Es noticia
Cuando sugerir es más potente que gritar: un paseo por el cine coreano
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. El arte de vivir
Laura Rico Caballo

El arte de vivir

Por

Cuando sugerir es más potente que gritar: un paseo por el cine coreano

En otro país está próxima a estrenarse en España tras su lanzamiento internacional en el Festival de Cine de Cannes. De nacionalidad coreana, encierra cierta dosis

Foto: Cuando sugerir es más potente que gritar: un paseo por el cine coreano
Cuando sugerir es más potente que gritar: un paseo por el cine coreano

En otro país está próxima a estrenarse en España tras su lanzamiento internacional en el Festival de Cine de Cannes. De nacionalidad coreana, encierra cierta dosis de enigmas desprendidos a partir del análisis de cómo se relacionan los seres humanos y, especialmente en este caso, la aventura que supone el viaje de descubrimiento, o potenciales viajes, de una mujer de mediana edad.

Es una buena película puente para quien tenga cierta prevención a adentrarse en el cine oriental. La protagonista múltiple es la francesa Isabelle Huppert (recientemente en Amour, de Michael Haneke) y el idioma es unas veces inglés y otras coreano, lo cual no es superficial, pues cada idioma tiene peculiaridades culturales que se corresponden con las estructuras de pensamiento a las que sirven, y por ello encaja mejor con unos mensajes que con otros. La mezcla resulta en una obra fácil de ver que agradecerán los que sienten que, cuando se adentran en el cine de remotos lugares, les falta, para disfrutarlo, cierta perspectiva de comprensión del punto de vista ajeno.

Corea es un país emocionalmente muy próximo a EspañaPor otro lado, los remotos lugares lo son cada vez menos, igual que las barreras para entender, no sólo lo grueso, sino también los matices, las ironías e incluso el humor. Basta ver el clamoroso éxito de Psy con su Gangnam Style, o su nueva canción, Gentleman, que arrasa en visitas al vídeo oficial desde el primer día. Psy es la punta del iceberg de la Ola coreana (boom de la cultura contemporánea coreana a partir de finales de los 90) que triunfa desde hace tiempo con el mundo del K-Pop, las teleseries o el cada vez más internacional cine. El milagro de esta internacionalización es el milagro de la comunicación a través del arte o de cómo los jóvenes, flexibles, abiertos, audaces y curiosos, rompen dinámicas pesadas entre países y se relacionan a través de lenguajes propios con base en la imagen, la música, las redes sociales y la tecnología. No eran, pues, estos, instrumentos del demonio, sino, por fin, lo que nos une.

Los latinos de Asia

A través de la abundante creación, Corea consigue comunicar mejor que nunca que es un país emocionalmente muy próximo a España, quizás “los latinos de Asía”, que les gusta divertirse, la familia, la música o la comida hecha con mimo. Que, con una larga historia y tradición cultural (igual que nosotros), intentan conjugarla con un futuro posible y optimista.

En cierto modo, su cine también se parece al nuestro. Con una población diversa esperando devorar productos propios, hay cine ligero, orientado a entretener; comedia, romance light; terror de serie B, pero también una brillantísima producción de cine de autor, de películas importantes que cada vez destacan más en los festivales internacionales.

Y, a pesar de resaltar lo que tenemos en común, tampoco vale acercarse a ello esperando encontrar a Alfredo Landa o a Almodóvar, aun cuando encontraremos actores que encarnan un prototipo nacional semejante y a directores de fuerza brutal y pesimismo demoledor que nos descolocan.

Para ver cine oriental (coreano) hay que estar abierto a sentir y adentrarse en el arte de la elipsis: intuición, visión periférica e inteligencia inconsciente son elementos clave para comprender las mejores producciones y adivinar qué se encuentra tras ellas. La poesía alcanza su cumbre en este sincretismo de base en el arte oriental. Buscarán mucho en poesía castellana para encontrar tantos y tan claros poemas de dos versos como estos de Oriente:

No me queda más remedio que cerrar los ojos.

El invierno parece un arcoiris de acero. Yuk Sa (1905-44)

El cine camina en la misma línea. Tanto si es de terror, de amor, de detectives, asesinos o, simplemente, retrata una familia, el valor de lo no dicho tendrá, al menos, tanto valor como lo expresado. El enigma como planteamiento primero y como final. La “no respuesta” o la respuesta “blowin' in the wind”.

Contra lo grandilocuente

Divertida, ligera, leve, algo triste, un retrato puro de la melancolía… En otro país toma la apariencia de algo sencillo, algo que simplemente ocurre mientras, de casualidad, una cámara graba. Ese desapego por lo explícitamente dramático o grandilocuente, tratando temas tan importantes como el amor, la traición o la infidelidad, es precisamente el elemento que nos permite ver ópticas distintas a las habituales, que quedarían perdidas en otra maraña narrativa más pretenciosa. Es difícil que un poema de amor, por más extenso, mejore, por ejemplo, esta concisión dramática:

Y me verás romperme como perlas

en la proa de tu barca. Kim Dong Myong (1901 - )

¿Qué es barca, qué es proa, qué son las perlas o qué significa romperse? ¿Sigue el cine estos mismos esquemas artísticos tradicionales en la literatura oriental? Para ver la película a la occidental nos plantearíamos largas cuestiones.

La película cuenta tres historias sucesivas, con la misma actriz de protagonista. ¿Son tres rosas o tres capas de pétalos de la misma rosa hasta llegar al centro, o al exterior?

¿Qué simboliza la botella que aparece en las tres historias y qué tiene que ver con la historia personal del director y su obra?

Sin pensar en el significado de la fragmentación, una lectura global puede quedar resumida en la historia de una mujer que busca un faro. ¡Ahí es nada! ¿Qué significa buscar un faro?

A diferencia de las odiosas fábulas de la Ilustración, no hay moraleja de tres líneas que arruine una interesante historiaY, si buscamos faros, ¿somos barcas que buscan costas?, ¿barcas perdidas? En En otro país los personajes no paran de perder o encontrar objetos, como en la vida misma perdemos, encontramos y reencontramos. Si nos fijamos, con mirada oriental, en el paraguas que acompaña a cualquiera de tres Anne, viajamos por la magia sugerente del objeto, directos a nuestra vida, en la que se pierden cosas. Algunas, nunca vuelven, y con otras, nos reencontramos. Pero Hong Sangsoo, en su lenguaje único y lleno de conceptos estéticos sorprendentes, nunca lo diría expresamente. Una observación así de ocasional, con frecuencia sobre la naturaleza, guarda dentro todo un complejo proceso mental. En la tercera historia, la presencia de un monje interrogado por Anna nos permite una bonita demostración de este estilo: “Por qué tengo miedo”, dice Anne. “Porque tienes miedo”, contesta el monje. “No me está ayudando nada”, observa ella. Anne necesita más tiempo para ver la luz del faro.

La obra de Sangsoo nos lanza algunos destellos, mientras, entre la ternura y las ensoñaciones, los personajes buscan perder peso, ser ligeros, llegar a la liberación. El director hace un trabajo de monje narrador. Ya no es el cuento oral tradicional, sino una moderna creación apoyada en la imagen. El fin es el mismo: ¿Qué pasa con la vida? Pero ni la pregunta ni la respuesta están tan convencionalmente delimitadas. Hay que encontrar preguntas propias y explorar respuestas toda la vida.

Huppert dice: “Hong Sangsoo es como un pintor, increíblemente preciso, pero, al mismo tiempo, con un enfoque muy ligero (…) su forma de hacer cine obliga a pensar. Habla de la vida, del amor, de la dependencia, de la melancolía, de los celos y de la familia”.

En la filosofía de Occidente, mucho más basada en la palabra que en la pintura (imágenes), tenemos el dialogo socrático en las raíces como método de exploración y con él vamos avanzando con respuestas seguidas de otras preguntas. Es una buena forma de conocimiento que los psicólogos usamos a menudo.

Siempre buscando respuesta clara y rápida, desde una visión oriental no habrá contestación, y menos una “consensuada por los sabios”, una genérica, validada por una autoridad. Es más, el modo de contestación puede ser otra pregunta, una observación aparentemente no relacionada, el encargo de una tarea a resolver en otro periodo, etc. A esto también hemos aprendido en terapia, y destaca su efectividad. Desde luego, a diferencia de las "odiosas" fábulas de la Ilustración, no hay moraleja de tres líneas que arruine una interesante historia. No hay consejas "de viejas", ni conclusiones con pasos a seguir. Hemos llegado a Oriente.

El valor educativo del misterio

El enigma ha sido, en todas las culturas, un pilar para avanzar en el conocimiento. En Grecia, China, Egipto, México o el Congo, cuando busques en sus narraciones primeras encontrarás el enigma como modo de aprendizaje. Vamos a centrarnos en un modo de enigma: el que plantea una o varias cuestiones, insinúa unas directrices o pistas siempre difusas o poco delimitadas y deja pendiente la respuesta, que realmente no es única, sino múltiple, abierta, variable… Estás historias son la esencia de los pequeños cuentos Zen a través de los que los discípulos aprenden de sus maestros, que concentran con habilidad lo más exquisito de sus experiencias en apenas unas líneas de historias cotidianas y próximas.

Bellas, deliciosas, a veces absurdas (aparentemente), compasivas siempre, son las historias que retratan un mundo y una cultura propios y a los que cada vez más españoles están mirando, a juzgar por el auge de los círculos budistas, los negocios de masajes-filosóficos o las artes marciales, más o menos Bruce Lee (“be water, my friend”). Proliferan, incluso, las psicoterapias basadas en los movimientos orientales, en un mix no siempre claro. No debemos perder la cabeza. Con Usun Yoon como coreana de Utrera ya nos vale.

Pero es probable que algo podamos necesitar para cubrir algunos de nuestros agujeros culturales, sociales o emocionales. Aprender a escuchar, en este caso el cine, abiertos y receptivos, puede ser muy útil. Una gota de agua refleja toda la luna, pero hay que estar dispuesto a verla, y queda oculta al que no atiende, no sabe escuchar o no para:

Tienes prisa
mucha prisa

Le dice un leño al fuego (Ko Un. Una palabra. De "108 poemas Zen" Editorial Casariego 2005)

En las culturas contemplativas, lo sugerido es esencial. Para captarlo es fundamental la pausa, la escucha, el silencio profundo y la gratitud por lo que se recibe y, anticipadamente, por lo que se recibirá. Un turista en Seúl me contaba que había coincidido con una fiesta gastronómica popular en un parque. Viendo una fila para degustar una muestra de platos tradicionales había aguardado unos minutos en ella pero aburrido se había retirado pronto a leer bajo un árbol cercano. Al cabo de unos 20 minutos una anciana sonriente, a la que reconoció de la fila, se acercó y le ofreció un plato con lo mejor de la muestra. Sin más palabras. Espacio, tiempo y lenguaje dominados por una pequeña anciana.

En Occidente, en algún momento, pasamos a ubicar las narraciones maestras intuitivas y abiertas en un lugar menor. El positivismo (Comte o Stuart Mill) dejó una veneración por el conocimiento científico como el único fiable, que no permitía otras veleidosas derivas. Acabó con los aprendizajes que el “cerebro derecho” podía facilitarnos. Las artes, por ejemplo, pasaron a ser algo principalmente lúdico, pero desestimadas como forma de iluminación y, con ellas, una parte de la literatura o la filosofía que venía soportada por el planteamiento de enigmas, cuyo solo enunciado, incluso aunque no encontráramos una respuesta, nos daba luz.

Apertura de mente

La propuesta es que vayan a ver En otro país, y vayan a verla “con visión periférica”. Ya hemos visto la enésima versión de Anna Karenina y cómo hacemos las cosas en Occidente. Probemos algo diferente. No se pregunte, al acabar, qué sentido tiene, cuál es el mensaje, qué ha querido decir el director. Deje a su lado derecho del cerebro hacer el trabajo. Tómese una cerveza, duerma… Quizás un día, mientras mira los patos tomar pan, de repente, lo sepa. “Para aprender el camino de la iluminación hay que conocerse a sí mismo. Para conocerse a uno mismo hay que olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo es hacerse transparente a todo y dejarse iluminar por todas las cosas” (Dogen 1200-1253). La iluminación espiritual en oriente se simboliza por la luz de la luna, frente a la potente luz del sol, que deslumbra. Otra vez, lo estridente sobra. Demasiada claridad para ser verdadero o para ser real.

La sobriedad oriental, aplicada al dolor humano, da un resultado sorprendente, poniendo la carga en los matices sutilesSi se siente tentado, y está pensando en la posibilidad de ver un cine rico y diferente, no espere. Asomarse al mundo de Kim Ki-Duk no deja a nadie indiferente: experimental, cruento, parsimonioso, retratista de criminales o simplemente outsiders, pero, sobre todo, impactantemente, visual e hipnótico. La joya irrepetible quizás sea Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera (2003). En ella se retrata la vida de dos monjes en un monasterio aislado. Bajo la mirada del más viejo, el más joven ve pasar las estaciones de la vida. Primavera: un niño monje se ríe de una rana que intenta librarse de una piedra que tiene en la espalda. Verano: un monje adolescente conoce el amor. Otoño: un monje de treinta años intenta hacer algo que va contra su naturaleza. Invierno: el monje está próximo a la vejez y alguien llega al monasterio. Primavera: el viejo monje conversa con la naturaleza; cerca de él juega un niño monje. Y quien es capaz de recrear ese sueño taoísta, en el que la naturaleza es la vía de conocimiento, puede, a continuación, concebir algo tan urbano como Hierro 3 (2004), donde un peculiar indigente ocupa temporalmente viviendas vacías. Nunca roba ni ocasiona daños en los hogares de sus involuntarios anfitriones. Hasta que se encuentra con Sun-hwa, ex modelo, convertida en una sombra viviente por un marido que la maltrata, encerrándola en una casa ostentosa. Saben que son almas gemelas. No pueden separarse y aceptan, en silencio, su nuevo y extraño destino. Con la misma poética, otros mundo de ensoñación se desarrollarán en cintas como El arco (2006), Time (2006) o Dreams (2008).

Pero no pare en Kim Ki-Duk, si quiere pensar sobre la naturaleza humana a la luz de otra mirada. De carácter muy distinto, pero igual de apasionante, Lee Chang-dong (Green Fish, 1997; Peppermint Candy, 2000; Oasis, 2002) aborda otro tipo de personajes y temáticas. En Secret sunshine (2007) nos acerca emocionalmente a la difícil situación de una joven profesora de piano que acaba de quedarse viuda y quiere empezar una nueva vida con su hijo en el pueblo natal de su difunto marido. Preparada para afrontar valientemente la vida, todas sus expectativas de futuro se derrumban cuando de nuevo una tragedia aparece en su vida... La sobriedad oriental, aplicada al dolor humano, da un resultado sorprendente, poniendo la carga en los matices sutiles, resultando una narración sin ruido, llena de delicadeza y profundidad.

En un registro parecido está Poesía (2010 Lee Chang-dong). La abuela Mija vive con su nieto adolescente en una pequeña ciudad dormitorio cerca del río. Es una señora a la que le gusta llevar sombreros floreados y ropa elegante, pero también es una persona imprevisible, llena de curiosidad. Se apunta por casualidad a un taller de poesía y se ve en la obligación de escribir un poema. El primer paso que da en busca de inspiración poética es observar la vida diaria a su alrededor y en la que nunca se ha fijado. Una nueva energía se apodera de Mija, como si fuese una niña que acaba de descubrir la vida. Pero, cuando debe enfrentarse a una realidad mucho más dura de lo que jamás había imaginado, se da cuenta de que la vida no es tan maravillosa como creía… un final sorprendente en el que, bruscamente, el mundo poético de la señora Mija será arrasado por el vértigo de la nueva sociedad.  Como si la enfermedad acudiera a defenderla, su memoria comienza a diluirse a manos del alzhéimer. La poesía, que empezaba a enseñarle a poner la hermosura del mundo en palabras, acaba imponiéndose como el único medio para comunicar todo el horror que la vida puede llevar consigo entre lo aparentemente cotidiano. “Como si se tratara de una página con un poema, pensé en una película con mucho espacio en blanco que el espectador pudiera rellenar. En este sentido, sí puede decirse que es una película abierta”… Le toca completarla al espectador.

Del llanto a la risa, pasando por el terror y la poética, el viaje al cine coreano merece la pena y está lleno de experiencias inolvidablesRecogiendo el respeto tradicional a los ancianos y la tensión que se vive con ello frente a las nuevas generaciones, la película reina es San Woo y la abuela (Lee Jeong-hyang, 2002). No hay colegio que no la ponga en clase para fustigar al niño malcriado, cuyo verdadero carácter está por descubrir. Los personajes de niños son, junto a los ancianos, los otros seres mejor tratados del cine oriental, y preocupan y se reflejan las circunstancias en las que la sociedad les coloca. En Farewell (2010), de Kim Baek-jun, vemos dos hermanos de origen coreano que viven en China, siempre esperando el regreso de los padres, y nos asomamos, desde el lado humano, a la difícil situación geopolítica de la zona, algo que, aunque sea de modo secundario, muchas otras cintas no ocultan. En Yellow Sea (Na Hong-jin, 2010) nos muestran la ciudad de Yanji, entre Corea del Norte, China y Rusia, donde la mitad de la población vive de actividades ilegales. El protagonista debe pagar la deuda que contrajo con la mafia, que permitió a su mujer viajar a Corea del Sur en busca de una vida mejor. Consciente de que deberá trabajar durante años para recuperar el dinero, su única solución pasa por aceptar el peligroso trato que le propone la mafia: cruzar la frontera de Corea del Sur para asesinar a una persona. Una película crítica y con contenido social, pero también un thriller trepidante, lleno de acción, violencia y persecuciones.

Una sociedad que ha de conjugar, con rapidez, tradición y modernidad, sin perder lo que aporta cada uno, puede combinar el retrato admirado de las abuelas con las producciones más novedosas, que enganchan a jóvenes de todos los continentes. Soy un cyborg: y está bien (Park Chan-wook, 2006) es ya una película de culto, llena de pensamiento alternativo. En ella, una joven ingresa en un hospital psiquiátrico tras una crisis mental, convencida de que es un cyborg de combate. Sólo se alimenta de pilas y baterías eléctricas. Allí conocerá a un chico que se oculta tras una máscara y se cree capaz de robar el alma de los demás. Park Chan-wook (Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy, Sympathy for Lady Vengeance) deja a un lado la violencia y la tragedia de su Trilogía sobre la Venganza para lograr mostramos una comedia imaginativa, colorista, amable y, por momentos, surrealista.

Y, para gancho, entre el nuevo público, brilla el terror coreano. No hay adolescente que no haya gritado de terror con Dos hermanas (Kim Ji-un, 2003). Menos conocidas pero perfectas representante de este terror mágico y especial, obras como Epitaph (hermanos Jung Sik y Jung Beom-sik, 2007) conformada por tres historias de un hospital en los años 40 que se entrelazan a través del amor y la muerte o For eternal hearts (Hwang Qu-dok, 2007) que, ambientada en época de represión estudiantil por la dictadura, recuerda a un joven estudiante que conoce a una hermosa, rebelde y enigmática chica que se suicida. Tras la penosa muerte, él deambula por el campus universitario y las apariciones fantasmales de ella lo perturban. Empieza a dar clases a una joven que se enamora de él. Sin embargo, nada es como parece. Viven su relación entre lo espectral y lo real, entre el tiempo y el destino. Encuentros en ambiguos universos paralelos en el límite de la vida y la muerte, un lugar perfecto para excitar la imaginación.

Y, junto al terror y el grito, otra expresión básica del ser humano: el humor y la risa. Para un rato divertido y curioso Shik-gaek/Le Grand Chef (Jeon Yun-Su, 2007) o El gran chef, La guerra de Kimchi (Baek Dong-hun, 2010), que tiene una réplica francesa en la comedia recientemente estrenada El Chef. El secreto de la felicidad (Daniel Cohen; con Jean Reno y Santiago Segura). La primera es la historia de Seong-chan, un cocinero convencido de que la buena cocina es la hecha con amor, que debe competir con el malvado Bong-ju que está dispuesto a cualquier cosa y pasa de tanta cordialidad, tanto en la cocina como en la vida. En la segunda, Seong-chan, es un cocinero famoso que, a pesar de recibir el cuchillo emblemático por parte del “Daeryeong Suksu” (chefs masculinos que preparaban los banquetes reales durante la época de Joseon), sigue llevando una vida humilde. Un día que visita el restaurante “Chunyanggak”, que es administrado por Su-hyang, a quien Seong-chan considera como a su propia madre, se entera de que Bae Jang-eun, cocinera de fama mundial e hija de Su-hyang, tiene intenciones de cerrar el restaurante. Por lo tanto, se ponen de acuerdo en aceptar la decisión que tome el ganador del campeonato de "kimchi". Así comienza el enfrentamiento crucial que decidirá. El éxito de ambas nos cuenta mucho sobre el mapa emocional y social.

Del llanto a la risa, pasando por el terror y la poética, el viaje al cine coreano merece la pena y está lleno de experiencias inolvidables. El Centro Cultural Coreano de Madrid realiza periódicamente proyecciones, donde podrá encontrar a otros como usted, que empezaron y no pararon. 

En otro país está próxima a estrenarse en España tras su lanzamiento internacional en el Festival de Cine de Cannes. De nacionalidad coreana, encierra cierta dosis de enigmas desprendidos a partir del análisis de cómo se relacionan los seres humanos y, especialmente en este caso, la aventura que supone el viaje de descubrimiento, o potenciales viajes, de una mujer de mediana edad.