegas a la toalla y empiezas a montar tu campamento parece que la gente está a lo suyo, pero es llevarte las manos a la lazada de la parte de arriba y el siseo de las cuerdas al deslizarse actúa como la llamada de lo salvaje. Me siento entonces como Carmen Maura en 'La comunidad', sintiendo el aliento de Darth Vader en la nuca.

La verdad es que no me importa un reojo, una mirada fugaz. Yo también lo hago cuando veo un cuerpo que llama mi atención – para bien o para mal–. Lo que obviamente detesto son los mirones maleducados, incluso en los tiempos en los que, como comentaba al principio, lo hacía por sacar las 'lolas' a pasear. Que quiera enseñarlas no significa que tenga que soportar babosos. Es como cuando hago una foto de lo que he cocinado y la subo a Instagram. No pretendo que aporreen la puerta de casa para devorar mi plato, me conformo con un 'like'. No sé si me explico.

placeholder La playa de Benidorm en verano. (EFE)
La playa de Benidorm en verano. (EFE)

Hay varios tipos de mirones maleducados

Podríamos establecer las siguientes categorías:

1. Los Reservoir Dogs. Son un clásico. Se esconden detrás de sus gafas de sol con cristales de colores y suelen llevar bañadores por debajo de la rodilla con motivos hawaianos. Si localizas su toalla verás que han comprado el 'Marca', el 'As', 'El País' y, a veces, la 'Cuore'. Si se pegan un baño es con las gafas de sol puestas. Es impresionante, porque se tiran debajo de las olas y al levantarse no se han movido de su sitio. Después del chapuzón se colocan delante de ti fingiendo que quieren secarse al sol. La posición es tipo viejos de ciudad mirando una obra, con la cabeza alta y los brazos en jarras detrás de la cintura. Por lo que sea creen que es disimulado estar parados de cara al paseo marítimo y no mirando al horizonte.

2. Foreros. Suelen estar solos. Normalmente llevan auriculares grandes, no se quitan la camiseta (negra, por supuesto, y con alguna movida de South Park) y tienen toda la pinta de que se desgañitan cuando en una discoteca suena 'Killing in the name' de Rage Against the Machine. Van a la playa básicamente a mirar. A crear archivo visual para pasar las noches, que son muy duras. Hay quien incluso acerca su toalla a la tuya, debe ser por la miopía. Algún valiente se atreve a mirarte directamente a los ojos mientras se saca un 'pa'luego' de entre los dientes. A veces tienen que tumbarse boca abajo y, aun así, son incapaces de dejar de mirar. Son gente muy constante. Son de los que se pasan videojuegos en un solo día sin tener que usar la 'memory card'.

3. Señores. Se creen educados, unos caballeros. Pasan de los cincuenta pero no tienen mal porte. Son de los que, con la crisis de edad, les ha dado por hacer ciclismo y se levantan en vacaciones a las siete de la mañana para recorrer el paseo marítimo de un pueblo levantino ataviados como si fueran a competir en el Tour de Francia. Reparan en ti mientras caminan por la orilla con un amigo o con su esposa. Te saludan, sonríen y terminan la frase que te dedican con un “señorita”. Cuando van con un amigo rematan con algún comentario jocoso tipo “qué suerte hemos tenido hoy, hay unas vistas preciosas”. Son todo un ejemplo de clase y saber estar. Debes contestar con una sonrisa o empezarán a verter 'male tears' y a quejarse de lo desagradecidas que somos las chicas de ahora y la pena que sienten de que ya no haya mujeres como las de antes.

4. Los de 1º de carrera. Son chavales jovencitos que se han ido con sus amigos por primera vez de vacaciones. Hacen competiciones de voley y juegan al 1X2. Colocan sus toallas en círculo y llevan altavoces para los móviles. Las listas de reproducción son loquísimas, desde Taburete a Novedades Carminha pasando por Camilo Sesto. Estos suelen usar el truco de la pelotita. Consiste, básicamente, en hacer que la pelota con la que están jugando vaya a parar a ti. Viene uno de ellos a cogerla –si tú se la lanzas te da las gracias– y, cuando no se ha alejado ni un metro de ti, comenta con sus amigos lo buena que estás de cerca. Se dan palmadas en la espalda mientras te miran de reojo. Repiten la jugada dos o tres veces hasta que ya tienes que marcarte un Serrat y pedirles que dejen de "joder con la pelota".

Y ahora, si no os importa, debo seguir con mis vacaciones. Me pongo algo y voy al chiringuito, que tanto teclear me ha dejado la garganta seca. Un momento. ¿¡Qué estoy diciendo!? Voy como me de la gana y al que no le guste que no mire. Y al que le guste que tenga respeto, que ya somos mayorcitos.

Cuando hago la maleta para irme de vacaciones llevo tanta ropa de baño que no sé si voy a la playa o a protagonizar un reportaje de 'Sports Illustrated'. Las tetas femeninas están tan poco aceptadas fuera del marco 'poner cachondos a los hombres' que necesito un arsenal de bañadores para las diferentes situaciones que se me presentan en un día playero cualquiera. Me explico: suelo hacer 'topless', pero por la razón que sea, no está bien visto que tome una cerveza apoyada en la barra del chiringuito con los pezones al aire –porque todos sabemos que el problema es con tus galletas María y no con el pecho en sí–.

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