Es noticia
“No quiero que me diga que mi hijo tiene problemas”
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Diván Digital
Rocío Mayoral

Diván Digital

Por

“No quiero que me diga que mi hijo tiene problemas”

“¿Me está diciendo que mi hijo tiene problemas? Lo que sucede es que usted no le conoce”. “No pasa nada. Yo era igual de pequeño y

“¿Me está diciendo que mi hijo tiene problemas? Lo que sucede es que usted no le conoce”. “No pasa nada. Yo era igual de pequeño y mire usted donde he llegado”. Es muy posible que a profesores, orientadores, médicos y psicólogos, comentarios como este les resulten sobradamente familiares. Desgraciadamente, cuando nos hablan de nuestros hijos no somos tan racionales como nos creemos.

Esta realidad tiene más trascendencia de lo que parece. En nuestro país hay muchos niños con problemas, algunos de ellos graves, que no reciben tratamiento adecuado debido a la dificultad de sus padres para aceptar la realidad. Y sin su aceptación, las opciones para la atención temprana se ven reducidas de manera considerable.

Es un asunto importante. ¿Por qué cuesta tanto ver las dificultades de los hijos? ¿Por qué padres brillantes profesionalmente, líderes eficaces y pragmáticos, cuando deben afrontar los problemas de estos, a veces pierden la sensatez que les caracteriza y se vuelven tan ciegos?

La psicología y las neurociencias nos han ayudado a comprender un poco mejor este tipo de reacciones. Y hoy sabemos que esto que sucede con los hijos es algo que solo se puede comprender desde el mundo de las emociones.

Causas de la ofuscación paterna

Cuántas veces no hemos pensado “¿qué le ha pasado a estos padres? Si parecían muy educados, si yo sólo les he dicho…” La psicología ha localizado algunas de las causas capaces de provocar en los padres comportamientos de este tipo. También ha extraído claves para reconocer el estado emocional de estos a través de sus respuestas.

Hay padres que simplemente se encuentran bajo los efectos del shock, sobre todo cuando el diagnóstico es graveAlgunos tienen mitificados a sus hijos: para todo padre, su vástago es el mejor. Destruir su imagen idealizada y reconstruirle como ser imperfecto, les es muy difícil. Estos padres niegan evidencias y suelen acusar a quien da la noticia sobre todo de no conocer al niño.

A otros padres, las carencias de los hijos les hacen sentirse heridos, frustrados. De manera inconsciente proyectaron en ellos deseos y expectativas personales. Cuando se sugieren problemas, se enfrentan a la necesidad de renunciar a todo ello. Ante la noticia, estos padres suelen alterarse mucho; cuestionan o desprecian la valoración ajena. A veces, insultan. Otros se sienten acusados: “¿Me está sugiriendo usted que lo hago mal?”

Hay padres que simplemente se encuentran bajo los efectos del shock, sobre todo cuando el diagnóstico es grave. Suelen quedarse perplejos. Preguntan mucho, con ansiedad pero con respeto. Algunos se quedan mudos. Suelen pedir otras valoraciones. Otros, con su comportamiento sólo expresan que no pueden más. En su forma de actuar hay mucho de “no me vaya a venir usted con un problema más. No voy a poder”. Muchos lloran.

Pero afortunadamente, la mayoría de los padres aceptan la visión de los especialistas, dialogan y colaboran. Algunos hasta están agradecidos. A pesar de todo, haber localizado el origen del sentir de muchos padres ante la noticia no explica el descontrol o la transformación que sufren de algunos… ¿o si?

Por qué a veces nos comportamos como seres irracionales

Las neurociencias han aportado mucho a esta cuestión. Grandes neurocientíficos como J. LeDoux, de la Universidad de Nueva York, han dejado al descubierto por qué algunas emociones provocan reacciones en apariencia tan irracionales.

El profesor empieza a hablar. Su forma, su tono… “Cuidado. Van a hablar mal de mi niño. Peligro”. Ante percepciones de este tipo, la amígdala y otras regiones del cerebro emocional disparan la alerta y preparan la defensa o el ataque. Pero el área prefrontal interviene. Recibe el impulso, lo reconduce y permite dar una respuesta meditada y proporcionada.

Muchas veces el cerebro, al sentir la amenaza, actúa sin permiso por otra vía mucho más rápida. Así que toma un atajo evitando el córtex o cerebro racional. La acción queda así exclusivamente en manos de las emociones… Y sin razón, ¿qué podemos esperar?

Pablo Pineda es el primer joven con Síndrome de Down que ha obtenido un título universitario en EuropaQuizás ahora podamos comprender las respuestas tan desajustadas de algunos padres. Nada genera tanta emoción como un hijo. Existe por eso gran riesgo de que al hablar de dificultades se disparen respuestas por vías no racionales. Por fin una respuesta, pero, ¿cómo ayudar?

Debemos tener en cuenta que aproximadamente uno de cada diez niños presenta dificultades de aprendizaje. Además, en la infancia son frecuentes trastornos conductuales, depresivos, ansiosos, del desarrollo, y síndromes aún más graves. La mayoría se detectan en la escuela.

Así que la sensibilidad de todos es necesaria. Los que trabajan con niños requieren de habilidades y empatía. Pero también algunas familias deben bajar la guardia. La información es un primer paso para salir adelante. No debiéramos olvidar que las capacidades se desarrollan, los afectos se moldean, las habilidades y competencias pueden enriquecerse… Cuanto antes, mejor. Negar las evidencias sólo perjudica al niño. Resistirse al diagnóstico es restarle oportunidades. Quizás estemos demasiado saturados. Pero no debemos rendirnos. En medio de padres y profesores, están los menores.

¿Saben ustedes quién es Pablo Pineda?: Es el primer joven con Síndrome de Down que ha obtenido un título universitario en Europa. En sus entrevistas siempre ha dicho: “Todo lo que he conseguido se lo debo a mis padres”. Hubo un día que ellos tuvieron que afrontar un diagnóstico muy duro. No conocemos su reacción, pero sí que apoyaron incansablemente a su hijo. A Pablo, a familias como la suya y a todos los que sirven de apoyo, debemos agradecer su ejemplo. Son muestra evidente de que cuando la actitud es positiva y colaboradora, no existen fronteras. Conseguirlo es trabajo de todos.

“¿Me está diciendo que mi hijo tiene problemas? Lo que sucede es que usted no le conoce”. “No pasa nada. Yo era igual de pequeño y mire usted donde he llegado”. Es muy posible que a profesores, orientadores, médicos y psicólogos, comentarios como este les resulten sobradamente familiares. Desgraciadamente, cuando nos hablan de nuestros hijos no somos tan racionales como nos creemos.