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“Los oficinistas tienen remordimientos cuando son mayores, los músicos de jazz no”
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Héctor G. Barnés

Confidencias POP

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Héctor G. Barnés

“Los oficinistas tienen remordimientos cuando son mayores, los músicos de jazz no”

Como viene siendo habitual cada otoño, el Café Central madrileño vuelve a convertirse en el hogar del músico de jazz Ben Sidran (Chicago, 1943), profesor universitario

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“Los oficinistas tienen remordimientos cuando son mayores, los músicos de jazz no”

Como viene siendo habitual cada otoño, el Café Central madrileño vuelve a convertirse en el hogar del músico de jazz Ben Sidran (Chicago, 1943), profesor universitario y viejo colaborador de artistas como Steve Miller, Eric Clapton o Van Morrison. El pianista afirma a El Confidencial que le encanta tocar en la sala madrileña, donde actuará cada noche hasta el próximo domingo, porque “no tiene nada que ver con las modas, sino que es como el jazz solía interpretase antiguamente”. Con una larga carrera a sus espaldas, incluso él reconoce que tocar música en directo “es cada vez más difícil”, entre otras razones porque “la cultura que apoyaba el jazz ya no es parte de la escena contemporánea. Los clubes cada vez tienen que pagar más impuestos, por lo que suben las entradas y la gente no va a los conciertos. El jazz hoy en día es un entretenimiento más, cuando antiguamente era un alivio de los problemas cotidianos”. Algo muy diferente a cuando empezó su carera, a finales de los años sesenta, cuando aún se encontraban en activo muchos músicos de la era dorada del jazz, que le enseñaron “cómo era esta forma de vida”.

El estilo no es algo que se pueda aprender, y es lo que tienen los grandes del jazzEn esta ocasión presentará los temas de su último trabajo, Don’t Cry for No Hipster (Bonsaï/Indigo Records), una recuperación de la vieja figura del hipster de los años cincuenta, que “está conectado a la vieja estética del jazz. Es un poco sentimental, también está un poco alienado de la sociedad contemporánea y posee un oscuro sentido del humor. Es un tema que me interesa, así que escribí un puñado de canciones desde su punto de vista”. Y que, por supuesto, no tiene nada que ver con el hipster contemporáneo que “está mucho más relacionado con la moda”. Sidran se explica: “parte del encanto del disco es que no tiene nada que ver con el hipster contemporáneo. Antes, los hipsters se enorgullecían de vivir al margen de lo cotidiano, y creo que hoy en día nadie lo hace. Grabamos el CD en Williamsburg (Nueva York), el hogar del nuevo hipster. Es divertido porque alguna de las letras de las canciones se puede aplicar al hipster moderno, mostrándonos cómo la gente ha cambiado a lo largo del tiempo y cómo el tiempo ha cambiado a la gente”.

Lo que el jazz nos enseña

Sidran es un profundo conocedor de la historia del jazz, que ha reflejado en libros como Black Talk (Da Capo Press) o su serie Talking Jazz. An Oral History, en la que entrevistó a más de 60 músicos de primer nivel. “La mejor respuesta que recibí fue la de Miles Davis”, asegura Sidran. “Me dijo que el estilo es como el sudor, que es lo que sale de ti cuando trabajas”. Al músico le interesaba especialmente aquello que tenían en común todos los músicos, que era la creación de una seña de identidad personal, “lo más importante en el jazz, y seguramente, en la vida”. “Lo que aprendí es que, te digan lo que te digan, lo más importante que posee un hombre es la posibilidad de ser uno mismo. Es tu única oportunidad de salir adelante”. Y que ha de reflejarse en la música si se quiere hacer algo de valor: “A veces no está en las notas, sino en los silencios. En los viejos tiempos, cuando era joven, el jazz no se estudiaba como ahora que existe un marco académico. Antes se aprendía escuchando música, acudiendo a los clubes y tocando. Pero el estilo es algo que no se puede aprender”.

Hoy la música no habla de la vida real, sino de fantasíasComo conocedor de la tradición de la música negra, Sidran no está nada de acuerdo en que el hip-hop y el rap sean sus sucesores naturales. “Hay mucha gente que piensa que son la actualización del impulso creativo del jazz, pero no es así. Por dos razones básicas: en primer lugar, las letras de la cultura negra han sido reemplazadas por una apología de la violencia. En segundo lugar, porque la música afroamericana provenía de la gente, y ahora proviene de la maquinaria del marketing, del negocio musical que vende esa música al público blanco. No habla de las aspiraciones negras, sino del dinero y lo material, algo opuesto al sentimiento espiritual que existía en el R&B, blues y jazz clásico, que versaba sobre los problemas diarios. Aunque sé que puede parecer políticamente incorrecto decir esto”.

Quizá por ello haya registrado en su nuevo trabajo la clásica «Sixteen Tons» de Merle Travis, en el que canta “cuanto más trabajas, más deudas tienes. San Pedro, no me llames porque no puedo ir, debo mi alma al tendero”, unos versos que podría haber sido escrito esta misma semana. “Es una canción muy moderna. Algunas de las canciones de los 30 y los 40 hablan de manera certera de lo que nos está ocurriendo hoy en día, porque hablaban de los problemas de la gente común. Hoy la música habla sobre las fantasías de cómo debería ser la vida”. Aunque la auténtica razón de la inclusión del tema en el álbum tiene sus raíces en un concierto madrileño: “Hace dos años, en el Café Central, un joven se me acercó y me preguntó que por qué no la tocaba. Me pareció una buena idea, así que la preparamos al día siguiente. Me encanta, fue un gran éxito durante mi infancia”.

Un trabajo reflexivo

Sidran compagina su vida como músico con su trabajo en la Universidad de Wisconsin y su producción bibliográfica. Su última entrega es un libro llamado There Was a Fire: Jews, Music and the American Dream (Unlimited Media), en el que reivindica el papel de los músicos judíos en la música americana, de “Irving Berlin a los Beastie Boys, y un poco más allá”. Sidran cree que ya era hora de reivindicar el papel de esta etnia: “La gente sabe que el jazz es música negra, lo que no sabe es que se basaba en canciones judías, porque más de la mitad de los temas que consideramos parte del cancionero americano fueron compuestos por judíos. Hace 100 años, cuando Berlin escribía sus canciones, le preguntaban cuánto tenía que ver su origen judío con su éxito. Él decía que no tenía nada que ver, que él era americano. Una respuesta extraña, porque sólo llevaba 15 años allí, pero bastante habitual. George Gershwin decía lo mismo. Lo que ocurre es que, históricamente, los judíos querían ser reconocidos como americanos y no como judíos, dejando atrás la pobreza que habían vivido en Polonia, Rusia o de donde viniesen”. Así que los propios judíos parecen haber sido su mayor enemigo a la hora de gozar de reconocimiento en el mundo de la música: “Asegurar que no se es judío es algo muy judío, y esa es la razón por la que hoy no conocemos su influencia”.

Es ridículo ver a los Rolling Stones, no tienen ninguna credibilidadPrecisamente, en 2009 Sidran editó un álbum formado por canciones de otro judío que ocultó su procedencia bajo un seudónimo: Robert Allen Zimmerman, o lo que es lo mismo, Bob Dylan. “Hace diez años impartí unos cursos en la Universidad sobre ese tema, lo que me devolvió a la música de Dylan, cuyas canciones volví a interpretar. Aunque soy dos años más joven me costaba identificarme con él, así que hasta que no conseguí adaptar su música a mi estilo no grabé las canciones”. ¿Pero cómo influye ese vasto conocimiento de la tradición musical en su papel como músico? ¿Le cohíbe o le ayuda? “Tengo un buen amigo en España, Jorge Drexler”, explica Sidran. “Cuando él toca música es muy consciente de lo que hace y por qué lo hace. Eso a mí no me gusta. No me considero un artista, soy un fan, soy un periodista. Mi acercamiento es muy personal, lo único que busco es mi propia voz, nada más. Cuando estoy fuera del escenario, mi conocimiento sí me da un contexto musical, geográfico y cultural”.

Envejeciendo con dignidad

Sidran se alegra cuando se le pregunta qué siente según sigue cumpliendo años y envejece tocando jazz, porque señala que es algo en lo que piensa a menudo. “Es ridículo ver a los Rolling Stones. No tienen ninguna credibilidad, es pura actuación, me parece muy triste. Debe ser duro seguir así a los 70. Hace unos 15 años, salí una noche a tocar son Steve Miller y le dije que me había sentido como una vieja bailarina de striptease”, señala refiriéndose a la escena del rock, con el objetivo de compararla con la del jazz. “Envejecer como músico de jazz es algo muy elegante. Hace poco toqué con un saxofonista de 93 años, que apenas podía tocar un acorde, pero lo que tocaba estaba cargado de sentimiento. Si escuchas a Lester Young en sus últimos años, tenía mucha fuerza, era como arte japonés. O mi amigo Mose Allison. Envejecer tocando jazz es sencillo, te ayuda a encontrar tu personalidad y no tienes que fingir. En el rock, al público le gusta pensar que es su forma de vida, pero no, es sólo un negocio. Tocar jazz es lo opuesto al trabajo de un oficinista, que suelen tener remordimientos al final de su vida por aquello que no han llegado a hacer. A los músicos de jazz no nos pasa”.

Precisamente, Sidran actúa en directo junto a su hijo Leo. ¿Eexiste un auténtico relevo cultural en el jazz? “No sé la respuesta, pero sé que mi hijo no está solo. Quizá el problema sea Internet, que nos da acceso a todo lo que se ha dicho tocado o grabado, proporcionando una ilusión de plenitud”, indica el pianista. “En mi época, cuando salía un nuevo álbum de Charlie Parker, todos lo escuchábamos miles de veces, no una sola vez y lo olvidabas. Era como un bautismo. Aún hay mucha gente que siente eso, pero cuesta encontrar a los auténticos creyentes. Cuando tenía 20 años, si conocía a alguien que le gustaba Kind of Blue de Miles Davis o a Art Blakey, nos hacíamos amigos al momento. De esa forma se creaba la cultura del jazz. Ahora todo el mundo conoce esos nombres y tiene acceso a ellos, por lo que es más difícil hacer esa clase de amigos del alma”.

Como viene siendo habitual cada otoño, el Café Central madrileño vuelve a convertirse en el hogar del músico de jazz Ben Sidran (Chicago, 1943), profesor universitario y viejo colaborador de artistas como Steve Miller, Eric Clapton o Van Morrison. El pianista afirma a El Confidencial que le encanta tocar en la sala madrileña, donde actuará cada noche hasta el próximo domingo, porque “no tiene nada que ver con las modas, sino que es como el jazz solía interpretase antiguamente”. Con una larga carrera a sus espaldas, incluso él reconoce que tocar música en directo “es cada vez más difícil”, entre otras razones porque “la cultura que apoyaba el jazz ya no es parte de la escena contemporánea. Los clubes cada vez tienen que pagar más impuestos, por lo que suben las entradas y la gente no va a los conciertos. El jazz hoy en día es un entretenimiento más, cuando antiguamente era un alivio de los problemas cotidianos”. Algo muy diferente a cuando empezó su carera, a finales de los años sesenta, cuando aún se encontraban en activo muchos músicos de la era dorada del jazz, que le enseñaron “cómo era esta forma de vida”.